Fue profesor mío de Teología en tercero de Derecho, mi promoción de Derecho le quería porque nos quiso.
Semblanza de D. Juan
Chapa, decano de la Facultad de Teología de la Universidad
Después de más de cuarenta
años de servicio a la Facultad de Teología de la Universidad de
Navarra, a la que continuó prestando su ayuda tras su jubilación, el Señor ha
querido llamar a su presencia al profesor Lucas Francisco Mateo Seco, a nuestro
querido "don Lucas", o "don Francisco", o "don Paco
Lucas", u otras variantes de sus nombres por los que era llamado y
que aceptaba con buen humor.
En 1992, con motivo de la
celebración de los 25 años de la Facultad, el profesor Mateo Seco, el más joven
de los profesores que habían venido a Pamplona en 1967 para dar comienzo a la
Facultad, se preguntaba: "¿Cómo fueron los comienzos? Divertidos,
trabajosos, esperanzados. Teníamos la seguridad de que Dios no nos dejaría de
su mano. Y la ilusión de servir a la Iglesia no sólo con la buena voluntad,
sino también con una obra bien hecha. Eso era lo que verdaderamente
importaba".
Don Lucas se trasladó a
Pamplona con la ilusión de sacar adelante el proyecto con el que San Josemaría
Escrivá soñaba. La historia de don Lucas es inseparable de la historia de
la Facultad, a la que se dedicó con alma y cuerpo, movido por un gran
amor a la Iglesia y al sacerdocio. Porque la pasión de su vida fueron su
sacerdocio y la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz a la que él pertenecía, y
la sólida formación espiritual e intelectual de los sacerdotes.
Desde que poco después de
ordenarse fuera profesor y formador del Seminario de Sevilla y durante su
tiempo como profesor de la Facultad, hasta los últimos días de su vida, don
Francisco no perdió la ilusión de forjar buenos cristianos y buenos teólogos. Y
lo hizo poniendo su memoria privilegiada, su mente lúcida, su vitalidad,
su sentido común, su incansable capacidad de trabajo, su energía,
sus dotes de gobierno y sus muchas otras cualidades al servicio
de la Facultad y de las personas –profesores, alumnos y personal no docente–
que trabajaban y estudiaban en ella.
Los que hemos tenido la
suerte de conocerle hemos sido testigos de su afán por hacer las cosas bien
y de su ilusión por soñar cosas grandes. Él lo hizo yendo por delante.
Su prestigio a nivel nacional e internacional como teólogo especulativo
en el área de la teología trinitaria, la cristología y la mariología, y como
reconocido experto en Gregorio de Nisa da fe de que a la buena voluntad y
confianza en Dios supo añadir el trabajo bien hecho.
Y todo ello con una gran
discreción y alegría. Si don Lucas consideró los comienzos de la Facultad
"divertidos" es porque nunca perdió el buen humor. Él, con su muchas
veces fingida exageración andaluza, transmitía optimismo y alegría, y enseñaba
a quitar hierro a lo dramático o difícil para continuar mirando hacia delante
con esperanza. No es extraño que con su mirada y su sonrisa se hiciera querer
tanto por todos los que le trataban por razones de su trabajo académico o de su
intensa labor pastoral que nunca dejó.
Don Francisco vivió con
pasión la aventura de la teología, de la Facultad, de la Universidad, de todo
lo que emprendía. Y fue también un hombre fiel. Fiel a su vocación, a la
Iglesia, a la Universidad. Hasta pocos días antes de fallecer estuvo disponible
en su habitación de la Clínica para ayudar con su buen hacer y su gran
experiencia a quien lo necesitara. En los meses en que pasó a residir en el
Centro Residencial no dejó de recibir a todo el que buscaba orientación. Las
limitaciones de salud no le hicieron menguar su dedicación a aconsejar en los
más variados temas a los profesores jóvenes y menos jóvenes que le visitaban.
No cejó de animarles a que llegaran más lejos que él, a que trabajaran con
profesionalidad e ilusión, de contagiarles su amor por la teología y la
Facultad que él había visto en San Josemaría.
Cuando la Universidad de
Navarra le concedió la medalla de oro por los servicios prestados no hizo más
que tratar de agradecer modestamente lo que don Lucas había hecho por ella.
Todos los que trabajamos en la Facultad hubiésemos querido mostrarle tanto
entonces como ahora nuestra deuda de gratitud y darle también con esa medalla
las gracias por tantas, tantas cosas más. Por eso, de parte de todos, don
Francisco, muchísimas gracias de verdad. Siga ayudándonos desde el cielo.
No tuve el privilegio de conocerle pero leo que tuvo una gran vida y la vivió a plenitud en servicio de la Universidad, de la Iglesia y de los demás. Que descanse en paz este siervo bueno y fiel.
ResponderEliminar"Le quería porque nos quiso", esa es la clave de un profesor con mayúscula, de un profesor vocacional. De ello se deriva todo lo que sigue.
ResponderEliminarNo le conocía, pero me alegro mucho de encontrarlo.
¡Gracias!
La manera, la forma de sonreir con el alma.
ResponderEliminarLes delata!
Otro que vueleve a Casa.
Que envidia! jajajajajaja
Que el Señor consuele a los que van a sentir su ausencia más directa.
Un abrazo en la comunión de los Santos.
Jjy+