Sic.

 

El pensamiento de la muerte te ayudará a cultivar la virtud de la caridad, porque quizá ese instante concreto de convivencia es el último en que coincides con éste o con aquél...: ellos o tú, o yo, podemos faltar en cualquier momento. (Surco, 895)


Pero si quieres ser importante para Dios… El más pequeño de vosotros es el más importante. Hazte el último de todos, el servidor de todos, sé pequeño, y no quieras lucirte, sino ser luz.


Sic.

 

¿Te ríes porque te digo que tienes "vocación matrimonial"? -Pues la tienes: así, vocación. Encomiéndate a San Rafael, para que te conduzca castamente hasta el fin del camino, como a Tobías. (Camino, 27)

Jajaja. Jesús se reiría también: No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. «Abre las manos, Juan, que no puedes retener el agua del Espíritu. Deja que se te vaya de las manos, Dios la encauzará. Anda, descansa un poco, chiquitín».


Sic.

La llamada del Señor –la vocación– se presenta siempre así: “si alguno quiere venir detrás de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Sí: la vocación exige renuncia, sacrificio. Pero ¡qué gustoso resulta el sacrificio –“gaudium cum pace”, alegría y paz–, si la renuncia es completa! (Surco, 8)


 

Pero nos queda un consuelo. Pensad que igual de entregado se encuentra en la Eucaristía. Dios pone el cuerpo de su Hijo en manos del sacerdote, y el sacerdote lo pone en nuestras manos. Podemos profanarlo, o llenarlo de cariño. Procuremos que nuestras comuniones y nuestras visitas al sagrario sean desagravio por tantas injurias. Si le hemos ofendido, también podemos consolarlo.

viernes, septiembre 27, 2024

Sic.

 

Eres tibio si haces perezosamente y de mala gana las cosas que se refieren al Señor; si buscas con cálculo o "cuquería" el modo de disminuir tus deberes; si no piensas más que en ti y en tu comodidad; si tus conversaciones son ociosas y vanas; si no aborreces el pecado venial; si obras por motivos humanos. (Camino, 331)


En cuanto a nosotros, no nos quejemos. La peor parte se la ha llevado el Señor. Porque Él se sumergió en un mar de tinieblas habitado por Satanás, mientras que nosotros nos abrazamos al Crucifijo, en el que Cristo ha tomado posesión de la muerte y la ha convertido en Amor.



Sic.


¡Qué pena vivir, practicando como ocupación la de matar el tiempo, que es un tesoro de Dios! No caben las excusas, para justificar esa actuación. Ninguno diga: dispongo sólo de un talento, no puedo lograr nada. También con un solo talento puedes obrar de modo meritorio. ¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!



Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Tras el desconcierto de Herodes está Satanás; y su extrañeza por no haber podido vencer. Ha matado a Juan, y ahora surge alguien más fuerte que Juan, aquél a quien Juan anunciaba. Lo matará también, y resucitará convertido en Rey y Señor. Matará a los cristianos, y su número se multiplicará. Así lleva veinte siglos, y aquí estamos.


 

Sic.



 

Te has consolado con la idea de que la vida es un gastarse, un quemarla en el servicio de Dios. –Así, gastándonos íntegramente por El, vendrá la liberación de la muerte, que nos traerá la posesión de la Vida. (Surco, 883)


Habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Nadie en su sano juicio pondría a un niño a dirigir una multinacional. Pero el Hijo de Dios escogió a doce pescadores jóvenes, inexpertos y llenos de miserias, y los elevó sobre el cielo y la tierra, los sentó en su trono y les dio poder y autoridad sobre los espíritus inmundos y las enfermedades. ¿Acaso no está el Señor en su sano juicio? ¿O el juicio de Dios es necedad para el mundo?

Sic.

 

Además de su gracia cuantiosa y eficaz, el Señor te ha dado la cabeza, las manos, las facultades intelectuales, para que hagas fructificar tus talentos. Dios quiere operar milagros constantes –resucitar muertos, dar oído a los sordos, vista a los ciegos, posibilidades de andar a los cojos...–, a través de tu actuación profesional santificada, convertida en holocausto grato a Dios y útil a las almas. (Forja, 984)


Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. La santísima Virgen no es la mujer nueva por el mero hecho de haber llevado al Hijo de Dios en sus entrañas. Eso es muchísimo, más de lo que jamás recibió ningún mortal. Pero María es la mujer nueva, sobre todo, porque, además de haber llevado al Verbo en sus entrañas, escuchó a Dios, guardó su palabra, la meditó en su corazón y cumplió lo que escuchaba. De esta forma, el vínculo carnal fue llevado a plenitud en el Espíritu.


Sic.


La entrega es el primer paso de una carrera de sacrificio, de alegría, de amor, de unión con Dios. –Y así, toda la vida se llena de una bendita locura, que hace encontrar felicidad donde la lógica humana no ve más que negación, padecimiento, dolor. (Surco, 2)


Mira lo que dice Jeremías: La palabra del Señor me ha servido de oprobio y desprecio a diario. Pensé en olvidarme del asunto y dije: «No lo recordaré; no volveré a hablar en su nombre»; pero había en mis entrañas como fuego, algo ardiente encerrado en mis huesos. Yo intentaba sofocarlo, y no podía (Jer 20, 8-9).

 

Sic.


No te asustes, ni te desanimes, al descubrir que tienes errores..., ¡y qué errores! –Lucha para arrancarlos. Y, mientras luches, convéncete de que es bueno que sientas todas esas debilidades, porque, si no, serías un soberbio: y la soberbia aparta de Dios (Forja, 181).


Que Dios tiene sus favoritos es algo que no puede dudarse. ¿Acaso no los tienes tú? ¿Quién ha dicho que Dios tenga que tratar a todos por igual? De entre todos los pueblos, escogió a Israel. De entre todos los judíos, escogió a doce apóstoles. Y, de entre todos los apóstoles, escogió a Pedro, Santiago y Juan como sus íntimos. No hay duda; Dios tiene sus favoritos.

 

Sic-

 

Que tu vida no sea una vida estéril. -Sé útil. -Deja poso. -Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. -Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón. (Camino, 1)



Pero una voz, desde el altar, como a Mateo, te susurra: Sígueme. Y entonces te levantas, dejas aparte el menú y te vas con Él. Y, como Mateo, al comulgar te lo llevas a tu casa y comes con Él. ¿Qué vas a hacer hoy de comida? Él te alimenta.



Sic.


En el servicio de Dios, no hay oficios de poca categoría: todos son de mucha importancia. –La categoría del oficio depende del nivel espiritual del que lo realiza. (Forja, 618)
Y es que no se trata de tener o no tener. Se trata de adorar a Dios. Puede un pobre condenarse por no haber compartido el poco pan que tenía con quien era más pobre que él. Y puede un rico emplear sus riquezas en llevar a cabo la obra que Dios le encomienda. Quien adora a Dios todo lo pone a su servicio, y él mismo se entrega sin reservas. Quien adora a las riquezas queda cautivo de ellas para siempre.





 

Sic.

 

Te ha costado mucho ir apartando y olvidando las preocupacioncillas tuyas, tus ilusiones personales: pobres y pocas, pero arraigadas. –A cambio, ahora estás bien seguro de que tu ilusión y tu ocupación son tus hermanos, y sólo ellos, porque en el prójimo has aprendido a descubrir a Jesucristo. (Surco, 765)



A los judíos les faltaba lo que esta mujer tenía en abundancia: espíritu de penitencia. Es la conciencia de haber pecado, el dolor de sus culpas, y la certeza de que no es digna del perdón. Se postra ante Cristo como se postraría ante Dios, pero sabe que el Maestro no le debe nada. Por eso no se atreve a pedir, sólo ama. Y en ese acto de amor sincero y tierno está su gran obra de penitencia, la que conmueve a Jesús y le lleva a decir: Tus pecados están perdonados.



Sic-



 


El objetivo único del Opus Dei ha sido siempre ése: contribuir a que haya en medio del mundo, de las realidades y afanes seculares, hombres y mujeres de todas las razas y condiciones sociales, que procuren amar y servir a Dios y a los demás hombres en y a través de su trabajo ordinario (...).

Los hijos de esta generación han nacido de este mundo, los hijos de la sabiduría han nacido de lo alto. Se nota al comprobar a quién obedece cada uno. Porque la obediencia es la virtud (o el pecado) que convierte la vida en baile. Nuestros contemporáneos están dispuestos a bailar al son de las consignas «woke» que amplifican sus medios de comunicación. Los hijos de la sabiduría viven pendientes de los sentimientos de Cristo.

Sic.


Te está ayudando mucho –me dices– este pensamiento: desde los primeros cristianos, ¿cuántos comerciantes se habrán hecho santos? Y quieres demostrar que también ahora resulta posible... –El Señor no te abandonará en este empeño. (Surco, 490)



 

Sic.

 

Entonces, ya a punto de morir, viendo que su sangre había redimido al hombre, señalando a Juan dijo a la Virgen: Ahí tienes a tu hijo (Jn 19, 26). «Te lo he redimido, tiene vida eterna». Ponte tú en el lugar de Juan, y entenderás.


Sic.

¡María, Maestra del sacrificio escondido y silencioso! -Vedla, casi siempre oculta, colaborar con el Hijo: sabe y calla. (Camino, 509)


 Lo que te ha prometido el Señor es: que estará contigo en la contrariedad; que, tras las tribulaciones de esta vida, participarás en su resurrección y en su triunfo final; y que, en medio de las dificultades, serás feliz y serás amado. ¿No es eso mejor que una vida sin «problemas»?


Sic.

 

Al celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, suplicaste al Señor, con todas las veras de tu alma, que te concediera su gracia para "exaltar" la Cruz Santa en tus potencias y en tus sentidos... ¡Una vida nueva! Un resello: para dar firmeza a la autenticidad de tu embajada..., ¡todo tu ser en la Cruz! –Veremos, veremos. (Forja, 517)


Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. En la mirada a la Cruz, el pecado es perdonado, cada hombre es amado por sí mismo, el sufrimiento se convierte en redentor, la muerte se torna Amor supremo y puerta de la Vida, la Historia encuentra su centro y el Cosmos su orden. Todo gira en torno a ella. No la perdáis de vista, y seréis felices, amados y salvados.


viernes, septiembre 13, 2024

Sic.

 Aun así, podemos equivocarnos. Y nos equivocamos. ¿Vosotros estáis seguros de que todos los consejos que dais son acertados? Yo no. Pero, si me preocupara por ello, no me sentaría en el confesonario. He aprendido que lo único que debo hacer es desear servir a Dios. Y el Señor, para guiar a las almas, se servirá de mis errores tanto como de mis aciertos.

Buscas la compañía de amigos que con su conversación y su afecto, con su trato, te hacen más llevadero el destierro de este mundo..., aunque los amigos a veces traicionan. -No me parece mal. Pero... ¿cómo no frecuentas cada día con mayor intensidad la compañía, la conversación con el Gran Amigo, que nunca traiciona? (Camino, 88)





Sic.


Humildad de Jesús: en Belén, en Nazaret, en el Calvario... —Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazaret y que en la Cruz. Por eso, ¡qué obligado estoy a amar la Misa! (“Nuestra” Misa, Jesús...). (Camino, 533)
Si lo que queremos es destacar, que nos traten bien, o que nos agradezcan lo que hacemos, somos incompatibles con el Sermón de la Montaña. Pero, si realmente queremos ser cristianos, no nos escandalicemos cuando nos veamos tratados como el propio Jesús.


 

Sic.

Un secreto. -Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. -Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. -Después... "pax Christi in regno Christi" -la paz de Cristo en el reino de Cristo. (Camino, 301)

Sic.

 

Uno repasa las vidas de los santos, y comprueba que todos ellos han sufrido la maledicencia, la murmuración y la calumnia de parte de sus contemporáneos. Son muchos los santos que han pasado por idiotas, y también son muchos los idiotas a quienes la gente ha tenido por santos. ¡Cómo para fiarse del juicio de los hombres!


Sic.

 


Con ese rito, pedimos a Dios que se abran los oídos y los labios del niño, para que escuche la palabra del Señor y la proclame. Pero os debo confesar que es un milagro que me sale fatal. A los siete años, me vuelven a traer al niño para recibir la catequesis de comunión, y descubro que el chavalín no ha escuchado hablar de Dios en su vida, y no sabe ni recitar el Padrenuestro. Claro que la culpa no es del todo mía. ¿Cómo escuchará la palabra si sus padres no se la anuncian? ¿Cómo rezará el Padrenuestro si sus padres no se lo enseñan?



Di: Madre mía -tuya, porque eres suyo por muchos títulos-, que tu amor me ate a la Cruz de tu Hijo: que no me falte la Fe, ni la valentía, ni la audacia, para cumplir la voluntad de nuestro Jesús. (Camino, 497)


sic

 

Ahora activa el sonido, escucha, y verás cómo todo cambia. ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él… El Hijo del hombre es señor del sábado.



No descubro nada nuevo si digo que algunos cristianos tienen una visión muy pobre de la Santa Misa, que para otros es un mero rito exterior, cuando no un convencionalismo social. Y es que nuestros corazones, mezquinos, son capaces de vivir rutinariamente la mayor donación de Dios a los hombres. En la Misa, en esta Misa que ahora celebramos, interviene de modo especial, repito, la Trinidad Santísima. Corresponder a tanto amor exige de nosotros una total entrega, del cuerpo y del alma: oímos a Dios, le hablamos, lo vemos, lo gustamos. Y cuando las palabras no son suficientes, cantamos, animando a nuestra lengua ‑Pange, lingua!‑ a que proclame, en presencia de toda la humanidad, las grandezas del Señor.



Sic

 


¡Claro que ayunamos! Además, hoy es viernes, y los viernes acompañamos, con algún ayuno o mortificación, al Señor en la Cruz. Pero, incluso cuando ayunamos, lo hacemos para hacer hambre, para festejar después el domingo y su explosión de alegría por Cristo resucitado.


La Santa Misa nos sitúa de ese modo ante los misterios primordiales de la fe, porque es la donación misma de la Trinidad a la Iglesia. Así se entiende que la Misa sea el centro y la raíz de la vida espiritual del cristiano. Es el fin de todos los sacramentos. En la Misa se encamina hacia su plenitud la vida de la gracia, que fue depositada en nosotros por el Bautismo, y que crece, fortalecida por la Confirmación. Cuando participamos de la Eucaristía, escribe San Cirilo de Jerusalén, experimentamos la espiritualización deificante del Espíritu Santo, que no sólo nos configura con Cristo, como sucede en el Bautismo, sino que nos cristifica por entero, asociándonos a la plenitud de Cristo Jesús.


Sic.

¿No es raro que muchos cristianos, pausados y hasta solemnes para la vida de relación (no tienen prisa), para sus poco activas actuaciones profesionales, para la mesa y para el descanso (tampoco tienen prisa), se sientan urgidos y urjan al Sacerdote, en su afán de recortar, de apresurar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar? (Camino, 530)



 

Sic.

Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Ese sí, el sí del cansado, el sí del que no puede más, es el sí de los santos. Jesús, con ese sí, hace milagros. Llenaron las dos barcas.


 

Sic-

¡Sé alma de Eucaristía! -Si el centro de tus pensamientos y esperanzas está en el Sagrario, hijo, ¡qué abundantes los frutos de santidad y de apostolado! (Forja, 835)


Para que luego digan de las suegras. Bendita mujer. Con gran finura de espíritu, se percató de que esa salud era un don recibido para entregarlo. Y, desde el primer momento, decidió entregar a Cristo lo que de Cristo había recibido. «Tú me has dado la salud, yo quiero gastarla en servirte». ¡Y nadie la ha canonizado todavía! Santa suegra, ruega por nosotros.

martes, septiembre 03, 2024

Sic.


Esa palabra poderosa de Jesús se nos ha entregado. Recíbela, como una semilla, desde primera hora de la mañana, y guárdala en el alma todo el día. Recuérdala una y otra vez. Y ella, sirviéndose también de tus propósitos y tus esfuerzos, irá cumpliendo en tu alma, poco a poco, lo que dice.



"Este es mi Cuerpo...", y Jesús se inmoló, ocultándose bajo las especies de pan. Ahora está allí, con su Carne y con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad: lo mismo que el día en el que Tomás metió los dedos en sus Llagas gloriosas. Sin embargo, en tantas ocasiones, tú cruzas de largo, sin esbozar ni un breve saludo de simple cortesía, como haces con cualquier persona conocida que encuentras al paso. –¡Tienes bastante menos fe que Tomás! (Surco, 684)

 

sic.

 

Considera lo más hermoso y grande de la tierra..., lo que place al entendimiento y a las otras potencias..., y lo que es recreo de la carne y de los sentidos... Y el mundo, y los otros mundos, que brillan en la noche: el Universo entero.



Sic.

 Jesús no se defiende. Incluso los encrespa más. Y les cuenta cómo dos paganos tuvieron más fe que los israelitas. Ellos se enfurecen y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.


Sic.

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Los judíos tenían un concepto carnal del pecado. La pureza, para ellos, consistía en tener las manos limpias. Me acuerdo de la pandemia de 2020, menuda obsesión con el gel hidroalcohólico, yo casi me dejo la piel de las manos en los enjuagues. Pero nuestra sociedad es así: si no fumas, si reciclas, si eres verde y sostenible estás salvado… ¿de qué? Preferiría ir al cielo con mi pipa que ir al infierno con el tapón pegado a la botella de agua.