Gentileza del letrado Alvaro Blanco.
Eran los habitantes más felices del planeta, según los expertos, hasta que estalló la «burbuja» financiera en 2008. Desde entonces es un pueblo enfadado. Y mucho. Primero dejaron caer los bancos y se negaron a inyectarles dinero público, luego hicieron dimitir al Gobierno y ahora se niegan a pagar las deudas de sus instituciones financieras y quieren que sean sus directivos quienes lo hagan, pero con la cárcel. Viajamos a la isla rebelde
Islandia ha vuelto a asombrar al mundo. Y lo ha hecho de manera tan intempestiva como la erupción del volcán que hace un año paralizó el tráfico aéreo. Aquí, las cosas son así: inesperadas. En octubre de 2008 este pequeño país sufrió un infarto, es la manera más gráfica de describir lo que le sucedió a su economía. Hasta entonces vivía en la opulencia. Era el ejemplo de las bondades de la globalización financiera. Sus bancos engullían miles de millones de los fondos de inversión extranjeros, atraídos por los altos tipos de interés. Un banquete hipercalórico que les hizo engordar hasta que sus depósitos multiplicaron por 12 el PIB del país. Obesidad mórbida. La población, confiada, se había lanzado a una bacanal de compras a crédito: coches de lujo, segundas residencias... De repente, una arritmia llamada «hipotecas basura» se propagó desde Wall Street y las economías de medio mundo fibrilaron. Islandia fue la primera en caer. Sus bancos quebraron, la Bolsa se desplomó, la moneda fue devaluada y la inflación se disparó. Hasta McDonald´s echó el cierre a sus restaurantes y abandonó el país.
El FMI recetó la terapia habitual: subidas de impuestos, recortes salariales y sociales... Pero hoy el enfermo ha salido de la UCI. Y los islandeses han decidido algo insólito: perseguir a los responsables, no pagar las deudas contraídas por sus bancos, dejarlos caer sin inyectarles dinero público y encarcelar a los culpables de la crisis. Los mercados asisten atónitos a esta salida de tiesto. Y los enfermos de la Unión Europea -Grecia, Irlanda, Portugal...-, con sus economías enchufadas artificialmente al euro y recibiendo las descargas eléctricas de carísimos rescates, se preguntan si la medicina islandesa es la panacea.
¿Lo es? Está por ver, pero si los «malos» salen de rositas no será por falta de empeño. Se ha abierto una investigación exhaustiva, se ha nombrado a un fiscal especial, se ha elaborado un informe de 2500 páginas donde se detallan los delitos... La Interpol puso en busca y captura a Sigurdur Einarsson, presidente ejecutivo del banco Kaupthing, que fue detenido en su mansión de Londres. Una docena de banqueros, acusados de enriquecimiento ilícito, puede correr la misma suerte.
¿Pero la rebelión islandesa es de verdad o se ha exagerado con una pizca de romanticismo? «¿Exageración? Lo que sucede es que los islandeses estamos muy cabreados», opina Peter Mogensen, de 62 años, director de tráfico internacional de una compañía de telefonía móvil. «Ha subido el coste de la vida, la gasolina... El que tenía una hipoteca en divisa extranjera ha visto cómo el montante se duplicaba por el desplome de la corona, y de pagar unos 230.000 euros de media ha pasado a más de 400.000. Hay «corralito» y, cuando sacas un billete de avión, solo te permiten retirar de tu cuenta el equivalente a unos 2000 euros. Yo pago más impuestos, pero no hice locuras. Soy de la vieja escuela y no me entrampé. Y conservo mi trabajo. Pero mucha gente, sobre todo parejas jóvenes con hijos, lo está pasando mal.»
Eran los habitantes más felices del planeta, según los expertos, hasta que estalló la «burbuja» financiera en 2008. Desde entonces es un pueblo enfadado. Y mucho. Primero dejaron caer los bancos y se negaron a inyectarles dinero público, luego hicieron dimitir al Gobierno y ahora se niegan a pagar las deudas de sus instituciones financieras y quieren que sean sus directivos quienes lo hagan, pero con la cárcel. Viajamos a la isla rebelde
Islandia ha vuelto a asombrar al mundo. Y lo ha hecho de manera tan intempestiva como la erupción del volcán que hace un año paralizó el tráfico aéreo. Aquí, las cosas son así: inesperadas. En octubre de 2008 este pequeño país sufrió un infarto, es la manera más gráfica de describir lo que le sucedió a su economía. Hasta entonces vivía en la opulencia. Era el ejemplo de las bondades de la globalización financiera. Sus bancos engullían miles de millones de los fondos de inversión extranjeros, atraídos por los altos tipos de interés. Un banquete hipercalórico que les hizo engordar hasta que sus depósitos multiplicaron por 12 el PIB del país. Obesidad mórbida. La población, confiada, se había lanzado a una bacanal de compras a crédito: coches de lujo, segundas residencias... De repente, una arritmia llamada «hipotecas basura» se propagó desde Wall Street y las economías de medio mundo fibrilaron. Islandia fue la primera en caer. Sus bancos quebraron, la Bolsa se desplomó, la moneda fue devaluada y la inflación se disparó. Hasta McDonald´s echó el cierre a sus restaurantes y abandonó el país.
El FMI recetó la terapia habitual: subidas de impuestos, recortes salariales y sociales... Pero hoy el enfermo ha salido de la UCI. Y los islandeses han decidido algo insólito: perseguir a los responsables, no pagar las deudas contraídas por sus bancos, dejarlos caer sin inyectarles dinero público y encarcelar a los culpables de la crisis. Los mercados asisten atónitos a esta salida de tiesto. Y los enfermos de la Unión Europea -Grecia, Irlanda, Portugal...-, con sus economías enchufadas artificialmente al euro y recibiendo las descargas eléctricas de carísimos rescates, se preguntan si la medicina islandesa es la panacea.
¿Lo es? Está por ver, pero si los «malos» salen de rositas no será por falta de empeño. Se ha abierto una investigación exhaustiva, se ha nombrado a un fiscal especial, se ha elaborado un informe de 2500 páginas donde se detallan los delitos... La Interpol puso en busca y captura a Sigurdur Einarsson, presidente ejecutivo del banco Kaupthing, que fue detenido en su mansión de Londres. Una docena de banqueros, acusados de enriquecimiento ilícito, puede correr la misma suerte.
¿Pero la rebelión islandesa es de verdad o se ha exagerado con una pizca de romanticismo? «¿Exageración? Lo que sucede es que los islandeses estamos muy cabreados», opina Peter Mogensen, de 62 años, director de tráfico internacional de una compañía de telefonía móvil. «Ha subido el coste de la vida, la gasolina... El que tenía una hipoteca en divisa extranjera ha visto cómo el montante se duplicaba por el desplome de la corona, y de pagar unos 230.000 euros de media ha pasado a más de 400.000. Hay «corralito» y, cuando sacas un billete de avión, solo te permiten retirar de tu cuenta el equivalente a unos 2000 euros. Yo pago más impuestos, pero no hice locuras. Soy de la vieja escuela y no me entrampé. Y conservo mi trabajo. Pero mucha gente, sobre todo parejas jóvenes con hijos, lo está pasando mal.»
Hola, Sinre: muy oportuno el post, muy bien puesto. Es verdad: es digno de seguirse de cerca el ejemplo islandés.
ResponderEliminarUn abrazo
Saludos blogueros
Que es lo que deberíamos hacer nosotros, dejarlos caer y acabar de una vez y si hay corralito al menos que paguen también los responsables.
ResponderEliminarDe todas maneras nosotros estamos a un paso del corralito y nuestros banqueros y gobierno se irán de rositas.
Si los bancos caen, el sector secundario cae, y sin industrias el paro sería peor de lo que es, por no hablar del efecto terrorífico de volver a ser un país del sector primario o del mal avenido sector terciario.
ResponderEliminar¿Islandia es ejemplo de que? Si siguen siendo la cola de Europa. No señores, el ejemplo es Alemania, una potencia industrial, con solidez de empleo y sobretodo con una industria potente que tira del carro cuando todo lo demás flojea.
La economía no se arregla con revoluciones, eso solo las empeora.
Nacho
estoy de acuerdo con el pueblo islandes, quien ha provocado la crisis, que pague, con la carcel o lo que sea, pero que paguen.
ResponderEliminarque envidia me dan, porque aqui se iran todos de rositas.
saludos
Sinre,
ResponderEliminarEl que no paga sus deudas se arriesga a que no le presten en la vida.
Los islandeses deberían haber denunciado la situación cuando estaban viviendo por encima de sus posibilidades, cuando la cosa furulaba. Ahora que todo se ha desmoronado, no quieren asumir responsabilidades.
Hace mucho tiempo que la carrera política debería llevar aparejada sanciones cuando quede manifiestamente demostrada la falta de diligencia. Hoy día, al menos en España, le están "pegando fuego" al estado y a toooodo y no paaassssa ná, y el que venga detrás que arree, y el que quiera más que ahonde.
Saludos
Siento molestias, pero blogger no está demasiado operativo estos días: han desaparacido comentarios, etc, ajenos a mi responsabilidad. Espero que el sietema esté operativo p`ronto.
ResponderEliminaruy!!,leo el misterio de la desaparición...a lo mejor es argumento para una película.Y aqui,los bancos alentaban a pedir hipotecas para viviendas...ahora he leido que algunos están muy contentos con la política económica de este gobierno(?).Simplifico mucho porque entiendo poco pero me parece imposible que nadie,excepto los que se están quedando con santo y limosna,encuentren aceptable nada,NADA,de lo que están haciendo estos señores.Un abrazo de Janusa
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