- Fue creada en julio de 1993; pero dependiendo de Granada existía el Colegio Universitario Santo Reino. Hace 30 años llegué a Jaén con toda mi ilusión, y se me han pasado 30 años. Es bonito empezar cosas, pero más lo es el poner la última piedra. La Universidad de Jaén está ya consolidada. Más de 800 profesores, y como dice el rector, la generación UJA, entre alumnos, profesores y PAS somo más de sesenta mil. Hoy tuvimos en la fiesta de Santo Tomás de Aquino un acto entrañable , justo y de agradecimiento a quienes se han jubilado y a quienes llevan 25 años de servicio en la Universidad. Ha tenido tres Rectores; Luis Parras, Manolo Parras y Juan Gómez . Cantamos el gaudeamus igitur; yo ya casi en la molestam senectutem. En una plaza de Jaén hay un bello ripio que tomo en esta efemérides; que Dios te quite lo que te sobre y te de lo que te falte. Gracias Universidad de Jaén.
Estás en un blog espumoso, intimista, paradójico; de lo humano y de lo divino. No soy mejor que tú... Me propongo hablar a la cara y que me hables a la cara, sin caretas, sin retorno, a quemarropa... blog del Profesor Tirapu
martes, enero 30, 2018
25 aniversario de la Universidad de Jaén.
domingo, enero 28, 2018
sábado, enero 27, 2018
Quién es María Elósegui; la nueva juez de derechos humanos.
https://www.aceprensa.com/articles/quien-es-maria-elosegui-la-nueva-juez-de-estrasburgo/
María Elósegui Itxaso (San Sebastián, 1957), recién elegida juez del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, es una jurista que ha investigado la protección a la persona y sus libertades en las modernas sociedades occidentales. En un escenario caracterizado por la creciente diversidad, las garantías de igualdad han de atender cuidadosamente a las diferencias. Por eso se ha ocupado en particular del encaje de las minorías. Este interés aparece ya en una de sus primeras monografías, El derecho a la igualdad y a la diferencia (1998), y se mantiene en las de época más reciente, como Derechos humanos y pluralismo cultural (2009).
Doctora en Derecho y en Filosofía, aúna las dos disciplinas como catedrática de Filosofía del Derecho en la Universidad de Zaragoza. Allí, además de la docencia a los estudiantes de grado, ha coordinado durante años el programa de doctorado en Derechos Fundamentales y Libertades Públicas. También ha sido profesora de máster en la Universidades de Glasgow y en la Católica de Bruselas, y profesora visitante en otras de Norteamérica (Dartmouth, Chicago, Toronto y otras).
Elósegui defiende lo que llama el republicanismo intercultural, un modo concreto de entender la tolerancia, que tiene como coordenadas un núcleo común de derechos humanos universales, junto con el respeto a la diversidad cultural
A partir de su trabajo académico ha podido contribuir a la búsqueda de soluciones prácticas. Trabajó, por encargo del gobierno español, en la elaboración del borrador de la Ley Orgánica de Igualdad entre mujeres y hombres, que luego se aprobó y entró en vigor en 2007. El Parlamento Europeo le encomendó un “Informe sobre las consecuencias de la globalización para las mujeres inmigrantes de los países mediterráneos”.
Estos y otros temas a los que ha dedicado atención se reflejan en sus publicaciones.
No hay un solo feminismo
En Diez temas de género (2002) reúne un conjunto de artículos sobre la relación entre sexo y género en los documentos de la ONU y de la Unión Europea. La elaboración de estos documentos ha provocado polémicas acerca de términos llenos de implicaciones (derechos reproductivos, maternidad segura, modelos de familia...). El cuerpo central de este conjunto de artículos aborda el concepto de género que subyace en esos documentos y su influencia en la legislación internacional. María Elósegui, que ha asistido como observadora y experta a varias conferencias de la ONU, sabe desvelar los motivos expresos y ocultos de cada postura, las manipulaciones terminológicas, los silencios y reservas. Su perspectiva de análisis es la Filosofía del Derecho, desde la cual analiza las ideas que inspiran la legislación.
La autora expone los diversos temas del libro conforme a un modelo de relaciones entre hombres y mujeres basado en la corresponsabilidad y la interdependencia, tanto en el ámbito familiar, compartiendo la crianza de los hijos y las tareas domésticas, como en el espacio público. Desde esta perspectiva, sostiene que no hay un solo feminismo, sino distintos tipos.
Por eso, sale al paso de los intentos de algunas feministas por apropiarse del término “género”, sobre el que no hay una interpretación unánime, como comprobó en una reunión preparatoria de la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín (1995). En el artículo Dos sexos, ¿cuántos géneros?, publicado en Aceprensa, esboza cuatro formas de entender las relaciones entre sexo y género. Cada uno de esos enfoques trata de dilucidar el peso que tienen la biología y la cultura en el reparto de funciones entre mujeres y hombres.
Elósegui también se hizo eco del choque de interpretaciones entre el Norte y el Sur que suscitó la revisión del plan de acción aprobado en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994).
La transexualidad, en clave jurídica
Su atención a la jurisprudencia nacional e internacional se observa en su monografía sobre La transexualidad (1999). Su enfoque es el de la argumentación jurídica, a partir de casos que han dado lugar al pronunciamiento de altas instancias judiciales. Analiza así la jurisprudencia del Tribunal Supremo español sobre el cambio de sexo en el Registro Civil, la del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre los derechos de los transexuales y la del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la discriminación por razón de sexo y por orientación sexual.
Diversidad con valores comunes
El derecho a la igualdad y a la diferencia (1998) se mueve en el ámbito de la filosofía política, para estudiar la posibilidad de exigencias éticas comunes en las sociedades multiculturales. Primero expone las posiciones y puntos de conflicto entre filósofos del derecho liberales, comunitaristas y republicanos. Elósegui pasa revista aquí a Thomas Pangle, Michael Sandel, Ronald Dworkin, Charles Taylor, Jürgen Habermas, John Rawls y Will Kymlicka, entre otros.
Por su parte, Elósegui defiende lo que llama el republicanismo intercultural, un modo concreto de entender la tolerancia, que tiene como coordenadas un núcleo común de derechos humanos universales, junto con el respeto a la diversidad cultural. Esto supone rechazar el fundamentalismo religioso, el fundamentalismo político y el fundamentalismo laicista, y defender que “las diversas morales encuentren la posibilidad de compartir racionalmente contenidos éticos sustantivos, también en la vida pública”.
Para Elósegui, las relaciones entre hombres y mujeres deben basarse en la corresponsabilidad y la interdependencia
En esta como en otras obras de la jurista se revela su tendencia a salir del marco ideológico de Occidente para abrirse a las perspectivas de otras culturas, africanas, árabes, asiáticas. También defiende un modo de entender la ciudadanía que sea compatible con un tratamiento diferenciado en función de la lengua, la cultura, la etnia.
Convivir en una sociedad plural
¿Cómo debe actuar el Estado ante las creencias religiosas de los ciudadanos? Elósegui ha prestado atención al modelo de laicidad abierta defendido por Charles Taylor y su discípulo Jocelyn Maclure, para quienes la neutralidad estatal no exige la expulsión de las creencias de la esfera pública; postura que coincide con la práctica de la mayoría de los países europeos. La propia Elósegui ha apoyado este modelo de cooperación positiva entre el Estado y las distintas confesiones con ocasión de polémicas concretas, como en La incultura no es laica.
El pensamiento de Taylor también le da pie para reflexionar sobre el reconocimiento de las peculiaridades de los grupos culturales minoritarios en el marco político común de las democracias liberales. Y confronta esta postura con la de Habermas (La inclusión del otro) y Kymlicka (Ciudadanía multicultural y La política vernácula).
La preocupación de Elósegui por el arte de vivir juntos es visible en su extenso análisis de la obra de John Rawls El liberalismo político, y en reseñas más breves a autores como Michael Walzer (Tratado sobre la tolerancia), Benjamin Barber (Un lugar para todos) o Salvador Giner y Victoria Camps (Manual de civismo).
En su nuevo cometido en un organismo internacional, a María Elósegui le será muy útil este bagaje intelectual y su fluidez en tres de los idiomas más hablados en Europa: alemán, francés e inglés.
viernes, enero 26, 2018
Unos pocos salvan el mundo.
"A cada época la salva un pequeño puñado de personas que tienen el coraje de ser inactuales" (Chesterton)
jueves, enero 25, 2018
miércoles, enero 24, 2018
martes, enero 23, 2018
I aniversario del Prelado Opus Dei.
http://opusdei.es/es-es/article/primer-aniversario-eleccion-prelado-opus-dei-fernando-ocariz/
Primer aniversario de la elección del Prelado: “Acompañado por vuestra oración”
El 23 de enero de 2017 el Papa Francisco nombró prelado del Opus Dei a Mons. Fernando Ocáriz Braña. Con ocasión del aniversario, reproducimos un texto manuscrito del sucesor de san Josemaría.
Mons. Fernando Ocáriz, que desde el 22 de enero está en Brasil, se acoge a la intercesión de Nuestra Señora de Aparecida.
Rio de Janeiro, 23-I-2018
Desde Brasil, en este día del primer aniversario de mi elección como Prelado del Opus Dei, os tengo muy presentes y me siento acompañado por la ayuda de vuestra oración. Confío a Nuestra Señora de Aparecida vuestras alegrías, preocupaciones e iniciativas de servicio a las almas y a la sociedad.
Fernando
lunes, enero 22, 2018
Jesús.
EL MUNDO DE HOY ESTÁ ENFERMO Y NO ES CAPAZ DE ENCONTRAR LA PAZ, PORQUE LA BUSCA EN TODAS PARTES MENOS EN JESÚS, ÚNICO SITIO EN QUE ESTÁ.
Lee tres minutos el evangelio, empieza por ahí.
sábado, enero 20, 2018
viernes, enero 19, 2018
El ejemplo de Pedro, fallecido de cáncer terminal. Un numerario joven del opus dei.
http://opusdei.es/es-es/article/pedro-numerario-opus-dei-manchester/
Pedro: “Nunca he sido tan feliz”
Pedro, inglés y estudiante de ingeniería, aprendió a amar a Dios en el dolor de un cáncer terminal. Falleció el sábado en Manchester a los 21 años. Esta es su historia.
Pedro Ballester con sus padres.
El sábado 13 de enero, a primera hora del día, amigos y familiares rezaban en torno a Pedro Ballester. El joven estudiante de ingeniería había dado su último suspiro y gozaba ya de la presencia de Dios. Pedro era un numerario del Opus Dei: se había comprometido a seguir a Dios viviendo el celibato en medio del mundo, trabajando y tratando a Cristo en su vida ordinaria.
La vida de Pedro fue breve. El Señor se lo llevó a los 21 años, después de combatir durante tres años contra con un cáncer de pelvis. Pese a que el dolor era en ocasiones intenso, sus amigos destacan que apenas se quejaba. La fe le ayudaba a convivir con su enfermedad con paciencia e incluso, cuando era posible, alegría.
Pedro Ballester.
Pedro nació en Yorkshire (Inglaterra) de padres españoles. De hecho, en él se mezclaban esas dos culturas: tenía un carácter latino muy sociable, que se equilibraba con el típico rechazo del norte por el alboroto y el sentimentalismo.
Afrontó la repentina aparición de su enfermedad, en diciembre de 2014, como una realidad más que podía santificar, siguiendo el espíritu del Opus Dei, que enseña a encontrar a Dios en las circunstancias ordinarias de la vida. Su cáncer era para él simplemente una “circunstancia”.
EN LOS ÚLTIMOS MESES, YA SIN ESPERANZAS DE CURACIÓN, PEDRO MANIFESTÓ QUE QUERÍA MORIR “EN CASA”
Sus padres, también ellos del Opus Dei, trabajan en Manchester. Cuando Pedro fue admitido en la prelatura, aceptaron que se trasladara a una casa con otros fieles que viven el celibato.
Cuando el tratamiento médico de la enfermedad lo requería, se trasladó al Christie Hospital. En los últimos meses, ya sin esperanzas de curación, Pedro manifestó que quería morir “en casa”. Pasó sus últimos días en Greygarth Hall, la residencia universitaria para jóvenes situada en Manchester y dónde había vivido durante dos años.
Una visita a Escocia, con otros fieles jóvenes del Opus Dei. Pedro, con camiseta roja, gozaba de unos días de tregua tras haber recibido un tratamiento en Alemania.
Pedro fue un estudiante brillante y serio. Había obtenido una plaza en el Imperial College de Londres, donde inició la carrera de ingeniería en 2014. Fue entonces cuando comenzó a sentir un fuerte dolor en la espalda. Durante unos meses se pensó que se trataba de un problema muscular. Cuando se descubrió el cáncer -a principios de 2015-, se había extendido demasiado para que pudiera detenerse.
REZABA A DIARIO. CUANDO EL DOLOR SE LO IMPEDÍA, SU ORACIÓN CONSISTÍA EN OFRECER SU SUFRIMIENTO
Sus amigos y familiares comenzaron a rezar con intensidad. Al mismo tiempo, se trasladó a Alemania para recibir una terapia de protones muy novedosa que, inicialmente, dio esperanzas. Pedro pudo disfrutar de un fantástico verano e incluso recomenzó sus estudios de ingeniería en Manchester. Sin embargo, el dolor se hizo de nuevo presente y el cáncer volvió a crecer, esta vez a un ritmo imparable.
Su vida se repartió entonces entre el Christie Hospital y la residencia Greygarth. Sus hermanos en el Opus Dei hicieron todo lo posible para apoyarlo humana y espiritualmente, junto con sus padres y sus dos hermanos, Carlos y Javier. Recibía la Comunión todos los días y siempre tenía alguien con quien conversar. Cuando las fuerzas lo acompañaban, cada día recitaba el rosario y hacía ratos de oración mental. Cuando el dolor se lo impedía, su oración consistía en ofrecer su sufrimiento.
En diciembre de 2014, pocos días antes de ser diagnosticado de cáncer.
Sus amigos acudían con frecuencia a visitarle. Muchos, también las enfermeras que lo cuidaban, coinciden en que tenía “algo especial”. Le encantaba la actualidad política e internacional. Aunque no era nada clerical, tenía amigos sacerdotes, por quienes rezaba especialmente. Sabía sufrir pensando en los sufrimientos de Jesucristo, y ofrecía su dolor por el bien espiritual de otras almas.
Pedro era una persona normal, con defectos y luchas como cualquiera. A veces, el sufrimiento lo deprimía, especialmente cuando no le daba tregua durante mucho tiempo. A veces lloraba. En ocasiones se enfadaba, pero su lucha era real y excepcionalmente valiente.
En noviembre de 2015 pudo saludar a Papa Francisco.
Vivió y murió como fiel numerario del Opus Dei, y deseaba ayudar a otros a ser fieles a su vocación. Una vez, menos de un mes antes de morir, un grupo de jóvenes del Opus Dei acudió a visitarlo al hospital. Después de una reunión, quiso hablar con ellos individualmente. Luego, se supo que Pedro les había animado, uno a uno, a ser fieles y perseverar en su vocación.
“¿ERES FELIZ?”; ÉSTE, DIJO: “SÍ, LO SOY, ¿Y TÚ, PEDRO?”...
A uno de los más jóvenes le preguntó: “¿Eres feliz?”; éste, dijo: “Sí, lo soy, ¿y tú, Pedro?”. Tras tres años de sufrimiento, y consciente de que la muerte no estaba muy lejana, el enfermo respondió: “Sí, nunca he sido tan feliz”.
Pedro murió en Greygarth a la 1.30 de la madrugada del sábado, día de la Virgen, con el escapulario y ante una imagen de la Virgen de Guadalupe. Le rodeaban sus padres, sus hermanos Carlos y Javier, y otros fieles del Opus Dei. Falleció tras escuchar estas palabras que el sacerdote dirigía a Dios: “Dirige hacia nosotros tus ojos misericordiosos…”.
Pedro, con sus padres, Esperanza y Pedro, y sus hermanos, Carlos y Javier.
Muchos sienten lo que afirmó uno de sus amigos: “Le he pedido que me ayude con una intención concreta. Siento que Pedro está más vivo que nunca”.
Joseph Evans, capellán de Greygarth Hall (Manchester).
jueves, enero 18, 2018
miércoles, enero 17, 2018
Un tipo de feminismo obligatorio.
http://elsonar.aceprensa.com/el-acoso-a-las-voces-fuera-del-coro/
El movimiento #MeToo se ha presentado como una llamada a liberar la palabra de las mujeres, y así poner en la picota a hombres poderosos acusados de utilizar su posición para abusar sexualmente de sus subordinadas. En este clima propicio a la denuncia, se han revelado prácticas abusivas intolerables, que han destrozado la imagen y la carrera de hombres del espectáculo y de la moda, antes intocables. Pero también se ha creado un clima en el que cualquier denuncia equivale a condena, y en el que si no compartes las tesis de #MeToo estás contra la mujer. De modo que, aunque se trata de liberar la palabra de las mujeres, no todas las voces de mujeres se consideran legítimas.
Ni tan siquiera vale tener una hoja de servicios feminista. Ahí está la escritora canadiense Margaret Atwood, la autora de El cuento de la criada, una distopía que se desarrolla en un futuro Estados Unidos donde se suprimen los derechos de las mujeres y se instaura un régimen basado en valores puritanos para ofrecer a la población la máxima seguridad posible. Al despertar de la pesadilla de la victoria electoral de Trump, el libro de Atwood adquirió un valor de profecía.
Pero ahora hasta la mismísima Atwood ha sido acusada de ser una “mala feminista”. Su pecado es haber despertado sospechas sobre la intolerancia de #MeToo y haber pedido que un profesor universitario acusado de conducta sexual inapropiada no sea condenado sin un debido proceso. En un artículo en The Globe and Mail, Atwood dice que el movimiento #MeToo es el síntoma de un sistema legal ineficaz, que no hace justicia a las víctimas. Pero, advierte, “una justicia paralela puede transformarse en un hábito cultural de linchamiento, en el que el modo de justicia normal se tira por la ventana, y en su lugar se instalan y se mantienen estructuras de poder extralegales”.
En tiempos de extremismo, la ideología se convierte en un dogma, señala Atwood. “Cualquiera que no comparte sus opiniones es visto como un apóstata, un hereje o un traidor, y los moderados son aniquilados”. Suficiente incorrección como para que la escritora haya sido advertida de que deje de hacer la guerra a mujeres más jóvenes y menos poderosas que ella, y que “empiece a escuchar”. Esto de “escuchar” es una advertencia repetida a las mujeres que desentonan en el coro, y es otro modo de decirles “cállate y suscribe lo que yo digo”.
Es la respuesta que se ha dado también al artículo publicado en Le Monde por un colectivo de cien mujeres, entre ellas Catherine Deneuve y Catherine Millet, en el que expresan su rechazo de un cierto feminismo que expresa un “odio a los hombres” y un afán censor en nombre de un nuevo puritanismo.
A estas mujeres les parece que, a raíz del affaire Weinstein, la denuncia de violencias sexuales sufridas por mujeres en el marco profesional ha sido una legítima y necesaria toma de conciencia. Pero advierten que “esta liberación de la palabra se convierte hoy en su contrario: se nos intima a hablar como es debido, a callar lo que incomoda, y las que rehúsan plegarse a estas imposiciones son vistas como traidoras, como cómplices”.
Ellas piensan que se está dado una imagen de las mujeres como “eternas víctimas” que deben ser protegidas. Distinguen entre “la violación, que es un crimen”, y “la seducción insistente o torpe, que no es un delito, como la galantería no es una agresión machista”. No ha favorecido mucho a su tesis afirmar que “defendemos una libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual”. Quizá por su edad media estas mujeres tienden a verse como paladines de la liberación sexual frente al puritanismo, problemática ya superada para las más jóvenes.
Pero se entiende su temor a una justicia expeditiva: “#MeToo –dicen– ha provocado en la prensa y en las redes sociales una campaña de delaciones y de acusaciones públicas contra individuos que, sin que se les deje la posibilidad de responder ni de defenderse, han sido puestos al mismo nivel que los agresores sexuales”.
Pues a raíz del artículo ellas han sido puestas al nivel de traidoras a la causa. Como suele ocurrir en los casos en que unas mujeres discrepan de las tesis feministas “correctas”, la munición utilizada contra ellas contiene más adjetivos que ideas. Feministas francesas han comparado a Deneuve con “el tío pesado que no entiende lo que está pasando”; otras diagnostican a las firmantes de “misoginia interiorizada”; no faltan las que las descalifican porque, gracias a su privilegiada posición en la sociedad, no han experimentado los sistemáticos abusos que supuestamente sufren todas las demás mujeres. Lo cual no deja de ser paradójico, pues tampoco puede decirse que #MeToo haya sido impulsado por mujeres corrientes, sino más bien por féminas que protestan en nombre de la igualdad de género con modelos negros exclusivos en la alfombra roja de los Globos de Oro.
El acoso a las voces fuera del coro se ha hecho sentir no solo por lo que alguna ha dicho, sino incluso por lo que una puede decir en el futuro, en una especie de censura previa. Lo ha experimentado en sus carnes Katie Roiphe, ensayista, autora del libro The Morning After: Sex, Fear and Feminism. Se ha corrido la voz de que Roiphe va a publicar un artículo en el número de marzo de Harper’s en el que mencionará a la mujer responsable de haber creado la Shitty Media Men List, una especie de lista negra de publicistas que supuestamente se han comportado mal con las mujeres, y en la que pueden añadirse nombres anónimamente.
El mero hecho de que una mujer desvele el nombre de otra que está haciendo esta “valiente campaña” ha sido considerado como una traición, y en las hogueras encendidas en Twitter se ha tratado a Roiphe de “Tío Tom del género”, “basura”, “pro violación”…
La duda de si realmente se han liberado las voces femeninas se refleja en la disparidad entre lo que se dice en público y en privado, como reconoce la escritora Daphne Merkin en The New York Times. En público, dice Merkin, todas compartimos en Twitter las condenas de #MeToo. En privado, hay muchas más reservas respecto al valor de las acusaciones, en las que se mezclan casos palmarios de depredadores sexuales con otros en los que las acusaciones son “dispersas, anónimas o, hasta donde puede saber el público, muy vagas e inconcretas”.
El hecho de que lo que se dice en privado sea tan distinto de lo que se afirma en público es, para Merkin. “un mal signo, pues sugiere una especie de intimidación social que es la parte oculta de una cultura de corrección política en la que estamos sumergidos cada vez más”.
Pero si se trata de liberar la palabra de las mujeres habrá que respetar lo que cada una quiere decir, sin imponerles la moda en negro del #MeToo.