Sor Lucia, una de los tres videntes de Fátima, escribió en su diario años más tarde el relato de la sexta aparición, en la que la Virgen realizó el milagro solar ante miles de personas. Presentamos aquí un resumen del diario de Lucia.
Desde las primeras horas del día 12, de los puntos más remotos de Portugal se advertía un intenso movimiento hacia Fátima. Al atardecer, los caminos que llevan a Fátima estaban lleno de vehículos de toda clase, de grupos de peatones, de los cuales muchos caminaban a pie desnudo y cantando el Rosario.
El día 13 amanece frío, melancólico, lluvioso. La multitud aumenta. La lluvia, persistente y abundante, había convertido la Cova de Iría en un inmenso charco de barro y penetraba hasta los huesos de los peregrinos y curiosos.
Al llegar los pastorcillos, la muchedumbre, reverente, les abre paso y ellos van a colocarse delante de la encina, reducida ya a un trozo de tronco. Lucia pide a la muchedumbre que cierren los paraguas para rezar. Todos quieren estar muy cerca de los videntes. Jacinta, empujada por todas partes, llora y grita. Los dos mayores, para protegerla, la ponen en medio.
Al mediodía en punto Lucia anunció la llegada de la Virgen. El semblante de la niña se tornó más bello de lo que era, tomando color rosado y adelgazándose los labios.
La aparición se manifestó en el lugar acostumbrado a los tres afortunados niños, mientras los presentes ven por tres veces formarse alrededor de aquellos y luego alzarse en el aire una nubecilla blanca como de incienso.
– ¿Quién es usted y qué quiere de mí?
–Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor, que soy Nuestra Señora del Rosario, que continuéis rezando el Rosario todos los días, la guerra va a terminar y los soldados volverán pronto a sus casas.
Lucia exclamó:
–¡Tengo tantas cosas que suplicarle…!
Y la Virgen respondió que concedería alguna, las otras, no. Y volviendo al punto principal de su Mensaje, añadió:
–Es necesario que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados. ¡No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido!
Era la última palabra, la esencia del mensaje de Fátima. Al despedirse, abrió las manos, que reverberaban en el sol, o como se expresaban los dos pequeños videntes, señaló el sol con el dedo.
Lucia imitó instintivamente aquel ademán, gritando:
–¡Mirad el sol!
La lluvia cesa inmediatamente, las nueves se deshacen y aparece el disco solar como una luna de plata, luego gira vertiginosamente sobre sí mismo semejante a una rueda de fuego, lanzando en todas direcciones fajas de luz amarilla, verde, roja, azul, violada…, que colorean fantásticamente las nueves del cielo, los árboles, las rocas, la tierra, la incontable muchedumbre. Se para por algunos momentos, luego reanuda de nuevo su danza de luz como una girándula riquísima hecha por los mejores pirotécnicos; se para de nuevo para volver a comenzar por tercera vez, más variado, más colorido.
De repente, todos tiene la sensación de que el sol se destaca del firmamento y que se precipita sobre ellos. Un grito único, inmenso, brota de cada pecho, que manifiesta el terror de todos. Todos gritan y caen de rodillas en el barro rezando en voz alta actos de contrición.
Y este espectáculo, claramente percibido por tres veces, dura por más de diez minutos y es atestiguado por más de 70.000 personas; por creyentes e incrédulos, por simples campesinos y cultos ciudadanos.
Acabado el fenómeno solar, se dieron cuenta de que sus vestidos, empapados poco antes por la lluvia, se habían secado perfectamente.
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