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¿Qué hace el Señor cuando un hombre lo echa de su vida, cuando dice «no quiero», o grita «¡déjame en paz!»?
Es tan sobrecogedor como cierto: cuando un hombre arroja fuera de su vida a Cristo, Cristo se marcha. No insiste, no trata de quedarse con argucias, no hace violencia para no salir. Tan respetuoso es Dios con la libertad humana, que cuando un hombre le dice «¡Vete!» se va sin responder. Puede que se quede sentado a la puerta, por si acaso un día ese hombre decide abrirla. Si ese día llega, quien echó violentamente a Jesús de su vida lo encontrará esperando, amante como siempre. Pero, si no abre, no entrará.
Con el Demonio sucede lo contrario, porque el Maligno no aprecia la libertad, sino la esclavitud. Cuando un hombre dice «no» a la tentación, el Demonio insiste. Si no le abres la puerta, tratará de entrar por la ventana. Y, si no abres la ventana, querrá abrir un boquete en la pared. Por eso debes estar siempre en guardia, recogido en oración, si quieres evitar que entre.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!
Abre el corazón a Dios.
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