Odio sin discurso y campar a sus anchas.

Los activistas del lobby abortista han sufrido una reciente derrota en la Unión Europea con el rechazo del llamado “proyecto Estrela” (ver Aceprensa,12-12-2013), que pretendía consagrar el aborto como un derecho humano. Una de las críticas más fuertes al resultado de la votación fue la de Ulrike Lunacek, parlamentaria europea del Partido Verde. Lunacek es la autora principal de un nuevo informe redactado por el Comité de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos Nacionales y que ha pasado a llamarse comúnmente informe Lunacek. El texto aboga por una política de tolerancia cero con los llamados crímenes de odio, entre los que se incluyen los ataques homófobos, verbales o físicos.

Que el lobby abortista y el lobby gay forman un solo bloque en las instituciones europeas es un hecho conocido, y que en parte se fomenta desde las mismas instituciones. No deja de ser significativo en este sentido que el comité escogido para dar una opinión sobre el informe Lunacek –una práctica habitual en el Parlamento Europeo– sea el Comité para los Derechos de las Mujeres, donde los militantes abortistas tienen mucho peso.

El documento, que fue presentado a mediados de octubre, está aún pendiente de tramitación, aunque –al igual que el “proyecto Estrela”– su aprobación no tendría efectos vinculantes para los Estados. Sus principales propuestas son que se avance en la creación de una política común sobre los derechos de la comunidad LGTB, y que la Comisión “utilice sus competencias al máximo posible” para hacer que los Estados cumplan con la legislación europea sobre discriminación por orientación sexual. Es decir, pretende aumentar la presión legislativa y la ejecutiva en la lucha contra la homofobia.

La estrategia gay es que se aprueben declaraciones contra la “homofobia” para allanar el camino a la prohibición

Balas de fogueo en espera de la artillería pesada
La estrategia del lobby gay –igual que la del lobby abortista– en la UE es clara: promover todo tipo de iniciativas o informes favorables a sus posturas, que aunque no obligan a los Estados, vayan formando un “cuerpo de doctrina” al que se pueda invocar cuando se discutan directivas vinculantes.

Como explica Rick Plasterer en el blog del Institute on Religion and Democracy, esta es la intención que está detrás tanto del proyecto Estrela como del informe Lunacek. Este último sería una bala de fogueo para allanar el camino a la verdadera artillería: la Directiva para la Igualdad de Trato. Este texto, que sí sería vinculante, fue presentado en 2006 para luchar contra la discriminación de la mujer en el mercado laboral. Sin embargo, la Comisión Europea lo enmendó dos años después de forma que acogiera también otras discriminaciones, entre ellas la relacionada con la identidad sexual.

Otro documento con potencial vinculante, y que también se encuentra en proceso de tramitación, es la Framework National Statute for the Promotion of Tolerance. Se trata de un texto pensado para proteger a grupos especialmente vulnerables contra la violencia o el llamado discurso del odio (hate speech). Este es precisamente el punto controvertido del texto, pues entre las manifestaciones de este discurso del odio se citan los “comentarios difamatorios hechos en público”. Algunos temen que esta definición se utilice para censurar cualquier pronunciamiento que contradiga el discurso del lobby gay, como por ejemplo que es mejor que un niño sea educado por un padre y una madre. Además, el texto señala que la libertad de expresión está limitada por ciertas condiciones, como que quien la quiera ejercer respete la de los otros. Así, explica que “no es necesario ser tolerante con los intolerantes”, algo que ha llevado a ciertas asociaciones cristianas, a las que se califica fácilmente de homófobas, a sentirse amenazadas.

Con el argumento de que “no hay que ser tolerante con los intolerantes” se pretende convertir en delito las opiniones contrarias al movimiento gay

Activismo intolerante
Mientras en el Parlamento se debaten teorías sobre el discurso del odio y la intolerancia, en varias ciudades europeas han ocurrido varios episodios reales que podrían servir de ejemplos prácticos; solo que en ellos los agresores han sido quienes habitualmente invocan el título de víctimas, y los agredidos, los supuestos homófobos.

En agosto, un grupo de activistas “antihomofobia” de la asociación Act Up atacaron la sede en París de la fundación Jérôme Lejeune por su oposición a la ley de matrimonio homosexual. Unos meses antes, varias “combatientes” de Femen boicotearon una conferencia del obispo de Bruselas y derramaron varias botellas de agua sobre él mientras gritaban consignas abortistas y feministas. Más recientemente, otra mujer con el torno desnudo subió al altar de la catedral de Colonia, Alemania, mientras se celebraba la misa de Navidad. El mismo día, un grupo de 50 personasinterrumpió la misa del gallo en una parroquia de Sabadell al grito de “quitad vuestros rosarios de nuestros ovarios”. También la catedral de Bolonia fue ocupada por un colectivo feminista en diciembre.

A la vista de estos ejemplos, el lobby gay-abortista sería el más perjudicado si se aprueba definitivamente la directiva que señala que “no es necesario ser tolerantes con los intolerantes”