lunes, marzo 25, 2024

Murió por cada uno de nosotros.

 





Semana Santa: Sábado Santo



A la hora de la desbandada general, cuando todo el mundo se ha sentido con derecho a insultar, reírse y mofarse de Jesús, ellos van a decir: dadnos ese Cuerpo, que nos pertenece. ¡Con qué cuidado lo bajarían de la Cruz e irían mirando sus Llagas! Pidamos perdón y digamos, con palabras de san Josemaría Escrivá: yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!
Se comprende que pusiesen el cuerpo muerto del Hijo en brazos de la Madre, antes de darle sepultura. María era la única criatura capaz de decirle que entiende perfectamente su Amor por los hombres, pues no ha sido Ella causa de esos dolores. La Virgen Purísima habla por nosotros; pero habla para hacernos reaccionar, para que experimentemos su dolor, hecho una sola cosa con el dolor de Cristo.
Saquemos propósitos de conversión y de apostolado, de identificarnos más con Cristo, de estar totalmente pendientes de las almas. Pidamos al Señor que nos transmita la eficacia salvadora de su Pasión y de su Muerte. Consideremos el panorama que se nos presenta por delante. La gente que nos rodea, espera que los cristianos les descubramos las maravillas del encuentro con Dios. Es necesario que esta Semana Santa —y luego todos los días— sea para nosotros un salto de calidad, un decirle al Señor que se meta totalmente en nuestras vidas. Es preciso comunicar a muchas personas la Vida nueva que Jesucristo nos ha conseguido con la Redención.
Acudamos a Santa María: Virgen de la Soledad, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a comprender —como escribe San Josemaría— que es preciso hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas. Dar la vida por los demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una sola cosa con Él.
Mons. Javier Echevarría

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