Aréchaga es una referencia para mí, siempre.https://elsonar.aceprensa.com/el-riesgo-de-las-iglesias-llenas/?fbclid=IwAR2b7Uf6zk5k98PSpBW5Pg7HG_pA6hWg1xkeLoG9Xv5A4rcwyL42vts6-es
El riesgo de las iglesias llenas
Se decía que la Iglesia estaba perdiendo a sus fieles y que los templos estaban vacíos. Pero ahora surge la polémica por el temor de que se llenen demasiado y las Misas puedan ser un foco de contagio en la progresiva desescalada tras el confinamiento. ¿Vale la pena el riesgo?
La verdad es que también nos “arriesgamos” todos los días cuando vamos al supermercado, a la farmacia, al metro y a partir de ahora a las peluquerías. Y el pasado domingo en Madrid había más aglomeraciones de corredores y ciclistas a las 9 de la mañana que la que solía haber antes a la salida de la misa de 11. Pero si se levanta una polémica sobre la asistencia a misa es porque, en el fondo, no se considera un servicio esencial en la sociedad de hoy. Al menos no tan necesario como hacer deporte o dar un paseo.
En Italia, la controversia ha surgido cuando el gobierno de Giuseppe Conte, al detallar los pasos para la vuelta a la normalidad, ha autorizado la celebración de funerales en un estrecho ámbito familiar, pero no ha mencionado ninguna fecha para la recuperación de las misas con pueblo. Los obispos, que lo habían reclamado, sacaron un firme comunicado en el que declaraban que “no podían aceptar que el ejercicio del libertad de culto quedara comprometido”.
Conmoción en el gobierno, necesitado de todos los apoyos, y que contaba con una Iglesia dócil y silenciosa hasta el momento. Recurso al Papa Francisco, que echa un capote a Conte, pidiendo en público “la gracia de la prudencia y de la obediencia a las disposiciones”. Diálogo telefónico entre Conte y el presidente de la Conferencia Episcopal para clarificar las cuestiones. Se entierra el hacha de guerra y el presidente de los obispos expresa su alivio “por haber llegado a unas líneas de acuerdo que permitirá, sobre la base de la evolución de curva epidemiológica, reanudar las misas con pueblo”. Pero no se dice nada de lo acordado, todo es cuestión de fe.
Para justificar el aplazamiento de las misas, el gobierno italiano ha alegado que entre los fieles hay una gran parte de personas mayores, y que reunirlos en las iglesias les expondría a “un riesgo enorme” en estos momentos. Quizá si las autoridades hubieran actuado con las mismas precauciones en las residencias de mayores no se habrían convertido en un campo minado para los ancianos. Pero parece que hoy guardar la distancia de seguridad entre los fieles y las iglesias se ha convertido en el principio de precaución laico.
La polémica ha sido más viva en Italia, pero también está presente en otros países donde la cuarentena ha obligado a apartar a los fieles de las iglesias. Las misas en streaming han sido un recurso para sostener la piedad de los fieles. Pero el peligro es que se tome la misa virtual como una alternativa a la asistencia a la real. Así lo advertía el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, en una reciente entrevista: “No podemos acostumbrarnos a esto, Dios está encarnado, es de carne y hueso, no es una realidad virtual. También es muy engañoso para los sacerdotes. En la misa, el sacerdote tiene que mirar a Dios. En lugar de eso se le está acostumbrando a mirar a la cámara, como si fuera un espectáculo”.
La paranoia higienista ha llevado a hacer propuestas peregrinas para la comunión dentro de la “nueva normalidad”. “Para evitar el contagio –se lee en el diario La Stampa– se está pensando en una comunión ‘hágalo usted mismo’ con hostias ‘para llevar’ previamente consagradas por el sacerdote, que se cerrarían en bolsas individuales de plástico”. El cardenal Sarah replica: “Dios merece respeto, no puedes meterlo en una bolsa. No sé quién pensó ese absurdo, pero aunque la privación de la Eucaristía es ciertamente un sufrimiento, no se puede negociar sobre el modo de comulgar. Comulgamos de manera digna, dignos del Dios que viene a nosotros. La eucaristía debe ser tratada con fe, no podemos tratarla como un objeto trivial, no estamos en el supermercado”.
El mismo cardenal Sarah recuerda que, incluso si no es posible celebrar Misas públicamente, «los fieles pueden pedir ser confesados y recibir la comunión».
En la medida en que el culto se reduce a escala humana, uno puede conformarse con la misa virtual. Teletrabajo, telescuela, Netflix, y un toque de espiritualidad a distancia los domingos. “Quédate en casa” y así no te pones en riesgo. En Italia, el comité científico que asesora al gobierno quería incluso que antes de entrar en las iglesias se tomara la temperatura a los fieles con el termómetro frontal, como si fuera el estado de gracia para comulgar. Luego se abandonó la idea por impracticable, pero indica su convicción de que toda precaución es poca para poner un pie en la iglesia.
En España en la fase 1 de la desescalada se prevé que en los lugares de culto haya una limitación de aforo del 30%. Se ve que los obispos han sido menos convincentes que los del gremio de hostelería, que han logrado un aforo del 50% en las terrazas.
Existe un riesgo de contagio en las iglesias, como lo hay en los bares o en el transporte público. Pero los párrocos y los feligreses saben también cómo reducirlo y evitarlo, y son los primeros interesados en lograrlo. También es distinta la situación en una catedral que en un templo en un bajo o que en una iglesia de pueblo. Así que en vez de fijar un aforo único más vale confiar en la prudencia de los responsables.
El riesgo es que algunos gobiernos aprovechen la situación de excepcionalidad para dictar a las confesiones religiosas el modo de ejercer sus funciones dentro de una nueva normalidad. Hoy puede ser el aforo, mañana la edad de los participantes, en el futuro las líneas rojas en la predicación para adaptarse a las leyes civiles. El filósofo italiano Marcello Pera, ex presidente del Senado, advierte aquí un efecto de la secularización en el modo de ver a la Iglesia: “Si, por su ‘bien’, confían al Estado las decisiones en materia eclesial, entonces el Estado reduce a la Iglesia solo a su dimensión institucional pública, y la Iglesia se adapta a esta representación”. El Estado se siente así autorizado para tratar a la Iglesia como a cualquier otro organismo secular.
Puestos a guardar la distancia social, también sería bueno mantenerla entre la Iglesia y el Estado, de modo que cada uno se quede en su terreno.
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