viernes, abril 26, 2024

Tomás Moro, por Daniel Tirapu.

 



Un hombre culto, familiar, abogado y juez incorruptible, renacentista, escribió Utopía, libro muy recomendado por los marxistas de cierta época, Lord Canciller de Inglaterra. Hombre respetado por su prestigio, dotes de gobierno, prudencia, inteligencia; al mismo tiempo, cristiano ejemplar, usaba una camisa como cilicio, piadoso, fiel al Papa en los duros tiempos del cisma inglés, hombre de oración que escribió la agonía de Cristo siguiendo la Pasión de Jesús.

Para mí ha sido guía de importantes decisiones. Leí su biografía de Vázquez de Prada, y he visto la película "Un hombre para la eternidad" más de diez veces, hay diálogos que recuerdo de memoria. Dimitió de Lord canciller, por su oposición al matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena y por el sometimiento al que se veía forzada la Iglesia en Inglaterra. Pero era discreto, no quiso dar sus motivos, fue procesado en la Torre de Londres, juzgado y condenado a morir decapitado por especial privilegio del Rey. 

Citaré dos episodios, en el primero el típico trepas le pide un puesto político, un favor, una ayuda. Moro es consciente de que ese hombre no tardaría más de 24 horas en vender su conciencia y le recomienda que se haga maestro de filosofía. Le dice "es un buen puesto, tus testigos serán Dios y tus alumnos". A él le encomiendo mis alumnos y mi tarea universitaria. 

El otro es un diálogo con el Duque de Norfolk, hombre duro, buen amigo de Tomás pero que no entiende por qué Moro no cede a las presiones cuando la mayor parte de la nobleza inglesa ha cedido. Moro le dice: "Ah vosotros la nobleza inglesa, os habríais dormido en el sermón de la montaña, mientras pasáis toda una noche discutiendo sobre el pedigree de un perro". 

Murió, mártir, tranquilo, diciendo que había procurado servir a su Rey como el más leal súbdito, pero que Dios está por encima de él y a Él se le ha servir antes. Moro tenía un fino sentido del humor inglés. Juan Pablo II lo nombró patrono de los políticos, ojalá cundiera el ejemplo, de personajes públicos que pongan su conciencia, nobleza y honradez muy por encima de sus intereses de partido, estrategias y chanchullos. Mi homenaje para vos, Sir Tomás Moro. 

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