Escrito en 2008, con motivo de la marcha de madre.
Hay circunstancias de la vida en que las cosas toman más sentido, como una especie de hito, que nos confirma o nos hace rectificar. En estos días pasados, no puedo dar más que gracias de corazón a todas y todos los que habéis estado tan cerca. Ciertamente en el mundo, en Europa, en España, la salvación no viene de unas elecciones y cada treinta años la Iglesia tiene que evangelizar a una nueva generación. He comprobado que el testimonio de una persona sencilla y normal, con sus defectos y sus virtudes, es presencia humana y cristiana. Comenta un autor del siglo II, lo que les sorprendía el amor, el cariño que se notaba en los cristianos, daba envidia a un mundo en decadencia.
Yo he experimentado estos días ese amor , ese cariño, por parte de una modesta parte de la Iglesia que es el Opus Dei, por supuesto de los que no lo son. Pero las amigas de mi madre, su grupo, los de mi padre, los sacerdotes de la Obra, mis compañeros de la Obra, nos han demostrado algo muy difícil de explicar en un mundo poco hogareño; y es que el Opus Dei, ya dije una partecica de la Iglesia, es familia de verdad. Que si los secretos, que si el dinero, que si, que si, leches en vinagre. Mirad cómo se quieren de verdad.
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