La Libertad de los hijos de Dios. Daniel
Tirapu
En mis años universitarios en mi alma mater, Universidad de Navarra, en varias
conversaciones con Pedro Lombardía y Alvaro DOrs, les mostré mi perplejidad acerca
de la expresión paulina sobre la libertad de los hijos de Dios. Yo no veía
demasiada libertad: mi horario, mis obligaciones de Colegio Mayor, miedos,
inseguridades, el trato con compañeras de estudios, acercar a mis amigos a
Dios, poca discoteca y juerga en el sentido juvenil. No veo esa libertad.
Lombardía me dijo que a los 20 años y con compromisos serios
en el terreno espiritual y humano era lógico que me faltaba perspectiva, que se
adquiere con los años, claro. Con buen humor , me dijo, Tirapu, ustedes parecen
todos catedrático de 20 años; saben latín, visten de traje, salen los fines de
semana para catequesis, etc. Hablamos de finales de los 70, con la transición y
todo aquello, sin ser consciente del momento histórico, que requiere años, experiencia
y fracasos y triunfos.
Alvaro Dòrs me mostró su preocupación porque entendía que
teníamos gran entusiasmo, digamos apostólico, pero que veía en muchos casos que
se abandonaba el trabajo serio, la lectura esencial y pausada, la eficacia a
corto plazo, las prisas, inquietudes y agobios y oh asombro, me habló de un
cierto voluntarismo, si bien sin voluntad no hay nada¸responder a estereotipos,
horarios y activismo.
Bien , desde el 7 de enero de 2021 soy tío abuelo de dos
gemelas y ya con dos tercios de la vida recorridos, sé que he morir mas no sé cuando ( desde la adolescencia me
parecía cruel la muerte, ya que no conozco otra vida, la experiencia de muerte
de compañeros de deporte o estudios, me llegaba a producir episodios de pánico;
un médico de los 70, de siquiatría en España poco, me dijo que mi nariz era
demasiado pequeña para un cuerpo tan poderoso).
Quiero decir, que con una cierta perspectiva, muchas horas
de oración mental pensando que perdía el tiempo, el Espíritu Santo obra y te
ayuda a comprender algo de que lo que es la libertad de los hijos de Dios. Me
entrego a Dios, a los demás, en el trabajo en la vida ordinaria, porque me da
la gana, porque quiero, en expresión feliz de Josemaría Escrivá. Y se empieza a
intuir el sentido de la vida, lo bien que me lo he pasado, tantos amigos y
proyectos, tanto cariño recibido y dado. Una vida plena y feliz, sin miedo a la
vida y sin miedo a la muerte ( un poco da). Philippe lo dice muy bien: me
machacaba ante Dios como un miserable y resulta que debía verme con la mirada
amorosa de Dios por mí y de su Madre, tan Madre. Miedo, no gracias, porque
quien teme no es bueno para amar a Dios y a los demás.
Formadores de seminarios, instituciones religiosas,
parroquias, sacerdotes fomenten una formación seria pero libre y paciente. No
se asusten de nada, más ahora. Sepan que una gota de miel es mejor que mil
litros de vinagre. Escuchen antes de responder, no hagan juicios demasiado
definitivos, sean amables y cariñoso, pacientes. Y entre todos y con la gracia
de Dios aprenderemos a ser hijos de Dios, con libertad, libres de ataduras y
complejos, conscientes de llevar nuestro tesoro en vasijas de barro.
Egunon, Tiraps, a ver si hablamos de estas cosas, que yo tengo mis puntos, cómo sabes. Una abrazo
ResponderEliminarSinceridad e intimidad a borbotones en este artículo a alma abierta... Dice Aristóteles, en su ÉTICA A NICÓMACO, que la experiencia no se transmite: lo puedes contar, lo puedes cantar, poetizar y bailar y el otro, los otros, no se enteran: hay que cruzar el río a nado para saber de lo fría que está el agua... Es así. Quienes ya cruzamos muchos ríos... te comprendemos y valoramos tu amor vehemente por los demás para que no se caiga en errores, ahora, de bulto, que no entonces... ¡Es la vida!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu arrolladora franqueza... ¡a tumba abierta!