miércoles, noviembre 07, 2018

Julio Montero y libertad de investigación



Julio Montero – La nueva inquisición

No sabemos qué quedará en el código penal sobre la libertad de investigación y de expresión de los historiadores. Nuestros políticos parecen más empeñados en rediseñar el pasado que en mejorar el presente. Hay que reconocer que es la tarea más auténticamente política, según George Orwell en su libro “1984”. Allí, con las tres grandes potencias totalitarias en permanente guerra y constante cambio de aliados, todo un ejército de funcionarios del Ministerio de la Verdad cambiaba los archivos y reescribían la historia según convenía en cada momento.
Todos los de mi edad (los nacidos en los cincuenta) podemos presentar, al menos, algún rasguño de la dictadura de Franco. Pero unos perdieron su vida y muchos más hubieron de emigrar. Y se repartieron con exageración años de cárcel (de los de antes y donde antes) entre los discrepantes. Y aunque es verdad que hubo tiempos y tiempos en el franquismo, una dictadura es siempre una dictadura: en Europa, en Iberoamérica y en Asia.
Si en Estados Unidos aún late su particular guerra civil (la de Secesión) no debe extrañarnos que aquí siga viva la nuestra. Se ha dicho que los perdedores del conflicto quieren ganarlo ahora. Serán los nietos de unos y otros, porque de los protagonistas deben quedar pocos y sospecho que con pocas ganas de continuar la guerra. El problema parece centrarse en quienes son los herederos de unos y otros. Más bien en quién reparte las certificaciones de republicanismo o de franquismo.
Cuando empecé a trabajar como modesto historiador tuve el empeño siempre de no juzgar, sino de explicar de modo razonable lo que las fuentes descubrían (después de trabajarlas mucho, porque no todas son iguales). En fin: dar cuenta de por qué había pasado lo que había pasado. Después venían los ensayistas a interpretar y, desde luego, yo mismo sacaba mis propias conclusiones sobre aquello.
No hay modo ahora mismo de saber en los estudios históricos en qué consiste “defender” el franquismo. ¿Decir que el PIB creció en esos años es una defensa? ¿Lo es afirmar que la violencia política del estado franquista no fue siempre igual de dura? ¿O que paradójicamente la última ley orgánica del franquismo -la ley de reforma política- abrió el camino a la democracia? ¿Van a ser los jueces quienes decidan sobre esto?¿Con qué preparación histórica e intelectual?¿Harán algún master en historia (rápido a ser posible) para constituir una escala nueva en la judicatura?
¿Quiénes van a ser los jueces de la historia? ¿Se creará una comisión con una experta en feminismo, un estudioso de las desigualdades étnicas, un animalista, un antisistema, un representante de los sindicatos y otros especialistas escalfados con algún “historiador” afín (y afín a quién)?
No me parece que estudiar el franquismo genere dictadores: y a los hechos me remito. Es difícil encontrar entre los historiadores de nuestra contemporaneidad defensores del franquismo. Casi puede decirse lo contrario: probablemente no haya colectivo más homogéneamente antifranquista que el de los historiadores. No entiendo por qué se les quiere complicar su tarea.
Lo curioso será ver qué se hace con las denuncias a posteriori: ¿se castigará a quienes hayan defendido al franquismo antes o solo a los que hagan desde que se apruebe el nuevo código? Sería curioso que se tomara una decisión franquista para combatir la defensa del franquismo. ¿Se expurgarán las bibliotecas públicas de obras franquistas?¿Será delito conservarlas en privado?¿Habrá actos de afirmación, declaraciones públicas de contrición, relaciones de los “abajo firmantes” arrepentidos?
No me extrañaría que apareciera enseguida un “Libro rojo” de referencia fácil y fundamental para que pueda aplicarlo cualquiera: amplio, con metáforas… y sobre todo cortito. Cortito de todo: por dentro y por fuera. Y lo agitarán los estudiantes de historia contra algunos de sus profesores para hacer esa limpieza que tanto se necesita (al parecer). Y si consiguieran llevarlos a la cárcel nos encontraríamos con la paradoja que por fín habría una universidad (profesores y estudiantes en diálogo y hablando con libertad) aunque estuviera entre rejas.

Julio Montero es Catedrático de Universidad.

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