sábado, noviembre 30, 2024

Sic.


30 de noviembre de 2024
“Dios suele buscar instrumentos flacos”
Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena!, ¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre! –Y luego, ¡lánzanos lejos!, lejos, con hambres de mies, a una siembra cada día más fecunda, por Amor a Ti. (Forja, 5)

Sin gran dificultad podríamos encontrar en nuestra familia, entre nuestros amigos y compañeros, por no referirme al inmenso panorama del mundo, tantas otras personas más dignas que nosotros para recibir la llamada de Cristo. Más sencillos, más sabios, más influyentes, más importantes, más agradecidos, más generosos.

Yo, al pensar en estos puntos, me avergüenzo. Pero me doy cuenta también de que nuestra lógica humana no sirve para explicar las realidades de la gracia. Dios suele buscar instrumentos flacos, para que aparezca con clara evidencia que la obra es suya. (…) Sin que haya mediado mérito alguno por nuestra parte, os decía: porque en la base de la vocación están el conocimiento de nuestra miseria, la conciencia de que las luces que iluminan el alma ‑la fe‑, el amor con el que amamos ‑la caridad‑ y el deseo por el que nos sostenemos ‑la esperanza‑, son dones gratuitos de Dios. Por eso, no crecer en humildad significa perder de vista el objetivo de la elección divina: ut essemus sancti, la santidad personal.

Ahora, desde esa humildad, podemos comprender toda la maravilla de la llamada divina. La mano de Cristo nos ha cogido de un trigal: el sembrador aprieta en su mano llagada el puñado de trigo. La sangre de Cristo baña la simiente, la empapa. Luego, el Señor echa al aire ese trigo, para que muriendo, sea vida y, hundiéndose en la tierra, sea capaz de multiplicarse en espigas de oro. (Es Cristo que pasa, 3)

 

Sic.

29 de noviembre de 2024
“Ojalá no te falte sencillez”
Mira: los apóstoles, con todas sus miserias patentes e innegables, eran sinceros, sencillos..., transparentes. Tú también tienes miserias patentes e innegables. –Ojalá no te falte sencillez. (Camino, 932)

Aquellos primeros apóstoles ‑a los que tengo gran devoción y cariño‑ eran, según los criterios humanos, poca cosa. En cuanto a posición social, con excepción de Mateo, que seguramente se ganaba bien la vida y que dejó todo cuando Jesús se lo pidió, eran pescadores: vivían al día, bregando de noche, para poder lograr el sustento.

Pero la posición social es lo de menos. No eran cultos, ni siquiera muy inteligentes, al menos en lo que se refiere a las realidades sobrenaturales. Incluso los ejemplos y las comparaciones más sencillas les resultaban incomprensibles, y acudían al Maestro: Domine, edissere nobis parabolam, Señor, explícanos la parábola. Cuando Jesús, con una imagen, alude al fermento de los fariseos, entienden que les está recriminando por no haber comprado pan.

Pobres, ignorantes. Y ni siquiera sencillos, llanos. Dentro de su limitación, eran ambiciosos. Muchas veces discuten sobre quién sería el mayor, cuando ‑según su mentalidad‑ Cristo instaurase en la tierra el reino definitivo de Israel. Discuten y se acaloran durante ese momento sublime, en el que Jesús está a punto de inmolarse por la humanidad: en la intimidad del Cenáculo.

Fe, poca. El mismo Jesucristo lo dice. Han visto resucitar muertos, curar toda clase de enfermedades, multiplicar el pan y los peces, calmar tempestades, echar demonios. (…)

Aquellos hombres de poca fe, ¿sobresalían quizá en el amor a Cristo? Sin duda lo amaban, al menos de palabra. (…) Son hombres corrientes, con defectos, con debilidades, con la palabra más larga que las obras. Y, sin embargo, Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres, corredentores, administradores de la gracia de Dios. (Es Cristo que pasa, 2)

jueves, noviembre 28, 2024

Sic.

 

28 de noviembre de 2024
“Aquí estoy, porque me has llamado”
Ha llegado para nosotros un día de salvación, de eternidad. Una vez más se oyen esos silbidos del Pastor Divino, esas palabras cariñosas, “vocavi te nomine tuo” –te he llamado por tu nombre. Como nuestra madre, Él nos invita por el nombre.

Más: por el apelativo cariñoso, familiar. –Allá, en la intimidad del alma, llama, y hay que contestar: “ecce ego, quia vocasti me” –aquí estoy, porque me has llamado, decidido a que esta vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro. (Forja, 7)

Un día –no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia–, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana –que es la razón más sobrenatural–, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de Él.

No me gusta hablar de elegidos ni de privilegiados. Pero es Cristo quien habla, quien elige. Es el lenguaje de la Escritura: elegit nos in ipso ante mundi constitutionem –dice San Pablo– ut essemus sancti (Eph I, 4). Nos ha escogido, desde antes de la constitución del mundo, para que seamos santos. Yo sé que esto no te llena de orgullo, ni contribuye a que te consideres superior a los demás hombres. Esa elección, raíz de la llamada, debe ser la base de tu humildad. ¿Se levanta acaso un monumento a los pinceles de un gran pintor? Sirvieron para plasmar obras maestras, pero el mérito es del artista. Nosotros –los cristianos– somos sólo instrumentos del Creador del mundo, del Redentor de todos los hombres. (Es Cristo que pasa, 1)


Medalla milagrosa.


 Esta es la historia de la “medalla milagrosa” que cumple 190 años.


La medalla de la Inmaculada Concepción cumple 190 años, después de que la Virgen María se la revelara en diversas apariciones a la religiosa Catalina Labouré, Hija de la Caridad, en París (Francia).

En la noche del 18 al 19 de julio de 1830, un niño aparece en la habitación de Catalina de Laboure, novicia de las Hijas de la Caridad, y le pide que vaya a la capilla.

Según destaca el semanario católico Alfa y Omega, “allí, en el silencio de la noche, Catalina se encuentra con la Virgen María.

Y conversa con Ella, sin tiempos ni distancias, durante varias horas. Antes de despedirse, María pone en el corazón de Catalina un deseo especial: ‘Mi niña, te voy a encomendar una misión’”.

Pero no es hasta el 27 de noviembre de 1830, cuando la religiosa vuelve a tener una visión de la Virgen. La ve situada sobre la mitad de un globo, sosteniendo una esfera dorada entre sus manos y mirando al cielo.
La Virgen le explica que la esfera representa al mundo, pero de manera especial a Francia.

De los dedos con joyas de María salen rayos de luz. Son, según explica la Virgen, las gracias que Ella obtiene para aquellos que se las piden, mientras que otras joyas permanecen apagadas, y son, según precisa, “los rayos y las gracias que están disponibles, pero nadie los ha pedido”.

En una tercera aparición, según destaca Alfa y Omega, la Virgen le muestra una inscripción que da forma a la figura de la Virgen: “Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.

La Virgen insta a Catalina Labouré a acuñar una medalla según este modelo y le promete que “quienes la lleven puesta recibirán grandes gracias, especialmente si la llevan alrededor del cuello”.
Y aunque la religiosa explica a su confesor cada una de las apariciones, hasta poco antes de morir, no revela que había recibido el diseño de la medalla 47 años antes.

Las primeras medallas son realizadas en 1832, con la aprobación de la Iglesia y se distribuyen por todo París. La devoción se propaga rapidísimamente y por el gran número de gracias que se conceden a través de ella, la gente empieza a llamarla la “Medalla Milagrosa”.

En 1836 comienza una investigación canónica en París, que declara auténticas las apariciones.

La devoción a la medalla es, todavía hoy, muy fuerte.

Félix Álvarez es director nacional de la Asociación de la Medalla Milagrosa y destaca a Alfa y Omega que la misión de esta asociación es “ante todo, promover el amor a María a través de los más necesitados”.

En España cuenta con más de 70 mil miembros y 628 centros. Según destaca Álvarez, las visitas que realizan a los domicilios son “de los factores más importantes” de la asociación, porque junto la intención de evangelizar y de cuidar a los enfermos, también está la de “dejarse la vida por los más pobres”.

La medalla milagrosa tiene en la parte frontal la imagen de María que está de pie sobre un globo como Reina del cielo y de la tierra. Además, aplasta la cabeza de una serpiente para proclamar que Satanás no tiene poder frente a Ella.

Aparece el año 1830, cuando la Virgen le da el diseño a la santa. La referencia a María concebida sin pecado manifiesta el dogma de la Inmaculada Concepción de María, proclamado en 1854.
En el reverso hay doce estrellas que simbolizan los doce apóstoles y la Iglesia entera, rodeando una M que representa a María, de la que nace una cruz, que es Cristo. También hay dos corazones con llamas brotando de ellos.

Santa Catalina de Labouré murió en 1876 y el Papa Pío XII la declaró santa en 1947. La festividad de la Virgen de la medalla milagrosa se celebra el 27 de noviembre

Sic.

27 de noviembre de 2024
“Hemos de gastarnos diariamente con Él”
¡Qué contento se debe morir, cuando se han vivido heroicamente todos los minutos de la vida! –Te lo puedo asegurar porque he presenciado la alegría de quienes, con serena impaciencia, durante muchos años, se han preparado para ese encuentro. (Surco, 893)

El Señor nos ha regalado la vida, los sentidos, las potencias, gracias sin cuento: y no tenemos derecho a olvidar que somos un obrero, entre tantos, en esta hacienda, en la que Él nos ha colocado, para colaborar en la tarea de llevar el alimento a los demás. Este es nuestro sitio: dentro de estos límites; aquí hemos de gastarnos diariamente con Él, ayudándole en su labor redentora.

Dejadme que insista: ¿tu tiempo para ti? ¡Tu tiempo para Dios! Puede ser que, por la misericordia del Señor, ese egoísmo no haya entrado en tu alma de momento. Te hablo, por si alguna vez sientes que tu corazón vacila en la fe de Cristo. Entonces te pido -te pide Dios- fidelidad en tu empeño, dominar la soberbia, sujetar la imaginación, no permitirte la ligereza de irte lejos, no desertar. (Amigos de Dios, 49)


 

Sic.



26 de noviembre de 2024
"Acabar bien las tareas"
La santidad está compuesta de heroísmos. –Por tanto, en el trabajo se nos pide el heroísmo de "acabar" bien las tareas que nos corresponden, día tras día, aunque se repitan las mismas ocupaciones. Si no, ¡no queremos ser santos! (Surco, 529)

Me has preguntado qué puedes ofrecer al Señor. –No necesito pensar mi respuesta: lo mismo de siempre, pero mejor acabado, con un remate de amor, que te lleve a pensar más en Él y menos en ti. (Surco, 495)

Al reanudar tu tarea ordinaria, se te escapó como un grito de protesta: ¡siempre la misma cosa!

Y yo te dije: –sí, siempre la misma cosa. Pero esa tarea vulgar –igual que la que realizan tus compañeros de oficio– ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta.

Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica. (Surco, 500)

Pon en tu mesa de trabajo, en la habitación, en tu cartera..., una imagen de Nuestra Señora, y dirígele la mirada al comenzar tu tarea, mientras la realizas y al terminarla. Ella te alcanzará –¡te lo aseguro!– la fuerza para hacer, de tu ocupación, un diálogo amoroso con Dios. (Surco, 531)

 

lunes, noviembre 25, 2024

Sic.

 

25 de noviembre de 2024
“Te adoro, te amo, auméntame la fe”
Cuando le recibas, dile: Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas. (Forja, 832)

Asistiendo a la Santa Misa, aprenderéis a tratar a cada una de las Personas divinas: al Padre, que engendra al Hijo; al Hijo, que es engendrado por el Padre; al Espíritu Santo que de los dos procede. Tratando a cualquiera de las tres Personas, tratamos a un solo Dios; y tratando a las tres, a la Trinidad, tratamos igualmente a un solo Dios único y verdadero. Amad la Misa, hijos míos, amad la Misa. Y comulgad con hambre, aunque estéis helados, aunque la emotividad no responda: comulgad con fe, con esperanza, con encendida caridad.

No ama a Cristo quien no ama la Santa Misa, quien no se esfuerza en vivirla con serenidad y sosiego, con devoción, con cariño. El amor hace a los enamorados finos, delicados; les descubre, para que los cuiden, detalles a veces mínimos, pero que son siempre expresión de un corazón apasionado. De este modo hemos de asistir a la Santa Misa. Por eso he sospechado siempre que, los que quieren oír una Misa corta y atropellada, demuestran con esa actitud poco elegante también, que no han alcanzado a darse cuenta de lo que significa el Sacrificio del altar.

El amor a Cristo, que se ofrece por nosotros, nos impulsa a saber encontrar, acabada la Misa, unos minutos para una acción de gracias personal, íntima, que prolongue en el silencio del corazón esa otra acción de gracias que es la Eucaristía. (Es Cristo que pasa, nn. 91-92)

domingo, noviembre 24, 2024

Sic.

 

24 de noviembre de 2024
“El trabajo tuyo debe ser oración”
Antes de empezar a trabajar, pon sobre tu mesa o junto a los útiles de tu labor, un crucifijo. De cuando en cuando, échale una mirada... Cuando llegue la fatiga, los ojos se te irán hacia Jesús, y hallarás nueva fuerza para proseguir en tu empeño. Porque ese crucifijo es más que el retrato de una persona querida –los padres, los hijos, la mujer, la novia...–; Él es todo: tu Padre, tu Hermano, tu Amigo, tu Dios, y el Amor de tus amores. (Via Crucis, Estación XI. n. 5)

Suelo decir con frecuencia que, en estos ratos de conversación con Jesús, que nos ve y nos escucha desde el Sagrario, no podemos caer en una oración impersonal; y comento que, para meditar de modo que se instaure enseguida un diálogo con el Señor -no se precisa el ruido de palabras-, hemos de salir del anonimato, ponernos en su presencia tal como somos, sin emboscarnos en la muchedumbre que llena la iglesia, ni diluirnos en una retahíla de palabrería hueca, que no brota del corazón, sino todo lo más de una costumbre despojada de contenido.

Pues ahora añado que también el trabajo tuyo debe ser oración personal, ha de convertirse en una gran conversación con Nuestro Padre del Cielo. Si buscas la santificación en y a través de tu actividad profesional, necesariamente tendrás que esforzarte en que se convierta en una oración sin anonimato. Tampoco estos afanes tuyos pueden caer en la oscuridad anodina de una tarea rutinaria, impersonal, porque en ese mismo instante habría muerto el aliciente divino que anima tu quehacer cotidiano. (Amigos de Dios, n. 64)


Sic.

 

23 de noviembre de 2024
“Ocuparse de los demás y olvidarse de sí mismo”
Los verdaderos obstáculos que te separan de Cristo –la soberbia, la sensualidad...–, se superan con oración y penitencia. Y rezar y mortificarse es también ocuparse de los demás y olvidarse de sí mismo. Si vives así, verás cómo la mayor parte de los contratiempos que tienes, desaparecen (Via Crucis, Estación X. n. 4).

Hablas y no te escuchan. Y si te escuchan, no te entienden. ¡Eres un incomprendido!... De acuerdo. En cualquier caso, para que tu cruz tenga todo el relieve de la Cruz de Cristo, es preciso que trabajes ahora así, sin que te tengan en cuenta. Otros te entenderán. (Via Crucis, Estación III. n. 4).

¡Cuántos, con la soberbia y la imaginación, se meten en unos calvarios que no son de Cristo!

La Cruz que debes llevar es divina. No quieras llevar ninguna humana. Si alguna vez cayeras en este lazo, rectifica enseguida: te bastará pensar que Él ha sufrido infinitamente más por amor nuestro. (Via Crucis, Estación V. n. 5).

Por mucho que ames, nunca querrás bastante.

El corazón humano tiene un coeficiente de dilatación enorme. Cuando ama, se ensancha en un crescendo de cariño que supera todas las barreras.

Si amas al Señor, no habrá criatura que no encuentre sitio en tu corazón. (Via Crucis, Estación VIII. n. 5

viernes, noviembre 22, 2024

Sic.


 

22 de noviembre de 2024
“En nombre de Dios: no desesperes”
Son santos los que luchan hasta el final de su vida: los que siempre se saben levantar después de cada tropiezo, de cada caída, para proseguir valientemente el camino con humildad, con amor, con esperanza. (Forja, 186)

Para que no te apartes por cobardía de esa confianza que Dios deposita en ti, evita la presunción de menospreciar ingenuamente las dificultades que aparecerán en tu camino de cristiano.

No hemos de extrañarnos. Arrastramos en nosotros mismos -consecuencia de la naturaleza caída- un principio de oposición, de resistencia a la gracia: son las heridas del pecado de origen, enconadas por nuestros pecados personales. Por tanto, hemos de emprender esas ascensiones, esas tareas divinas y humanas -las de cada día-, que siempre desembocan en el Amor de Dios, con humildad, con corazón contrito, fiados en la asistencia divina, y dedicando nuestros mejores esfuerzos como si todo dependiera de uno mismo.

Mientras peleamos -una pelea que durará hasta la muerte-, no excluyas la posibilidad de que se alcen, violentos, los enemigos de fuera y de dentro. Y por si fuera poco ese lastre, en ocasiones se agolparán en tu mente los errores cometidos, quizá abundantes. Te lo digo en nombre de Dios: no desesperes. Cuando eso suceda -que no debe forzosamente suceder; ni será lo habitual-, convierte esa ocasión en un motivo de unirte más con el Señor; porque Él, que te ha escogido como hijo, no te abandonará. Permite la prueba, para que ames más y descubras con más claridad su continua protección, su Amor.

Insisto, ten ánimos, porque Cristo, que nos perdonó en la Cruz, sigue ofreciendo su perdón en el Sacramento de la Penitencia, y siempre tenemos por abogado ante el Padre a Jesucristo, el Justo. Él mismo es la víctima de propiciación por nuestros pecados: y no tan sólo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo, para que alcancemos la Victoria. (Amigos de Dios, 214)

Sic.

21 de noviembre de 2024
“Es tiempo de esperanza”
“Es tiempo de esperanza, y vivo de este tesoro. No es una frase, Padre –me dices–, es una realidad”. Entonces..., el mundo entero, todos los valores humanos que te atraen con una fuerza enorme –amistad, arte, ciencia, filosofía, teología, deporte, naturaleza, cultura, almas...–, todo eso deposítalo en la esperanza: en la esperanza de Cristo. (Surco, 293)

Allí donde nos encontremos, nos exhorta el Señor: ¡vela! Alimentemos en nuestras conciencias, ante esa petición de Dios, los deseos esperanzados de santidad, con obras. Dame, hijo mío, tu corazón, nos sugiere al oído. Déjate de construir castillos con la fantasía, decídete a abrir tu alma a Dios, pues exclusivamente en el Señor hallarás fundamento real para tu esperanza y para hacer el bien a los demás. Cuando no se lucha consigo mismo, cuando no se rechazan terminantemente los enemigos que están dentro de la ciudadela interior -el orgullo, la envidia, la concupiscencia de la carne y de los ojos, la autosuficiencia, la alocada avidez de libertinaje-, cuando no existe esa pelea interior, los más nobles ideales se agostan como la flor del heno, que al salir el sol ardiente, se seca la hierba, cae la flor, y se acaba su vistosa hermosura. Después, en el menor resquicio brotarán el desaliento y la tristeza, como una planta dañina e invasora.

No se conforma Jesús con un asentimiento titubeante. Pretende, tiene derecho a que caminemos con entereza, sin concesiones ante las dificultades. Exige pasos firmes, concretos; pues, de ordinario, los propósitos generales sirven para poco. Esos propósitos tan poco delineados me parecen ilusiones falaces, que intentan acallar las llamadas divinas que percibe el corazón; fuegos fatuos, que no queman ni dan calor, y que desaparecen con la misma fugacidad con que han surgido.

Por eso, me convenceré de que tus intenciones para alcanzar la meta son sinceras, si te veo marchar con determinación. Obra el bien, revisando tus actitudes ordinarias ante la ocupación de cada instante; practica la justicia, precisamente en los ámbitos que frecuentas, aunque te dobles por la fatiga; fomenta la felicidad de los que te rodean, sirviendo a los otros con alegría en el lugar de tu trabajo, con esfuerzo para acabarlo con la mayor perfección posible, con tu comprensión, con tu sonrisa, con tu actitud cristiana. Y todo, por Dios, con el pensamiento en su gloria, con la mirada alta, anhelando la Patria definitiva, que sólo ese fin merece la pena. (Amigos de Dios, 211)

miércoles, noviembre 20, 2024

Sic.

 

20 de noviembre de 2024
“Cuando penséis que tenéis toda la razón...”
Acude a la dirección espiritual cada vez con mayor humildad, y puntualmente, que es también humildad. Piensa —no te equivocas, porque ahí Dios te habla— que eres como un niño pequeño, ¡sincero!, al que van enseñando a hablar, a leer, a conocer las flores y los pájaros, a vivir las alegrías y las penas, a fijarse en el suelo que pisa.

Vuelvo a afirmar que todos tenemos miserias. Pero las miserias nuestras no nos deberán mover nunca a desentendernos del Amor de Dios, sino a acogernos a ese Amor, a meternos dentro de esa bondad divina, como los guerreros antiguos se metían dentro de su armadura: aquel ecce ego, quia vocasti me -cuenta conmigo, porque me has llamado-, es nuestra defensa. No hemos de alejarnos de Dios, porque descubramos nuestras fragilidades; hemos de atacar las miserias, precisamente porque Dios confía en nosotros.

Perdonad mi machaconería, pero juzgo imprescindible que se grabe a fuego en vuestras inteligencias, que la humildad y -su consecuencia inmediata- la sinceridad enlazan los otros medios, y se muestran como algo que fundamenta la eficacia para la victoria. Si el demonio mudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder; en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todo sale bien, somos felices, la vida marcha rectamente: seamos siempre salvajemente sinceros, pero con prudente educación.

Quiero que esto quede claro; a mí no me preocupan tanto el corazón y la carne, como la soberbia. Humildes. Cuando penséis que tenéis toda la razón, no tenéis razón ninguna. Id a la dirección espiritual con el alma abierta: no la cerréis, porque -repito- se mete el demonio mudo, que es difícil de sacar. (Amigos de Dios, nn. 187-188)

Sic.

 


19 de noviembre de 2024
"Calma, deja que corra el tiempo"
Estás intranquilo. -Mira: pase lo que pase en tu vida interior o en el mundo que te rodea nunca olvides que la importancia de los sucesos o de las personas es muy relativa. -Calma: deja que corra el tiempo; y, después, viendo de lejos y sin pasión los acontecimientos y las gentes adquirirás la perspectiva, pondrás cada cosa en su lugar y con su verdadero tamaño. Si obras de este modo serás más justo y te ahorrarás muchas preocupaciones. (Camino, 702)

No os asustéis, ni temáis ningún daño, aunque las circunstancias en que trabajéis sean tremendas, peores que las de Daniel en la fosa con aquellos animales voraces. Las manos de Dios son igualmente poderosas y, si fuera necesario, harían maravillas. ¡Fieles! Con una fidelidad amorosa, consciente, alegre, a la doctrina de Cristo, persuadidos de que los años de ahora no son peores que los de otros siglos, y de que el Señor es el de siempre.

Conocí a un anciano sacerdote, que afirmaba –sonriente– de sí mismo: yo estoy siempre tranquilo, tranquilo. Y así hemos de encontrarnos siempre nosotros, metidos en el mundo, rodeados de leones hambrientos, pero sin perder la paz: tranquilos. Con amor, con fe, con esperanza, sin olvidar jamás que, si conviene, el Señor multiplicará los milagros. (Amigos de Dios, 105)

lunes, noviembre 18, 2024

Sic.

 


18 de noviembre de 2024
“Nuestra fortaleza es prestada”
No me seas flojo, blando. -Ya es hora de que rechaces esa extraña compasión que sientes de ti mismo. (Camino, 193)

Hablábamos antes de lucha. Pero la lucha exige entrenamiento, una alimentación adecuada, una medicina urgente en caso de enfermedad, de contusiones, de heridas. Los Sacramentos, medicina principal de la Iglesia, no son superfluos: cuando se abandonan voluntariamente, no es posible dar un paso en el camino del seguimiento de Jesucristo: los necesitamos como la respiración, como el circular de la sangre, como la luz, para apreciar en cualquier instante lo que el Señor quiere de nosotros.

La ascética del cristiano exige fortaleza; y esa fortaleza la encuentra en el Creador. Somos la oscuridad, y Él es clarísimo resplandor; somos la enfermedad, y El es salud robusta; somos la debilidad, y Él nos sustenta, quia tu es, Deus, fortitudo mea, porque siempre eres, oh Dios mío, nuestra fortaleza. Nada hay en esta tierra capaz de oponerse al brotar impaciente de la Sangre redentora de Cristo. Pero la pequeñez humana puede velar los ojos, de modo que no adviertan la grandeza divina. De ahí la responsabilidad de todos los fieles, y especialmente de los que tienen el oficio de dirigir ‑de servir‑ espiritualmente al Pueblo de Dios, de no cegar las fuentes de la gracia, de no avergonzarse de la Cruz de Cristo. (Es Cristo que pasa, 80)

domingo, noviembre 17, 2024

Sic.

 

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17 de noviembre de 2024
“Dios resiste a los soberbios”
Camino seguro de humildad es meditar cómo, aun careciendo de talento, de renombre y de fortuna, podemos ser instrumentos eficaces, si acudimos al Espíritu Santo para que nos dispense sus dones. Los Apóstoles, a pesar de haber sido instruidos por Jesús durante tres años, huyeron despavoridos ante los enemigos de Cristo. Sin embargo, después de Pentecostés, se dejaron azotar y encarcelar, y acabaron dando la vida en testimonio de su fe. (Surco, 283)

Jesucristo, Señor Nuestro, con mucha frecuencia nos propone en su predicación el ejemplo de su humildad: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Para que tú y yo sepamos que no hay otro camino, que sólo el conocimiento sincero de nuestra nada encierra la fuerza de atraer hacia nosotros la divina gracia. Por nosotros, Jesús vino a padecer hambre y a alimentar, vino a sentir sed y a dar de beber, vino a vestirse de nuestra mortalidad y a vestir de inmortalidad, vino pobre para hacer ricos.

Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia, enseña el Apóstol San Pedro. En cualquier época, en cualquier situación humana, no existe más camino -para vivir vida divina- que el de la humildad. ¿Es que el Señor se goza acaso en nuestra humillación? No. ¿Qué alcanzaría con nuestro abatimiento el que ha creado todo, y mantiene y gobierna cuanto existe? Dios únicamente desea nuestra humildad, que nos vaciemos de nosotros mismos, para poder llenarnos; pretende que no le pongamos obstáculos, para que -hablando al modo humano- quepa más gracia suya en nuestro pobre corazón. Porque el Dios que nos inspira ser humildes es el mismo que transformará el cuerpo de nuestra humildad y le hará conforme al suyo glorioso, con la misma virtud eficaz con que puede también sujetar a su imperio todas las cosas. Nuestro Señor nos hace suyos, nos endiosa con un endiosamiento bueno(Amigos de Dios, nn. 97-98)

Sic.

 

16 de noviembre de 2024
“Dios no se cansa de nuestras infidelidades”
Ser pequeño: las grandes audacias son siempre de los niños. ¿Quién pide... la luna? ¿Quién no repara en peligros para conseguir su deseo? “Poned” en un niño “así”, mucha gracia de Dios, el deseo de hacer su Voluntad (de Dios), mucho amor a Jesús, toda la ciencia humana que su capacidad le permita adquirir... y tendréis retratado el carácter de los apóstoles de ahora, tal como indudablemente Dios los quiere. (Camino, 857)

La filiación divina es el fundamento del espíritu del Opus Dei. Todos los hombres son hijos de Dios. Pero un hijo puede reaccionar, frente a su padre, de muchas maneras. Hay que esforzarse por ser hijos que procuran darse cuenta de que el Señor, al querernos como hijos, ha hecho que vivamos en su casa, en medio de este mundo, que seamos de su familia, que lo suyo sea nuestro y lo nuestro suyo, que tengamos esa familiaridad y confianza con Él que nos hace pedir, como el niño pequeño, ¡la luna!

Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a Él, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia.

Mirad que no estoy inventando nada. Recordad aquella parábola que el Hijo de Dios nos contó para que entendiéramos el amor del Padre que está en los cielos: la parábola del hijo pródigo.

Cuando aún estaba lejos, dice la Escritura, lo vio su padre, y enterneciéronsele las entrañas y corriendo a su encuentro, le echó los brazos al cuello y le dio mil besos. Estas son las palabras del libro sagrado: le dio mil besos, se lo comía a besos. ¿Se puede hablar más humanamente? ¿Se puede describir de manera más gráfica el amor paternal de Dios por los hombres? (Es Cristo que pasa, 64)

Sic.



 

15 de noviembre de 2024
“La castidad no resulta un peso molesto”
Contra la vida limpia, la pureza santa, se alza una gran dificultad, a la que todos estamos expuestos: el peligro del aburguesamiento, en la vida espiritual o en la vida profesional: el peligro –también para los llamados por Dios al matrimonio– de sentirse solterones, egoístas, personas sin amor. –Lucha de raíz contra ese riesgo, sin concesiones de ningún género. (Forja, 89)

Con el espíritu de Dios, la castidad no resulta un peso molesto y humillante. Es una afirmación gozosa: el querer, el dominio, el vencimiento, no lo da la carne, ni viene del instinto; procede de la voluntad, sobre todo si está unida a la Voluntad del Señor. Para ser castos -y no simplemente continentes u honestos-, hemos de someter las pasiones a la razón, pero por un motivo alto, por un impulso de Amor.

Comparo esta virtud a unas alas que nos permiten transmitir los mandatos, la doctrina de Dios, por todos los ambientes de la tierra, sin temor a quedar enlodados. Las alas -también las de esas aves majestuosas que se remontan donde no alcanzan las nubes- pesan, y mucho. Pero si faltasen, no habría vuelo. Grabadlo en vuestras cabezas, decididos a no ceder si notáis el zarpazo de la tentación, que se insinúa presentando la pureza como una carga insoportable: ¡ánimo!, ¡arriba!, hasta el sol, a la caza del Amor.

Acabo de señalaros que me ayuda, para esto, acudir a la Humanidad Santísima de Nuestro Señor, a esa maravilla inefable de Dios que se humilla hasta hacerse hombre, y que no se siente degradado por haber tomado carne como la nuestra, con todas sus limitaciones y flaquezas, menos el pecado; y esto, ¡porque nos ama con locura! Él no se rebaja con su anonadamiento; en cambio, a nosotros, nos eleva, nos deifica en el cuerpo y en el alma. Responder que sí a su Amor, con un cariño claro, ardiente y ordenado, eso es la virtud de la castidad. (Amigos de Dios, nn. 177-178)

jueves, noviembre 14, 2024

Sic.

 

4 de noviembre de 2024
“Queremos mirar con ojos limpios”
¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad. La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza. Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia. (Camino, 119)

Ciertamente, la caridad teologal se nos muestra como la virtud más alta; pero la castidad resulta el medio sine qua non, una condición imprescindible para lograr ese diálogo íntimo con Dios; y cuando no se guarda, si no se lucha, se acaba ciego; no se ve nada, porque el hombre animal no puede percibir las cosas que son del Espíritu de Dios.

Nosotros queremos mirar con ojos limpios, animados por la predicación del Maestro: bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios. La Iglesia ha presentado siempre estas palabras como una invitación a la castidad. Guardan un corazón sano, escribe San Juan Crisóstomo, los que poseen una conciencia completamente limpia o los que aman la castidad. Ninguna virtud es tan necesaria como ésta para ver a Dios(Amigos de Dios, 175)


miércoles, noviembre 13, 2024

Por que ha ganado Trump.

 

Por qué ha ganado Trump; por Rafael

Navarro-Valls, catedrático y presidente

de la Unión Internacional de Academias

Jurídicas Iberoamericanas

07/11/2024

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El día 7 de noviembre de 2024 se ha publicado, en el

diario El Mundo, un artículo de Rafael Navarro-Valls,

en el cual el autor opina que Trump ha ganado

porque promete ser el presidente que devolverá la

estabilidad económica y el crecimiento al país, lo que

ha resultado atractivo para los votantes preocupados

por la inflación y la incertidumbre financiera.


POR QUÉ HA GANADO TRUMP


El vencedor de las elecciones de noviembre de 2024 probablemente ha sido el

candidato a la Casa Blanca cuya historia es más compleja. Ganó la presidencia

frente a Hillary Clinton con un voto popular inferior a su contrincante. Tuvo

momentos muy polémicos: por ejemplo, dos juicios políticos. Perdió contra

Joe Biden la elección para el segundo mandato lanzando duros ataques contra

el supuesto amaño electoral. Y finalmente, para ganar ahora ha tenido que

enfrentarse con una situación inédita: la lucha contra dos contrincantes

seguidos (Biden y Kamala Harris), con el consiguiente desgaste que eso

supone.

Estas vicisitudes han llevado a cambios en su programa que han favorecido su

victoria. Algunos ejemplos. Aunque el muro con México fue una de sus

grandes promesas, en su campaña actual ha cambiado el enfoque, subrayando

la seguridad fronteriza y sin enfatizar tanto en la construcción física del muro.

En 2016, durante su campaña contra Hillary, Trump criticó acuerdos como el

Nafta (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), pero ahora con el

USMCA (acuerdo con México y Canadá que reemplazó al Nafta) habla más

sobre frenar la inflación y mantener el dólar fuerte. En 2016, Trump se

mostraba escéptico ante la OTAN y apoyaba las relaciones bilaterales con

Rusia. Actualmente, aunque mantiene una postura de evitar conflictos

internacionales prolongados, ha centrado más su enfoque en una competencia

con China que agrada a sus votantes.


Así las cosas, veamos las principales razones por las que su liderazgo ha

resonado entre el electorado de EEUU con más fuerza que los mensajes de

Harris.

Uno de los aspectos más destacados de la candidatura de Donald Trump es su

base de apoyo, que se ha mantenido leal y comprometida a lo largo de los años.

Desde antes de su primer mandato, Trump ha sabido construir con sus

seguidores una sólida relación de estilo directo, comenzando con el grito de

guerra: Make America great again (hagamos -o haz- América grande otra vez).

No hay que olvidar que la base electoral de Trump está compuesta en su

mayoría por estadounidenses que sienten que sus valores tradicionales están

amenazados y buscan un líder que los defienda sin concesiones. Trump ha

capitalizado esta percepción, reforzando su imagen de candidato firme que se

enfrenta con el establishment sin titubeos. Esta lealtad profunda le ha

otorgado ventaja sobre otros candidatos, antaño Hillary Clinton o ahora

Kamala Harris.

Desde que James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton

contra Bush sr, pegó un cartel en las oficinas centrales con varios mensajes

escritos entre los que destacaba: “Es la economía, estúpido”, la frase -que se

transformó en “Es la política, estúpido”- hizo fortuna en la cultura política

estadounidense. No la olvidó el rubio presidente. De ahí que en toda su

campaña haya insistido constantemente en los logros económicos de su

Administración, en especial antes de la pandemia. Los expertos suelen afirmar

que en su primer mandato la economía experimentó un crecimiento

significativo, con bajos niveles de desempleo y un auge en el mercado de

valores. Estos logros han sido la base de su mensaje actual, en el que promete

una “segunda gran era económica” para el país.

Con estos datos ha criticado duramente las políticas económicas de su

oponente. Su mensaje es claro: Trump promete ser el presidente que devolverá

la estabilidad económica y el crecimiento al país, lo cual ha resultado atractivo

para votantes preocupados por la inflación y la incertidumbre financiera. Se

entiende que tanto Wall Street como Silicon Valley -incluido Elon Musk-

giraran hacia su candidatura.

Antes dije que la lealtad de la base electoral de Trump ha sido un factor

decisivo en su victoria. En este sentido, ha influido en el electorado la postura

de Trump de “nosotros contra ellos”. De este modo se ha enfrentado con los

media y figuras de la élite, lo que ha sido interpretado como una señal de

autenticidad y fortaleza. La retórica de confrontación de Trump, lejos de alejar

a su base, parece haberla solidificado, lo que ha influido en especial en

aquellos votantes que se sienten ignorados por el constante uso de lo

“políticamente correcto”. Han visto en Trump a “uno de ellos”, alguien que

erradicará el “crecimiento desmedido del Estado”, facilitando decisiones libres

sin interferencias burocráticas.

En esta campaña presidencial en EEUU, el tema de la ley y el orden ha cobrado

un lugar significativo, principalmente debido a las tensiones políticas, el

aumento de la violencia en algunas ciudades y el debate sobre la reforma


policial. Trump, por ejemplo, ha enfatizado su postura en favor de un enfoque

más estricto en la aplicación de la ley, una línea que ya mantuvo en su

Administración, argumentando que los demócratas son débiles en esta área.

Trump ha prometido incrementar los fondos para las fuerzas de seguridad, en

un esfuerzo por devolver la seguridad a las comunidades. Esta postura

también ha ganado apoyo entre aquellos que creen que la actual

Administración ha sido demasiado permisiva con las protestas y disturbios que

han resurgido en los últimos años.

Las campañas norteamericanas raras veces han girado en torno a la política

exterior. Las excepciones han sido cuando una de las partes es Norteamérica

misma. De este modo, el mal resultado en Vietnam fue la razón prioritaria

para que el presidente Johnson optara por no presentarse a un segundo

mandato. Por el contrario, la Segunda Guerra Mundial fue el motor para que

Franklin D. Roosevelt ganara su tercer y cuarto mandatos, convirtiéndose en el

líder con mayor número de años en la presidencia.

Trump optó en su campaña por la perspectiva de “América, primero”. Y así

como durante su primer mandato planteó una postura proteccionista y

renegoció acuerdos comerciales para proteger los empleos estadounidenses, en

esta campaña ha mantenido la misma posición, de modo que es su propósito

“evitar involucrarse en conflictos innecesarios o intervenciones costosas en el

extranjero”.

Con Ucrania ha sostenido que tiene “un secreto que traerá la paz, incluso antes

de jurar el cargo”. Con el conflicto de Oriente Próximo se ha alineado con

Israel sin ambigüedades. Un notable número de votantes se ha adherido a esta

postura, sobre todo los que se sienten frustrados ante las largas intervenciones

militares y las cargas económicas anexas.

Su hostilidad, sin embargo, la ha mantenido contra China y Corea del Norte.

De modo que un ataque a Taiwan, por ejemplo, además de las posibles

actuaciones militares, conllevaría altísimos aranceles para China: entre un

150% y un 200%. Trump advirtió a Corea del Norte de que “enfrentará fuego y

furia como el mundo nunca ha visto”, como respuesta a las amenazas

nucleares por parte de Pyongyang. Esta dura posición le ha atraído votantes,

que han cambiado la perplejidad ante su aislacionismo por la satisfacción ante

su dureza con dos países “crueles”.

Antes me referí a su nueva y edulcorada visión del muro entre México y EEUU.

Falta referirme a su postura global en el tema de la inmigración. Trump planea

deportaciones masivas de inmigrantes irregulares y reducir drásticamente el

número de refugiados permitidos cada año. A diferencia de Harris, rechaza

cualquier reforma migratoria bipartidista, apostando por políticas restrictivas

y directas. Esta posición ha satisfecho a sus votantes blancos, pero también a

bastantes votantes hispanos, que aducen que los inmigrantes ilegales no deben

recibir un trato de favor, cuando ellos tuvieron que superar los filtros legales.

Según los abogados estadounidenses, el aborto es la “encrucijada sangrienta

del Derecho”. Se entiende así el eterno debate sobre esta cuestión. En él, el


nuevo presidente ha mantenido una postura ambigua. Ha dejado la posición

dura a su vicepresidente, J. D. Vance, que postula una prohibición nacional

casi total sobre el aborto.

La ambigüedad se nota en Trump en que, al tiempo que nombra a tres

magistrados provida para el Tribunal Supremo de EEUU, da su apoyo, por

ejemplo, a una ley de Florida que permite el aborto en las seis semanas

primeras del embarazo. También ha mantenido una posición titubeante ante la

píldora abortiva. Esta indefinición en un tema clave como el aborto ha sido

interpretada por algunos observadores como una deliberada posición flexible,

que ha permitido que los electores moderados le votaran. Ciertamente ha

dejado perplejos a sus seguidores provida, que sin embargo le han seguido

votando.

La victoria de Trump abre otro panorama incierto, como ocurrió durante los

cuatro años de su primera presidencia. Como dije entonces, nos encontramos

ante un presidente más habituado a improvisar que a reflexionar. Pero un

presidente es un hombre con muchos sombreros. Conocemos bastantes y en

estos cuatro años que comienzan veremos más. De momento, en su discurso

después de su triunfo ha dicho: “No descansaré hasta que hayamos entregado

la América fuerte, segura y próspera que nuestros hijos y ustedes merecen”. No

está mal.

Sic.

 

13 de noviembre de 2024
"Un solo corazón y una sola alma"
Has de ser, como hijo de Dios y con su gracia, varón o mujer fuerte, de deseos y de realidades. –No somos plantas de invernadero. Vivimos en medio del mundo, y hemos de estar a todos los vientos, al calor y al frío, a la lluvia y a los ciclones..., pero fieles a Dios y a su Iglesia. (Forja, 792)

La labor de la Iglesia, cada día, es como un gran tejido, que ofrecemos al Señor, porque todos los bautizados somos Iglesia.

–Si cumplimos –fieles y entregados–, este gran tejido será hermoso y sin falla. –Pero, si uno suelta un hilo acá, otro allá, y otro por el otro lado..., en lugar de un hermoso tejido, tendremos un harapo hecho jirones. (Forja, 640)

Pide a Dios que en la Iglesia Santa, nuestra Madre, los corazones de todos, como en la primitiva cristiandad, sean un mismo corazón, para que hasta el final de los siglos se cumplan de verdad las palabras de la Escritura: «multitudinis autem credentium erat cor unum et anima una» –la multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma.

–Te hablo muy seriamente: que por ti no se lesione esta unidad santa. ¡Llévalo a tu oración! (Forja, 632)

Ofrece la oración, la expiación y la acción por esta finalidad: «ut sint unum!» –para que todos los cristianos tengamos una misma voluntad, un mismo corazón, un mismo espíritu: para que «omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!» –que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María. (Forja, 647)

martes, noviembre 12, 2024

Sic.

 

12 de noviembre de 2024
“Hambre y sed de Él y de su doctrina”
Sin vida interior, sin formación, no hay verdadero apostolado ni obras fecundas: la labor es precaria e incluso ficticia. –¡Qué responsabilidad, por tanto, la de los hijos de Dios!: hemos de tener hambre y sed de Él y de su doctrina. (Forja, 892)

A veces, con su actuación, algunos cristianos no dan al precepto de la caridad el valor máximo que tiene. Cristo, rodeado por los suyos, en aquel maravilloso sermón final, decía a modo de testamento: «Mandatum novum do vobis, ut diligatis invicem» –un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros.

Y todavía insistió: «in hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis» –en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros.

–¡Ojalá nos decidamos a vivir como Él quiere! (Forja, 889)

Si falta la piedad –ese lazo que nos ata a Dios fuertemente y, por Él, a los demás, porque en los demás vemos a Cristo–, es inevitable la desunión, con la pérdida de todo espíritu cristiano. (Forja, 890)

Agradece de todo corazón al Señor las potencias admirables..., y terribles, de la inteligencia y de la voluntad con las que ha querido crearte. Admirables, porque te hacen semejante a Él; terribles, porque hay hombres que las enfrentan contra su Creador.

A mí, como síntesis de nuestro agradecimiento de hijos de Dios, se me ocurre decirle, ahora y siempre, a este Padre nuestro: «serviam!» –¡te serviré! (Forja, 891)


Sic.

 

11 de noviembre de 2024
“Tú, siempre a lo ‘tuyo’”
Egoísta. -Tú, siempre a "lo tuyo". -Pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños. Presiento tu fracaso rotundo. -Y, cuando estés hundido, querrás que vivan contigo la caridad que ahora no quieres vivir. (Camino, 31)

Os repito con San Pablo: cuando yo hablara todas las lenguas de los hombres y el lenguaje de los ángeles, si no tuviere caridad, vengo a ser como un metal que suena, o campana que retiñe. Y cuando tuviera el don de profecía y penetrase todos los misterios y poseyese todas las ciencias, cuando tuviera toda la fe, de manera que trasladase de una a otra parte los montes, no teniendo caridad soy nada. Cuando yo distribuyese todos mis bienes para sustento de los pobres, y cuando entregara mi cuerpo a las llamas, si la caridad me falta, todo eso no me sirve de nada.

Ante estas palabras del Apóstol de las gentes, no faltan los que coinciden con aquellos discípulos de Cristo, que, cuando Nuestro Señor les anunció el Sacramento de su Carne y de su Sangre, comentaron: dura es esta doctrina, ¿quién puede escucharla? Es dura, sí; porque la caridad que describe el Apóstol no se limita a la filantropía, al humanitarismo, o a la lógica conmiseración ante el sufrimiento ajeno: exige el ejercicio de la virtud teologal del amor a Dios y del amor, por Dios, a los demás. (Amigos de Dios, 235)

Sic.

 

0 de noviembre de 2024
“La caridad es la sal del apostolado”
Ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro. –Sin embargo, esa caridad no puede llevarte –dejaría de ser virtud– a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificarla hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios. (Forja, 456)

Pecaría de ingenuo el que se imaginase que las exigencias de la caridad cristiana se cumplen fácilmente. Muy distinto se demuestra lo que experimentamos en el quehacer habitual de la humanidad y, por desgracia, en el ámbito de la Iglesia. Si el amor no obligara a callar, cada uno contaría largamente de divisiones, de ataques, de injusticias, de murmuraciones, de insidias. Hemos de admitirlo con sencillez, para tratar de poner por nuestra parte el oportuno remedio, que ha de traducirse en un esfuerzo personal por no herir, por no maltratar, por corregir sin dejar hundido a nadie.

(…) Yo me siento movido ahora a pedir al Señor -uníos, si queréis, a esta oración mía- que no permita que en su Iglesia la falta de amor encizañe a las almas. La caridad es la sal del apostolado de los cristianos; si pierde el sabor, ¿cómo podremos presentarnos ante el mundo y explicar, con la cabeza alta, aquí está Cristo? (Amigos de Dios, 234)