El
día 30 de julio de 2013, se ha publicado en el diario El Mundo, un artículo de
Rafael Navarro Valls, en el cual el autor opina sobre el viaje del Papa
Francisco a Brasil.
FRANCISCO VA EN SERIO
“El viaje a Brasil del Papa Francisco ha colmado todas las expectativas”.
Esta frase sería sospechosa de triunfalismo en labios del séquito papal o del
Ejecutivo brasileño. No lo es, si la escribe el periodista y rabino judío
Gustavo Guershon. Tiene razón. Nunca un viaje papal -salvo el primero del Papa
Wojtyla a Polonia- había levantado tantas esperanzas, dentro y fuera de Brasil.
Cuando el Papa Francisco se adentró en la Franja de Gaza brasileña
-la favela que visitó en el viaje que acaba de concluir-, no sólo estaban
pendientes de su mensaje social las autoridades brasileñas y los fieles de todo
el mundo, sino la diplomacia y hasta la inteligencia de USA, China, UE y Cuba,
entre otras. También en los ambientes “entre sombras” se esperaba, con
curiosidad contenida, la visión que Francisco daría -en el epicentro de la
pobreza”- de la doctrina social de la Iglesia, tal y como quiere impulsarla en
el segundo decenio del siglo XXI. Alguno dio más de un respingo cuando oyeron
decir al risueño papa argentino: “La fe es revolucionaria. Y os pregunto (a los
jóvenes): ¿Estáis dispuestos a entrar en la ola de la revolución, de la fe?
Sólo entrando en ella tu vida joven tendrá sentido y será fecunda”.Y una cierta
tensión se notó en las cúpulas de los ejecutivos mundiales cuando pidió una
acción contundente para defender “a los pobres ante intolerables desigualdades
sociales y económicas que claman al cielo”.
Y es que una de las expectativas del viaje al Brasil era cómo
afrontaría el Papa argentino el dilema de articular unas estructuras económicas
equidistantes del turbo-capitalismo, ajeno a la solidaridad, y de un nuevo
marxismo vergonzante, alérgico a la libertad. Es decir, qué versión daría el
Papa de su “Iglesia de los pobres”. ¿Existía una liaison del mensaje del Papa
Francisco con la teología de la liberación, una de cuyas cunas fue Brasil? Con
todos mis respetos a los teólogos, después de un atento análisis de las
intervenciones del Papa Bergoglio, me temo que esta hipótesis olvida algo
importante en el pensamiento y en la acción del Papa argentino: su fuerte
conexión con la doctrina social de la Iglesia, anterior en el tiempo a la
teología de la liberación.
Las diversas formas de esta última sacaron precisamente de la
doctrina social de la Iglesia la gran mayoría de sus afirmaciones, pero
olvidando normalmente su espíritu: la trascendencia. Desde siempre la doctrina
social de la Iglesia condenó los abusos, las injusticias y los ataques a la
libertad. Es más, anima a luchar “por la defensa y promoción de los derechos
del hombre”, de modo que la “opción preferencial por los pobres” es un
postulado fundamental -con ese u otro nombre- que recorre las encíclicas
sociales de estos dos últimos siglos. Pero el Papa Francisco -basta ver su
bagaje teológico- es consciente de que abandonando el ángulo propio del mensaje
eclesiástico, el de la teología moral, algunas formas de teología de la
liberación “conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres”, a
pesar de su inicial impulso. De algún modo podría decirse que hoy son un “bello
cadáver”, porque extrajeron de los mensajes sociales de la Iglesia su cuerpo de
doctrina, pero olvidaron el alma que las anima. Sacralizaron la política,
intentando captar la religiosidad del pueblo en beneficio de la revolución.
Existe, sin embargo, un problema: que la doctrina social de la
Iglesia no solo es un conjunto de principios de reflexión, sino también de
directrices de actuación. Lo primero se había acentuado más que lo segundo en
los ambientes eclesiásticos de los siglos XIX y XX. El Papa Francisco ha puesto
en este viaje el acento en la acción, recordando que los principios, en sí
mismos, pueden quedar estériles si no inspiran directrices prácticas. Tal vez
por eso el Papa animó a algo que puede parecer sorprendente: “Quiero -decía a
los jóvenes- que salgan a la calle a armar lío, quiero lío en las diócesis,
quiero que se salga fuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que
la Iglesia abandone la mundanidad, la comodidad y el clericalismo, que dejemos
de estar encerrados en nosotros mismos”. Si a eso se une el optimismo de Francisco,
se entiende enseguida la rápida aceptación que su figura tiene. Repárese, que
siempre que lanzó un desafío, lo acompañó de una invitación a la esperanza: “A
ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no
dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede
cambiar. No se habitúen al mal, sino a vencerlo”.
La segunda cuestión que este viaje ha despejado es la pregunta
latente que sobrevolaba su primera salida fuera del Vaticano: pero este Francisco,
¿va en serio? La duda era si los gestos de austeridad dentro del Vaticano -y lo
que significan- se verían reflejados en sus viajes al extranjero, trasladando
al ámbito internacional lo que comenzó a vivir en el pequeño hábitat romano. La
respuesta ha sido afirmativa. Un ejemplo. El pequeño Fiat gris no blindado con
el que recorrió largos trayectos, puso los pelos de punta a las fuerzas de
seguridad. Sobre todo cuando el Papa Bergoglio bajó la ventanilla del pequeño
vehículo y comenzó a saludar a la multitud. Era todo un espectáculo contemplar
la cara risueña del Papa en contraste con la profunda gravedad de los rostros
de la escolta. Al parecer, el Papa se tomó en serio lo que el ministro
brasileño Gilberto Carvalho dijo cuando, resignado, le trasladaron el mensaje
de que el Papa no quería coches blindados ni soldados con fusiles a su
alrededor: “Será entonces el pueblo brasileño quien protegerá la vida del Papa
Francisco”. Naturalmente, no es una invitación a los líderes mundiales a que
bajen la guardia, pero sí un ejemplo de que, a veces, se alejan demasiado de
las gentes con sus interminables escoltas de coches y despliegues. La
proximidad de Francisco ha sido todo un desafío. Como decía con sentido común
una mujer de las favelas: “Si no tiene miedo en El Vaticano, ¿por qué lo va a
tener aquí?”.
El viaje a Brasil, desde luego, trasciende sus límites
geográficos. En realidad, desde el gigante sudamericano, el Papa argentino ha
lanzado a todo el mundo una teología de la inclusión, que evite abandonar a algunos
como náufragos en la periferia social. Pero esto no puede dejar en claroscuro
un fenómeno estrictamente brasileño del que el Papa Bergoglio era consciente.
La proporción de los católicos en Brasil ha bajado en picado del 99,7% en 1872
al 64.4% en 2010. La presión del protestantismo es fuerte. A lo que hay que
añadir la fuerte difusión de los cultos sincréticos afrobrasileños en las
clases bajas, y de la masonería y el kardecismo -una forma de espiritismo con
especial desarrollo en Brasil- en las clases medio altas.
La ‘Reorganización’ de esta especie de mercado de la fe, con una
Iglesia católica con baja cotización y unos movimientos no católicos en alza,
requería una brusca sacudida. La persona del Papa Francisco, su mensaje
sencillo y socialmente exigente, su desprecio de lo políticamente correcto y su
cercanía, ha despertado una atención inusitada por la Iglesia católica. Lo cual
no quiere decir que el Papa haya pedido un trato especial. Al contrario, ha
insistido en una laicidad positiva del Estado, “que, sin asumir como propia
ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor
religioso en la sociedad, favoreciendo sus expresiones concretas”.
El Wall Street Journal acaba de definir a Bergoglio como “un
verdadero animal político”, ayudado por un formidable “púlpito mundial”. La
revista Time, al dedicar su portada al Papa argentino, lo califica como “El
Papa del pueblo”, y Vanity Fair lo ha proclamado el “hombre del año”. Por otra
parte, medios italianos vaticinan una suerte de Vatican sunset, una especie de
atardecer para algunos de los viejos esquemas, con una Iglesia de los pobres y
una teología del trabajo en el centro de la escena. Los jóvenes se entusiasman
con él. Incluso los italianos lo prefieren -¡nada menos!- a sus dos monstruos
sagrados Valentino Rossi y Mario Balotelli. El fervor de los tres millones de
jóvenes situados a lo largo y ancho de la playa Copacabana no dejaba lugar a
dudas.
Ajeno a estos calificativos, el Papa Francisco es evidente que ha
vuelto rejuvenecido de este baño de multitudes. En el viaje de ida hacia Río
manifestó que no concedía entrevistas a la prensa: “Para mí es algo difícil.
Los periodistas no sois santos de mi devoción”, dijo con su habitual franqueza.
A la vuelta, se ha ofrecido con una inédita desenvoltura a someterse a todo
tipo de preguntas durante hora y media. Sobre Vatileaks es interesante su
declaración de que ni Benedicto XVI ni él se asustaron especialmente por los
resultados de las investigaciones. Y es natural, nadie desconoce que en la
Iglesia hay de todo. Es como la Humanidad misma, que recuerda los dramas de
Shakespeare: un tropel de gentes en los que se mezclan buenos y malos, santos y
pecadores, avaros y menesterosos. Basta pensar en que la sociedad más
civilizada, la europea, produjo en cuatro décadas dos guerras mundiales, tres
sistemas totalitarios y montañas de cadáveres. Nadie puede asustarse de que
también en la Iglesia se den contrastes que puedan escandalizar a algunos. Como
dijo el propio Francisco: “Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que
crece”. En efecto, hacer crecer el bosque es el gran desafío que le espera en
Roma.
Wow, no se deja nada! Gracias por traernos sus artículos, siempre ttan completos, me gustan mucho.
ResponderEliminarEspero que estés pasando un buen verano Sinre!
saludos
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