Romano Guardini
“Ángel mío, te saludo. Eres mi compañero en el camino que lleva a Dios. Sabes lo que Él exige de mí. Háblame al corazón, amonéstame, llámame.”
Hay realidades espirituales que son muy importantes. En realidad existe, con relación a ellas, una que lo es inversamente proporcional a su importancia y a la que se les suele dar.
El tema del Ángel de la guarda (llamado también custodio) es una de ellas.
Todos, desde que nacemos, desde este nuestro ahora, comprendemos que Dios nos ama. Como nos ama ha de cuidarnos y por esto nada mejor que confiar a alguien que nos pueda guiar, cuando haga falta, en este paso por nuestro valle de lágrimas.
Este ser, éste, al que llamamos Ángel Custodio, a quien Dios confió nuestra vida y que nos acompañará al juicio que nos corresponde, nos sirve de inspiración en muchos momentos de nuestra vida. Acudir al Ángel Custodio en nuestras necesidades y tribulaciones es garantía de ayuda y de luz, pues esa es su misión, eso tiene que hacer según lo mandado por Dios.
Romano Guardini sí tiene conciencia de que al tal Ángel lo tenemos a nuestra disposición.
Podemos decir que no estamos solos. No quiere decir eso que lo estemos en el sentido de no vivir con nadie, junto a otros seres humanos. Queremos decir solos desde el punto de vista espiritual, sin acompañamiento necesario.
Dios, en su infinita misericordia, como hemos dicho arriba, sabe que necesitamos una ayuda más que especial y que proporcionándonos un ser superior (algo superior a nosotros los hombres como se dice en la Sagrada Escritura) llegaremos a su definitivo Reino de una forma correcta y sin salirnos del camino.
Por eso es, en efecto, nuestro compañero. Lo es porque nos acompaña y no nos abandona nunca. Siempre está a nuestra “disposición”, como hemos dicho, y tomar tal realidad en su exacto punto de verdad (que es toda) sólo puede proporcionarnos gran gozo y gran alboroto espiritual.
En realidad, el ángel de la guarda no conoce nuestro pensamiento como pueda conocerlo Dios pero sí tiene conocimiento exacto de lo que el Creador quiere de nosotros (es lógico que eso sea así porque el Todopoderoso nos lo entregó y tuvo que decirle qué era lo que debía ser a nuestro respecto) Por eso es quien mejor nos puede aconsejar, al corazón, aquello que nos conviene.
¡Ojo!, no nos dirá lo que queramos oír sino lo que, en verdad, es necesario que sepamos pues conoce, eso sí, la voluntad de Dios.
Le pedimos, por tanto, que nos hable. No lo vamos a escuchar a voz en grito diciéndonos esto o lo otro sino que, al igual que nos sopla el Espíritu Santo, nuestro ángel custodio ilumina nuestra mente con sus inspiraciones (aunque no del mismo cariz que las de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, claro está)
Es más. También le pedimos a nuestro Ángel que nos amoneste.
¿Es eso posible? ¿Podemos esperar amonestación de quien nos ha de cuidar?
En efecto, aquello de que quien bien te quiere te hará llorar también vale para nuestro ángel de la guarda y nosotros. Y es que no debemos esperar sólo lo bueno sino la corrección cuando la merecemos y el manifestar qué es lo bueno y mejor.
Invoquemos, pues, a nuestro Ángel Custodio, a sabiendas que, conociéndolo a fondo, siempre permanece a nuestro lado y, con eso, podemos sobrellevar las causas de nuestras tristezas.
Solicitar su ayuda, insistentemente aumentará nuestro amor hacia Dios ya que así cumplimos su voluntad.
Nuestro Ángel Custodio, que nos ha de amar porque también lo necesita, es nuestro fiel compañero y reconocerlo es esencial para nuestra vida de Fe. No sólo lo tenemos cuando somos pequeños, como dice la conocida oración (cuatro angelitos tiene mi cama…) sino ahora mismo… a nuestro lado.
(Eleuterio Fernández Guzmán)
(Eleuterio Fernández Guzmán)
Así es.
ResponderEliminarTal y como escribe Don Eleuterio.
Gracias!
Jyy+
Angel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, no me dejes solo que me perdería. + Gracias Rodolfo Saceras, compañero!
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