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Esos adultos que se bautizan
7 abril, 2015
La creencia de que en una sociedad secularizada la gente ya no se plantea la cuestión de Dios está bien firme. Sin embargo, en un país con un clima cultural tan poco favorable al catolicismo como Francia, todos los años en la vigilia de Pascua reciben el bautismo un número significativo de adultos. Este año han sido 3.790 adultos, más 1.011 adolescentes y jóvenes (entre 12 y 18 años). El número va en aumento desde 2005, y en los últimos cinco años la progresión ha sido de un 30%.
Los rasgos de estos nuevos cristianos desmienten también algunos tópicos. Frente a la idea de que la religión se está quedando para los viejos, más de la mitad de los adultos bautizados tienen entre 20 y 35 años, a los que hay que agregar los adolescentes y jóvenes. Aunque se repite que la Iglesia está perdiendo a las mujeres por no admitir el sacerdocio femenino, la realidad es que entre estos bautizados las mujeres (66%) son el doble que los hombres (34%). Por profesiones hay un poco de todo: 17% son estudiantes, 15% obreros, 15% técnicos, 18% empleados, 8% ejecutivos o de profesión liberal, 4% amas de casa, 3% profesores, 8% buscan empleo… El grupo que más aumenta es el de los estudiantes, que ha pasado del 11% en 2011 al 17% en 2005, a despecho de la educación laica.
En cuanto al ambiente familiar donde se criaron, los que dicen haber vivido en un contexto familiar cristiano son el 47%, aunque no debía serlo tanto cuando ni siquiera fueron bautizados; en cambio, el 43% afirman haber crecido en un ambiente no religioso.
Tampoco puede pensarse que son decisiones repentinas, ya que el acceso a los sacramentos de la iniciación cristiana exige un periodo de catecumenado de dos años, que podría desanimar al poco motivado.
El itinerario de cada converso es siempre muy personal. Pero cuando se pregunta a algunos, como ha hecho La Croix, por qué han pedido el bautismo, las respuestas revelan dónde está el verdadero atractivo de la fe. “Tener una relación personal con Cristo que sana y libera”, dice uno. “El descubrimiento de la alegría de la fraternidad entre cristianos, la relación sencilla y verdadera entre personas en el nombre de Cristo”, afirma otro. De hecho, las conversaciones con un sacerdote y el acompañamiento de unos amigos durante el periodo de preparación han sido una gran ayuda en muchos casos.
Algunos tienen la fe en ciernes, y es su decisión de pertenecer a la Iglesia lo que permite desarrollarla: “Antes sentía que tenía fe, pero, quedándome en mi rincón, la llama era muy pequeña. Al formar parte de la Iglesia, ha crecido”. Esa fe se vive en la Iglesia lo que, según otro, permite “sentir la alegría de ser cristiano y de formar parte de una familia”.
Los caminos son muy variados, pero llama la atención lo poco que tienen que ver con la imagen de la fe y de la Iglesia que a menudo transmite la información periodística. La Iglesia no es vista como una comunidad surcada por divisiones y polémicas, sino como una familia acogedora. Los grandes cambios que algunos sectores esperan que haga la Iglesia para modernizarse no son mencionados por los que han decidido dar el paso adelante para entrar. Más bien tienen la confianza de haber encontrado la meta de una búsqueda espiritual para la que la sociedad secularizada no ofrece respuestas.
Los rasgos de estos nuevos cristianos desmienten también algunos tópicos. Frente a la idea de que la religión se está quedando para los viejos, más de la mitad de los adultos bautizados tienen entre 20 y 35 años, a los que hay que agregar los adolescentes y jóvenes. Aunque se repite que la Iglesia está perdiendo a las mujeres por no admitir el sacerdocio femenino, la realidad es que entre estos bautizados las mujeres (66%) son el doble que los hombres (34%). Por profesiones hay un poco de todo: 17% son estudiantes, 15% obreros, 15% técnicos, 18% empleados, 8% ejecutivos o de profesión liberal, 4% amas de casa, 3% profesores, 8% buscan empleo… El grupo que más aumenta es el de los estudiantes, que ha pasado del 11% en 2011 al 17% en 2005, a despecho de la educación laica.
En cuanto al ambiente familiar donde se criaron, los que dicen haber vivido en un contexto familiar cristiano son el 47%, aunque no debía serlo tanto cuando ni siquiera fueron bautizados; en cambio, el 43% afirman haber crecido en un ambiente no religioso.
Tampoco puede pensarse que son decisiones repentinas, ya que el acceso a los sacramentos de la iniciación cristiana exige un periodo de catecumenado de dos años, que podría desanimar al poco motivado.
El itinerario de cada converso es siempre muy personal. Pero cuando se pregunta a algunos, como ha hecho La Croix, por qué han pedido el bautismo, las respuestas revelan dónde está el verdadero atractivo de la fe. “Tener una relación personal con Cristo que sana y libera”, dice uno. “El descubrimiento de la alegría de la fraternidad entre cristianos, la relación sencilla y verdadera entre personas en el nombre de Cristo”, afirma otro. De hecho, las conversaciones con un sacerdote y el acompañamiento de unos amigos durante el periodo de preparación han sido una gran ayuda en muchos casos.
Algunos tienen la fe en ciernes, y es su decisión de pertenecer a la Iglesia lo que permite desarrollarla: “Antes sentía que tenía fe, pero, quedándome en mi rincón, la llama era muy pequeña. Al formar parte de la Iglesia, ha crecido”. Esa fe se vive en la Iglesia lo que, según otro, permite “sentir la alegría de ser cristiano y de formar parte de una familia”.
Los caminos son muy variados, pero llama la atención lo poco que tienen que ver con la imagen de la fe y de la Iglesia que a menudo transmite la información periodística. La Iglesia no es vista como una comunidad surcada por divisiones y polémicas, sino como una familia acogedora. Los grandes cambios que algunos sectores esperan que haga la Iglesia para modernizarse no son mencionados por los que han decidido dar el paso adelante para entrar. Más bien tienen la confianza de haber encontrado la meta de una búsqueda espiritual para la que la sociedad secularizada no ofrece respuestas.
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