miércoles, diciembre 09, 2015

Bautizos civiles en serio.










Me envían desde Santiago este artículo de Xosé Luis Barreiro, . Desde luego que me sirve. Sólo espero que todos los lectores entiendan que es sólo una broma
Si las mareas ofrecen bautizos y comuniones civiles, no queda más remedio que hacer una teología civil, porque no sería honrado usurpar estos ritos de paso sin asumir sus obligaciones. Los aspectos formales de esta boutade ya los despachó Roberto L. Blanco con extraordinario rigor y valentía. Pero dado mi afán de colaborar en la felicidad del pueblo, no puedo resistirme a sentar los fundamentos de una teología atea que ayude a ritualizar la civilidad.
Empezaremos por decir que si el bautizado es un bebé, habrá que tener padrinos civiles que respondan por él. Pero si el bautizado es adolescente habrá que exigirle un catecismo civil que garantice que la víctima sabe dónde se mete. «¿Eres totalmente laico?», preguntará el alcalde. «Sí, por la Gracia de Dios». «¿Qué significa el bautismo civil?», insistirá el oficiante. «Ser discípulo de usted y seguir sus ordenanzas». «¿Y quieres ser bautizado?». «Sí», responderá el crío. Y ya se le puede bautizar con agua con gas, para diferenciar esta ceremonia de la credulidad fanática de los católicos. Claro que después del bautizo hay que socializar al niño, que ya de pequeñito deberá rezar civilmente: «Alcaldito de mi vida, fuiste niño como yo, por eso te voto tanto y te doy mi corazón». O «Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro municipales que me la guardan».
Más complicada será la comunión civil, porque, antes de recibirla, el interfecto, de 9 años, tendrá que confesarse con un funcionario, decirle si respetó los semáforos y los pasos de cebra, y cuántas papeleras volcó. Porque la confesión es esencial para el control del comportamiento y la ortodoxia laica, y solo los niños absueltos y con la penitencia cumplida podrán entrar en María Pita vestidos de blanco, y cantando: «Vamos, niños, al plenario, que el edil llorando está, pero viendo tantos niños muy contento se pondrá». Será entonces cuando el oficiante, recordando las campañas electorales, repartirá bocatas de jamón entre los niños, para que aprendan a compartir y a formar un cuerpo místico municipal.
La confirmación civil será el momento elegido por los niños para mandar al carajo al alcalde e iniciarse en el botellón. Pero todos sabrán que el que no se confirme civilmente no podrá acceder a ninguna de las opciones de matrimonio que ofrecen los poderes civiles. La lógica llevará a que los miembros de la corporación, en vez de prometer su cargo, sean ordenados concejales. Porque si no se ritualiza todo, los niños percibirán el juego y no se dejarán bautizar. Y lo más fácil, creo, será la extremaunción laica, que será una rebaja en la tasa de tanatorio para enfermos civiles desahuciados.
Con estas bases ya podemos empezar a hacer el payaso y a mostrar la rabia que produce el último reducto de autoridad moral no estatalizado. Y esperemos que Dios nos ayude a soportar tanta iniquidad.

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