jueves, febrero 20, 2014

Animo, a confesar, al sacramento de la alegría!!!!!












Al explicar cosas a veces complejas de explicar el Papa Francisco tiene el don de la brevedad sin detrimento de lo que es necesario incluir al decir lo que dice. Lo ha vuelto a hacer al explicar el sacramento de la reconciliación (penitencia o confesión) en la catequesis del miércoles 19 de febrero de 2013. Los cinco párrafos centrales son estos:
«En la celebración del Sacramento de la reconciliación, el sacerdote no representa solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.

Alguno puede decir: “Yo me confieso solamente con Dios”. Sí, tú puedes decir a Dios: “Perdóname”, y decirle tus pecados. Pero nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia, y por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, en la persona del sacerdote.

“Pero, padre, ¡me da vergüenza!”. También la vergüenza es buena, es saludable tener un poco de vergüenza. Porque cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos que es un ‘sinvergüenza’. La vergüenza también nos hace bien, nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios, perdona.

También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decirle al sacerdote esas cosas que pesan tanto en mi corazón: uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia y con el hermano. Por eso, no tengan miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para confesarse siente todas estas cosas – también la vergüenza – pero luego, cuando termina la confesión sale libre, grande, bello, perdonado, limpio, feliz. Y esto es lo hermoso de la Confesión.

Quisiera preguntarle, pero no responda en voz alta ¿eh?, responda en su corazón: ¿cuándo fue la última vez que se confesó? ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga la cuenta, y cada uno se diga a sí mismo: ¿cuándo ha sido la última vez que yo me he confesado? Y si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierda ni un día más! Vaya hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, ¿eh? Y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sea valiente, y adelante con la Confesión».

3 comentarios:

  1. Tiene razón.Siempre da algo de vergüenza confesarse,pero lo contento que sales después merece la pena.Y a empezar de nuevo.Se nota la gracia divina.

    ResponderEliminar
  2. Ayer hablaba con mi mujer (estamos separados) y me decía:

    Tu te crees en posesión de la verdad!

    Yo no la poseo X, mi verdad es externa a mi y la amo. Es Ella quién me posee.

    Ya estamos! con el rollo místico! que yo no creo en Dios! a ver cuando te enteras! yo te quiero a mi manera!

    ¿Y cual es tu manera?

    La mía! (hay que decir que fue ella la que me llamo)

    Pues yo no entiendo tu manera, no me la creo. Si cada uno tenemos la potestad de amar a nuestra manera...¿eso que es? Eso es una manera, no de amar, si no de poseer al otro.

    Salvando las distancias, tu manera es la misma que un padre puede decir d esu manera de querer a la hija que se ventila.

    O el violador, su manera que tiene de amar a su víctima.

    Solo hay una manera de amar y es amar sin esperar nada a cambio, deseando lo mejor para el otro.

    Y el verdadero amor es firme, es leal, es fiel, es honorable y amable y supone un desgaste constante, una perdida de vida continua hasta que llega la muerte.

    Tu forma de amar es bastarda, no es amor, es otra cosa.

    Se llama posesión, te parece que eres más libre cuando eres un total y absoluto esclavo.

    ResponderEliminar
  3. «En la celebración del Sacramento de la reconciliación, el sacerdote no representa solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.
    Alguno puede decir: “Yo me confieso solamente con Dios”. Sí, tú puedes decir a Dios: “Perdóname”, y decirle tus pecados.“Pero nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia y por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, en la persona del sacerdote”.

    Sólo se peca contra Dios. Y si ese pecado lleva a hacer un mal a otra persona. Hay que reparar ese mal, pero sólo se pide perdón a Dios por el pecado cometido.

    El pecado es la ofensa a Dios. Sólo eso. No se ofende a nadie más. Es un acto contra la voluntad de Dios. No es una acto contra la voluntad de los hombres. Es una soberbia, un orgullo, una lujuria que va en contra de Dios.
    el sacerdote representa a la comunidad fuera del confesionario. En el confesionario tiene que actuar en la persona de Cristo en el Tribunal de la Penitencia para absolver el pecado y no representa nada más..

    Quizá se refiera a esto...pero que ya no lo dice el sacerdote en la MISA..
    El confiteor o la oración de confesión, que se reza en la Misa, no es la Confesión del pecado, sino el pedir perdón por los pecados de toda la Iglesia. Es la oración universal de la iglesia sobre todas las almas para que el Señor recuerde su Misericordia sobre toda la Iglesia. No se da la absolución del pecado privado, personal, sino que se da la absolución por el pecado de toda la Iglesia. Hoy día, con la nueva liturgia, el sacerdote no da esa absolución porque no está en los libros litúrgicos. Antes, el sacerdote hacia la señal de la Cruz y decía las palabras: «Misereatur vestri omnipotens Deus, et, dimissis peccatis vestris, perducat vos ad vitam aeternam. Indulgentiam, absolutionem, et remisionem peccatorum nostrorum tribuat nobis omnipotens et misericors Dominus»: “El Señor tenga misericordia de vosotros, perdone vuestros pecados y os lleve a la vida eterna. Que la omnipotencia y la Misericordia del Señor nos alcance la indulgencia, la absolución y la remisión de nuestros pecados”. En las liturgias del nuevo ordo se ha cambiado el vosotros por el nosotros. Y es el sacerdote el que tiene que decir ese vosotros, no el nosotros. El sacerdote no pide perdón para él, sino para toda la Iglesia. Es Cristo el que absuelve a toda la Iglesia en la Misa. Pero esto ya se perdió.

    ResponderEliminar