Inmenso y valiente De Prada. Parecido pasa con los curas pederastas y los pederastas llamemos laicos.
¿Por qué nuestra época, a la vez que se horroriza ante la conducta de los padres de Nadia, aplaude y lloriquea de emoción ante la conducta del actor pornográfico?
EMPIEZAN a ser recurrentes los casos de padres degenerados que someten a sus hijos a sevicias de tipo sexual. No se trata ni siquiera de abusos incestuosos en el sentido más crudo de la palabra, sino de conductas aún más aberrantes. Ahora acaban de sobresaltarnos con las complicaciones del caso de Nadia, cuyos padres, además de estafadores, han resultado ser unos degenerados que fotografiaban a la niña desnuda, «en poses de evidente contenido sexual», en palabras del juez instructor. Casos tan escabrosos como el de la niña Nadia son propalados por los medios de adoctrinamiento de masas, con su aderezo de truculencias y sensacionalismos, para provocar el rechazo de sus audiencias cretinizadas, mientras «normalizan» otras formas mucho más sibilinas de corrupción de la infancia.
A la vez que se aireaban estos pormenores abyectos de los padres de Nadia, era entrevistado en programas de gran audiencia televisiva un actor pornográfico que revelaba tener una «hija transexual» de 9 años. Los mismos medios de adoctrinamiento de masas que no ahorran epítetos denigrantes para caracterizar la conducta de los padres de Nadia han calificado de «emotiva» la entrevista al actor pornográfico, que se halla ocupado en una campaña de recaudación de fondos «sin ánimo de lucro» para sufragar su causa. Y es que, en efecto, la actitud de ese actor pornográfico, que fomenta y estimula en su hijo conductas propias de otro sexo, es considerada una actitud valerosa y digna de emulación, a diferencia de la actitud de los padres de Nadia, que es considerada monstruosa. En cualquier otra época menos decrépita que la nuestra, ambas conductas habrían provocado idénticas reacciones de rechazo; y en ambos casos la autoridad judicial habría actuado de oficio, retirando la custodia de los padres, pues habría considerado que estaban corrompiendo a sus hijos. ¿Por qué nuestra época, a la vez que se horroriza ante la conducta de los padres de Nadia, aplaude y lloriquea de emoción ante la conducta del actor pornográfico? Por la sencilla razón de que el actor pornográfico disfruta del salvoconducto que le otorga una ideología hegemónica, que ya ni siquiera necesita ser –utilizaremos la célebre acuñación de Gramsci– «hegemonía acorazada de coerción», sino que se trata de una hegemonía consolidada a través de la propaganda de los nuevos métodos de control social, que se sirve del silencio de los cobardes y consigue –utilizaremos la expresión de Marcuse– «que toda contradicción parezca irracional y toda oposición imposible».
Aunque, naturalmente, esta ideología hegemónica que anhela corromper a nuestros hijos también cuenta con instrumentos de coerción. Así, por ejemplo, la pepera Cristina Cifuentes acaba de multar al director de un colegio de Alcorcón que advertía a los padres de sus alumnos de sus efectos corruptores. Chesterton nos advirtió que «llega un momento, en el ocaso de una civilización, en que los hombres buscan pecados más complejos u obscenidades más llamativas, como si tratasen de emular los sacrificios de los sacerdotes de Baal». Y esos sacrificios se van a perpetrar en los cuerpos y en las almas de nuestros hijos, que van a ser corrompidos por una ideología que disfruta de la máxima protección legal y utiliza como altavoces la escuela y los medios de adoctrinamiento de masas. Y, mientras nuestros hijos son corrompidos ante nuestra pasividad y cobardía por estos sacerdotes de Baal, nos seguiremos escandalizando de truhanes como los padres de Nadia, que los medios de adoctrinamiento de masas usan como reclamos para que desahoguemos nuestro sentimiento de culpa.
Ya es hora de que los cristianos salgamos del letargo. Tenemos que ir contracorriente. Cada uno en su ambiente y será una revolución. Audacia!!!
ResponderEliminarasí es y así llevamos dos mil años, con la ayuda de Dios y de su Madre.Gracias
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