jueves, diciembre 06, 2012

Juanjo Garbizu y la montaña...



Razón tiene....


Una de las mejores terapias es la montaña. Es lo que cree el publicista Juanjo Garbizu (San Sebastián, 1961) que después de tres décadas como montañero, muchas cumbres e infinidad de experiencias a sus espaldas publica Monterapia. Cuesta arriba se piensa mejor (Dieresis). El libro, en el que Garbizu recopila anécdotas y consejos para aprender a disfrutar del monte, incorpora en sus páginas códigos QR que llevan a vídeos que el propio autor ha filmado en expediciones que le han llevado por medio mundo, del Kilimanjaro al Himalaya. Pero el vasco rechaza convertir la montaña en una competición de cimas y anima a disfrutar simplemente del paisaje.



- A usted la montaña no le decía nada hasta que lo llevaron de excursión ¿El montañero nace o se hace?

En mi caso, se hizo. De pequeño me espantaban las excursiones del colegio, pero acabando COU unos compañeros me insistieron para que les acompañase. Recuerdo esa primera ascensión por un lado maravillosa porque descubrí un montón de sensaciones nuevas, pero también terriblemente fatigosa (risas). He vuelto a esa primera montaña, el Txindoki, un montón de veces.



- Y ahora le gusta tanto la montaña que dice que un bocata sabe mejor allí.

Lo tengo comprobado. La montaña te ayuda a apreciar cosas a las que cuando estas en la tierra no les concedes importancia. En casa no suelo comer naranjas, pero cuando estoy en verano en el Pirineo y un amigo me ofrece una, esa naranja me sabe a gloria.



- Igual es por el esfuerzo realizado…

Es un cúmulo de cosas. Estás en una cima contemplando un paisaje, un valle… Es un momento un poco de felicidad y realmente por eso las cosas pequeñas, cotidianas, adquieren una dimensión nueva.



- Se dice que la mejor recompensa es la vista.

Sí. Cuando llego a una cima me encanta sentarme, sacar un bocadillo, el agua y disfrutar. Por eso me extraña que cada vez más haya más gente que va corriendo por la montaña: llegan a la cima, miran el pulsímetro y se lanzan valle abajo ¡No se han detenido ni 15 segundos en contemplar lo que tienen alrededor! Quizás tengo una visión más romántica de la montaña que consiste en disfrutar de la ascensión y que implica superación. Con las carreras por el monte es como si el ritmo vertiginoso que tenemos en la vida se hubiese trasladado a la montaña. Lo respeto, pero no deja de chocarme.



- Como terapia ¿Se disfruta mejor de la montaña en solitario o en compañía?

Las dos cosas. En soledad está muy bien porque es un contexto perfecto, como un viaje en el tiempo que te sitúa en un entorno muy primario y muy auténtico que además es sabio, porque normalmente no hay cobertura para que empieces a whatsappear y te obliga a un poquito de introspección… Pero la vertiente de ir con amigos también es buena porque la montaña es un medio perfecto para conocer muy bien a las personas.



- ¿Por qué?

Es una situación en la que la gente se abre más, es más si misma… Muchas veces en la sociedad tiene que asumir unos roles sociales, laborales, etc y la montaña nos hace de alguna manera tabla rasa. No estamos todos en pelotas, pero casi. Estamos en las mismas condiciones y la gente es más auténtica y, en líneas generales, impera el sentido del humor. Es difícil ver a un pesimista en la montaña… no sé si es porque no van o porque cuando van a la montaña se vuelven optimistas (risas).



- A veces se ve la montaña como un lugar peligroso. ¿Está de acuerdo?

Hay que tenerle un respeto absoluto, incluso a la más pequeña. Y como al final todo son modas, muchas veces hay gente que no va bien preparada a la montaña. Entonces ocurren cierto tipo de accidentes… Pero con cierto conocimiento, planificando el itinerario y consultando la previsión meteorológica, se trata de un riesgo controlado.



- ¿Qué es imprescindible en la montaña?

Llevar buen calzado y evitar pasar frío porque a veces la montaña puede ser imprevisible. El monte te enseña a no fiarte del momento. Una prenda impermeable es necesaria. Y hay que decir que todos tenemos montañas al lado de casa: solo hay que calzarse unas zapatillas, coger una mochila, poner un bocadillo y una cantimplora y coger un autobús. Y no hace falta irse muy lejos y meterse en una historia que nos sobrepase y en la que suframos. La monterapia empieza muchas veces en la puerta de casa.



- …

Y cuando ya te has aficionado y se convierte en una pasión, puedes coger un coche y conducir dos horas o, como me ha ocurrido a mí, coger un avión y cruzar el charco.



- Su libro incorpora códigos QR con vídeos montañeros hechos por usted, pero se muestra contrario al GPS… ¿A favor o en contra de la tecnología en la montaña?

Hay gente que me ha dicho que soy un poco contradictorio. Usando los códigos QR creo que precisamente demuestro que no soy un retrógrado tecnológico. No estoy a favor ni en contra de la tecnología. Pero tengo una teoría: lo que no ejercitas, se atrofia. Y el GPS mata el sentido de la orientación. Sin más.



- ¿Qué nociones debemos tener para saber orientarnos?

Hay que orientarse con un mapa, con una brújula, por la intuición… La montaña también ayuda mucho a desarrollar la intuición. No digo que sea malo el GPS, pero una persona que de buenas a primeras se acerca a la montaña orientándose exclusivamente con ese aparato, que rece por que no se le acabe la batería si se encuentra en una situación complicada...



- ¿Introducir videos es una manera de animar a la gente?

De alguna manera es poner en imágenes lo que voy contando en el texto. Hace años que llevo una cámara de video a la montaña porque me lo paso bien grabando. Y tengo una web de videos de montaña.



- ¿Cómo convencería a alguien que ascender una montaña es algo más que “subir una cuesta jadeando”?

(Risas). Es curioso, en estos momentos hay mucha gente que lo está pasando fatal: o lo han prejubilado o está en el paro o trabaja el doble para ganar la mitad…. Ante esto, lo peor que puedes hacer es encerrarte en tu casa y lamentarte. Al lado de tu ciudad seguro que tienes montes y el monte, es una terapia muy cercana y muy asequible. Hay gente que no tiene dinero para ir a un psicoterapeuta o para comprarse una caja de prozac, pero el monte de al lado de casa siempre está ahí y es el método más rápido y asequible para mejorar la calidad de vida.



- Pero no sustituye al psicoterapeuta.

No pretendo sustituir nada. Pero animo a la gente a probar la montaña como terapia. A veces hay que poner lo obvio ante los ojos de la gente.



- ¿Cuál es la mayor lección que da la montaña?

Te enseña, por un lado, cierta disciplina, agudiza una sensibilidad para apreciar la belleza de las cosas y la naturaleza… También creo que ayuda a discernir lo que es imprescindible de lo superfluo. La montaña te da esa cura de humildad. Como tienes que cargar con una mochila, tienes que hacer un ejercicio de síntesis brutal y meter lo que realmente es imprescindible. Lo superfluo se queda fuera.



- ¿Qué es lo más gratificante que le ha sucedido en una montaña?

Hay una montaña en los Alpes, el Cervino, cuya imagen me había impresionado desde pequeño. Cuando subí de mayor, fue un momento muy especial.



- ¿Qué sintió cuando llegó?

Me puse a llorar como una magdalena. Pero cuando estás en una altura por encima de los 6.000 metros, es tal el esfuerzo realizado que realmente disfrutas la cima a posteriori, cuando ya has bajado. No son cimas que las disfrutas in situ como sucede en montañas más pequeñas.



- La alta montaña es un poco una competición…

Sí. Se está cayendo en el absurdo de que si tienes dinero te puedes apuntar a una expedición en la que por 60.000 euros te colocan un sherpa cargado de bombonas y te ayuda a subir al Everest. Eso es una frivolidad brutal. Y así está ocurriendo los accidentes…



- ¿Por qué se hace sin conocimientos?

Sin preparación. He leído cosas que quiero creer que no son verdad… Gente que ha pagado un dinero por ir al Everest, la montaña más alta del mundo, y se pone por primera vez en su vida unos crampones en las botas en el campo base. Si eso es cierto, es terrorífico porque se supone que habría que llegar al Everest después de acumular un currículum de muchas montañas.



- ¿Usted no lo ha hecho?

No. Lo más alto que he hecho es la Aconcagua y me quedé a 200 metros de la cumbre después de muchos meses de entrenamiento. Tuve un pequeño accidente y me di la vuelta. Y no me arrepiento porque estoy aquí para contarlo.



- En el libro habla de la insolidaridad de la montaña.

Cuando se va, por ejemplo, al Everest y hay detrás unos patrocinadores poniendo mucho dinero para que se cumplan unos objetivos hay una presión detrás que de alguna manera hace que ciertos alpinistas digan “Tengo que hacer cima sí o sí”. Y entonces a veces surge la insolidaridad. Pero también se da el otro caso. Por ejemplo, la película Pura vida explica la historia de un alpinista navarro, Iñaki Ochoa Olza, que se quedó en el Annapurna atrapado y hubo una movilización de alpinistas que no conocían directamente a Iñaki. Es una historia de solidaridad como jamás se ha visto.



- ¿Cuál de las grandes montañas a las que ha subido le ha impactado más?

Quizás Aconcagua por las dimensiones. Cuando haces la aproximación al campo base atraviesas unos lugares tan bonitos… Y los Alpes me fascinan. Me gustan esos sitios colosales que, de alguna manera, te dan una cura de humildad en dos segundos porque eres como una hormiguita insignificante mirando todo aquel alrededor que lleva millones de años antes que tú y que va a sobrevivir millones de años más.



- ¿En qué piensa cuando sube una montaña y siente que no le quedan más fuerzas?

A veces se dice que subir una montaña es más fuerza mental que física. Y es cierto. Cuando estás en la Aconcagua, que te pesan hasta las pestañas, es una lucha contigo mismo. Tu objetivo no es a corto plazo, es a cortísimo. Cada paso que das es un objetivo. Y mejor que no alces la vista para ver lo que te queda porque…



- ¿Hay que ser un poco solitario para que te guste la montaña?

No necesariamente. Estamos conectados casi las 24 horas del día y tenemos tanto miedo a quedarnos solos con nosotros mismos que la montaña es un espejo en el que mirarse. Es bueno irse una mañana solo a la montaña sin móvil. Es tan necesario como respirar.



- ¿Ha usado la montaña para tomar decisiones importantes?

Sí. Me he llevado algunas decisiones personales e incluso empresariales al monte y he acertado en muchos casos. La montaña tiene una doble vertiente: permite desconectar y que los problemas se queden en el valle, pero también hay estudios científicos que demuestran que si en las grandes decisiones de nuestra vida nos guiamos por la intuición tenemos más posibilidades de acertar que si nos guiamos solo por la razón. Y la montaña potencia tu lado derecho del cerebro: la intuición, la creatividad, el pensamiento figurado. Cuando estás metido en el problema no tienes esa distancia necesaria, y en la montaña, conforme vas ganando altura, parece que te vas distanciando del problema y eso te permite abordarlo de forma más resolutiva.







Leer más: http://www.lavanguardia.com/vida/20121204/54356930010/juanjo-garbizu-montana-desarrollar-intuicion-editoriales-dieresis.html

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