domingo, julio 02, 2017

La elegancia de María.






No está en la entrada triunfal de Jesús en Jereusalén. Recibe repuestas duras, aparentemente: que nos va a ti y a mí, mujer?; no sabéis que he de ocuparme de las cosas de mi Padre?; por qué me buscabáis?. María no es una virgen imprudente, ni alocada: escucha, pregunta, acepta hasta el final. En la cruz está. Discreta, pero firme, el corazón de Jesús y el corazón de María. Hay que saber estar. Desaparecer y aparecer. A veces me puede dar miedo el corazón de fuego de Jesús, pero a través del de María me atrevo. Y guardaba todas las cosas en su corazón.