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«Si el hombre con quien me casé ya no me quiere, y yo no lo quiero a él; si el hombre a quien ahora amo me ama a mí… ¿qué hay de malo en que nos unamos?»
Te diré qué hay de malo. Un día, ante el altar de Dios, realizaste una promesa en la que entregaste tu vida: «Me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la adversidad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida». Esa promesa no estaba sujeta a condición alguna; no añadiste «siempre y cuando tú me respetes a mí» ni «siempre y cuando no nos volvamos atrás». Con esa promesa entregaste «todos los días» de tu vida. Minutos después, el sacerdote pidió a Dios que os amarais «como Cristo ama su Iglesia», y Cristo se entrega en la Cruz y permanece fiel aunque los hombres seamos infieles.
Desde el día en que hiciste esa promesa, tu vida dejó de pertenecerte. ¿Cómo vas ahora a entregarle a otro lo que ya no es tuyo?
El que se case con la divorciada, comete adulterio.
Lamentablemente la sociedad está inclinada hacia una mentalidad egocéntrica, donde sólo busca 'que me den', 'yo recibir', 'yo quiero ser amado'. Hay que inculcar el 'yo darme', 'yo dar', sobretodo 'yo amar'. Se casan y ni idea de lo que se están prometiendo ante Dios. Mi esposo y yo cumplimos 33 años de matrimonio, con todo lo que acarrea un buen matrimonio, momentos duros, difíciles, tentaciones, y también momentos felices pero sobretodo alegres pues somos fortalecidos en la fe. Que nadie diga que el imposible. :-)
ResponderEliminarMayra ahí esta vuestro testimonio para enseñar a los q vienen....
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