Mi tren no lleva video, ni azafatas, para demasiado. Hoy venía en el vagón un niño que no paraba de cantar, chillar, llorar...su abuelo casi más. Yo me lo comía, no a besos, sino como Herodes. Un señor del vagón, respetable, con aire despistado, elegante, frisando los setenta le hizo una pajarita de esas que tocando la cola se mueven las alas. De verdad, conmovedor. Estuve por decirle al señor que me hiciese una pero me dio corte. Encantador, de veras.
Seguro que ese señor tenía nietos. Es algo más que encanto, todos hemos sido, en algún momento, niños llorones.
ResponderEliminarDe todas formas el tren tiene encanto por si mismo, para los que no lo usamos de forma habitual.
Me encanta tu blog, en serio, Tienen un cierto toque de humor pero es muy muy interesamte
ResponderEliminarEfectivamente el señor tenía nietos, de hecho preguntó por la edad del niño, pues su nieto rompía las pajaritas. Gracias por los elogios, el humor es importante.
ResponderEliminarEs una historia deliciosa. Tierna.
ResponderEliminarSaludos,
Mariana
Gracias.