Su fuerza.

 


Opus Dei
TEXTOS DE SAN JOSEMARÍA
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31 de julio de 2024
“Él te dará su fuerza”
En momentos de agotamiento, de hastío, acude confiadamente al Señor, diciéndole, como aquel amigo nuestro: "Jesús: Tú verás lo que haces...: antes de comenzar la lucha, ya estoy cansado". –Él te dará su fuerza. (Forja, 244)

¿Que cuál es el fundamento de nuestra fidelidad?

–Te diría, a grandes rasgos, que se basa en el amor de Dios, que hace vencer todos los obstáculos: el egoísmo, la soberbia, el cansancio, la impaciencia...

–Un hombre que ama se pisotea a sí mismo; le consta que, aun amando con toda su alma, todavía no sabe amar bastante. (Forja, 532)

Jesús, que ha fomentado nuestras ansias, sale a nuestro encuentro y nos dice: si alguno tiene sed, venga a mí y beba (Ioh VII, 37). Nos ofrece su Corazón, para que encontremos allí nuestro descanso y nuestra fortaleza. Si aceptamos su llamada, comprobaremos que sus palabras son verdaderas: y aumentará nuestra hambre y nuestra sed, hasta desear que Dios establezca en nuestro corazón el lugar de su reposo, y que no aparte de nosotros su calor y su luz. (Es Cristo que pasa, 170)


SANO EGOISMO.



 

En sus parábolas, Jesús no siempre muestra a personajes ejemplares como aquel buen samaritano; se sirve, frecuentemente, de personajes mundanos y egoístas. Lo sorprendente es que los pone como ejemplo cuando buscan su propio interés. Recordad al administrador infiel.

El reino de los cielos se parece a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra. A ver, este hombre no es un santo, es un tipo calculador que sabe que le compensa perder hasta los pantalones para comprar una perla que venderá por el triple de lo que le costó. No tiene más motivación que su egoísmo, salvo que hubiera pensado entregar a Cáritas el importe de la venta y Jesús no nos lo hubiera dicho.

Pero… ¿no será que, cuando el hombre sube a determinada altura, esa tendencia que tenemos a buscar el propio bien se convierte en deseo santo? ¿No será verdad que, si todos aspirásemos al mayor bien, el Amor de Cristo, y estuviésemos dispuestos a entregar todo por ese Amor, lo que en la carne es egoísmo, al encauzarlo hacia los bienes espirituales se convertiría en pureza?

Palabras de s Josemaría.

 


Opus Dei
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30 de julio de 2024
“Voluntad, energía, ejemplo”
Voluntad. —Energía. —Ejemplo. —Lo que hay que hacer, se hace... Sin vacilar... Sin miramientos... -Sin esto, ni Cisneros hubiera sido Cisneros; ni Teresa de Ahumada, Santa Teresa...; ni Iñigo de Loyola, San Ignacio... -¡Dios y audacia! —"Regnare Christum volumus!" (Camino, 11)

«Miles» –soldado, llama el Apóstol al cristiano.

Pues, en esta bendita y cristiana pelea de amor y de paz por la felicidad de las almas todas, hay, dentro de las filas de Dios, soldados cansados, hambrientos, rotos por las heridas..., pero alegres: llevan en el corazón las luces seguras de la victoria. (Surco, 75)

No sabes si será decaimiento físico o una especie de cansancio interior lo que se ha apoderado de ti, o las dos cosas a la vez...: luchas sin lucha, sin el afán de una auténtica mejora positiva, para pegar la alegría y el amor de Cristo a las almas.

Quiero recordarte las palabras claras del Espíritu Santo: sólo será coronado el que haya peleado «legitime» –de verdad, a pesar de los pesares. (Surco, 163)

Breve homilía.

 


Hablemos del cielo

Hablemos del cielo. Deberíamos hablar más del cielo, pensar más en el cielo, esperar con más deseos el cielo. Cuando olvidamos el cielo, perdemos el norte, y fácilmente dejamos de ser caminantes y peregrinos en tierra extraña para convertirnos en seres mundanos consumidores de religión.

Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El brillo del cristiano está reservado para el cielo. Quienes quieren brillar en esta tierra son como cerillas; si quieres, como bengalas. Brillan un momento, asombran a medio mundo, molestan al otro medio, y se apagan después. Queda, cuando se marchan, el olor a humo.

El cristiano, en este mundo, es como la luna. No brilla, resplandece. No deslumbra, irradia claridad. Porque su luz es prestada, es el reflejo, en el alma limpia, de la luz de Cristo. Por eso da gusto estar con él; porque su vida es una dulce noticia de la bondad de Cristo.

En el cielo, sin embargo, los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Tanto se habrá consumado su unión con Cristo, que él mismo será el sol. Y su Padre, el Padre de Cristo. Y Cristo lo será todo en todos.

La vida entera.

 

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29 de julio de 2024
“A vuestro corazón ha llegado el Reino de Dios”
¿Por qué no pruebas a convertir en servicio de Dios tu vida entera: el trabajo y el descanso, el llanto y la sonrisa? –Puedes..., ¡y debes! (Forja, 679)

No caigas en esa enfermedad del carácter que tiene por síntomas la falta de fijeza para todo, la ligereza en el obrar y en el decir, el atolondramiento...: la frivolidad, en una palabra.

Y la frivolidad -no lo olvides- que te hace tener esos planes de cada día tan vacíos ("tan llenos de vacío"), si no reaccionas a tiempo -no mañana: ¡ahora!-, hará de tu vida un pelele muerto e inútil. (Camino, 17)

Esta es tu tarea de ciudadano cristiano: contribuir a que el amor y la libertad de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social. (Surco, 302)

Como Cristo pasó haciendo el bien (Act X, 38) por todos los caminos de Palestina, vosotros en los caminos humanos de la familia, de la sociedad civil, de las relaciones del quehacer profesional ordinario, de la cultura y del descanso, tenéis que desarrollar también una gran siembra de paz. Será la mejor prueba de que a vuestro corazón ha llegado el reino de Dios: nosotros conocemos haber sido trasladados de la muerte a la vida –escribe el Apóstol San Juan– en que amamos a los hermanos (1 Ioh III, 14). (Es Cristo que pasa, 166)


Breve homilía.




 

De cómo trata Jesús a sus amigos

Marta está enfadada; como casi siempre. Cuando Jesús le promete que su hermano resucitará, responde: Sé que resucitará en la resurrección en el último día. No es una profesión de fe; ésa vendrá después. Es una regañina: «¡Ya sé que al final de los tiempos todos resucitaremos! Pero yo he perdido a mi hermano y ya no escucho su voz en mi casa».

Esperaba otra cosa. Habían avisado a Jesús hacía una semana de que su amigo estaba enfermo. Y creían que no lo dejaría morir. Pero no sabían cómo trata Jesús a sus amigos.

Jesús dejó morir a Lázaro, y vino cuatro días después. Se comprende el enfado de Marta. Pero, bajo sus vísceras, latía un corazón rendido al Maestro: Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. He ahí su profesión de fe.

Jesús resucitó a Lázaro, y todo quedó compensado. Pero les dejó una lección: quiere que sus amigos vivan de fe, y los pone a prueba para que su fe crezca y tengan vida eterna. Así es Jesús: a los de lejos les cura los enfermos, a los de cerca los bendice con la Cruz

TRABAJO Y ORACION.

 


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28 de julio de 2024
“No resulta difícil convertir el trabajo en oración”
Trabajemos, y trabajemos mucho y bien, sin olvidar que nuestra mejor arma es la oración. Por eso, no me canso de repetir que hemos de ser almas contemplativas en medio del mundo, que procuran convertir su trabajo en oración. (Surco, 497)

Persuadíos de que no resulta difícil convertir el trabajo en un diálogo de oración. Nada más ofrecérselo y poner manos a la obra, Dios ya escucha, ya alienta. ¡Alcanzamos el estilo de las almas contemplativas, en medio de la labor cotidiana! Porque nos invade la certeza de que Él nos mira, de paso que nos pide un vencimiento nuevo: ese pequeño sacrificio, esa sonrisa ante la persona inoportuna, ese comenzar por el quehacer menos agradable pero más urgente, ese cuidar los detalles de orden, con perseverancia en el cumplimiento del deber cuando tan fácil sería abandonarlo, ese no dejar para mañana lo que hemos de terminar hoy: ¡Todo por darle gusto a Él, a Nuestro Padre Dios! Y quizá sobre tu mesa, o en un lugar discreto que no llame la atención, pero que a ti te sirva como despertador del espíritu contemplativo, colocas el crucifijo, que ya es para tu alma y para tu mente el manual donde aprendes las lecciones de servicio.

Si te decides –sin rarezas, sin abandonar el mundo, en medio de tus ocupaciones habituales– a entrar por estos caminos de contemplación, enseguida te sentirás amigo del Maestro, con el divino encargo de abrir los senderos divinos de la tierra a la humanidad entera. Sí, con esa labor tuya contribuirás a que se extienda el reinado de Cristo en todos los continentes. Y se sucederán, una tras otra, las horas de trabajo ofrecidas por las lejanas naciones que nacen a la fe, por los pueblos de oriente impedidos bárbaramente de profesar con libertad sus creencias, por los países de antigua tradición cristiana donde parece que se ha oscurecido la luz del Evangelio y las almas se debaten en las sombras de la ignorancia...

Entonces, ¡qué valor adquiere esa hora de trabajo!, ese continuar con el mismo empeño un rato más, unos minutos más, hasta rematar la tarea. Conviertes, de un modo práctico y sencillo, la contemplación en apostolado, como una necesidad imperiosa del corazón, que late al unísono con el dulcísimo y misericordioso Corazón de Jesús, Señor Nuestro. (Amigos de Dios, 67)

Breve homilía.

 


Un personaje secundario

Desconocemos el nombre del muchacho. Es un personaje secundario en la escena, ni eso, es casi un «extra» a quien le cobraron en lugar de pagarle. No ha pasado a la posteridad como los apóstoles. Nadie pensó nunca en canonizarlo (¿cómo, si no tiene nombre?). Y, sin embargo, toda la escena depende de él. Sin él, aquella multiplicación de los panes y los peces no habría sucedido.

Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos? Al pequeño Francisco Bernardone le dijo el crucifijo de san Damián: «Francisco, repara mi iglesia, que se desmorona». Y él creyó que se refería al templo de piedra; ése lo podía reparar. Pero Jesús le hizo ver que no se refería a las piedras, sino a las almas. ¿Qué es eso para tantos? ¿Cómo yo, un pobre hombre, podré reparar la Iglesia de Cristo?

El niño le dio a Jesús cuanto tenía. No se guardó un pan «por si acaso»; lo entregó todo. Quienes entregan a Dios el 90% de cuanto tienen no disfrutan ni de Dios ni del 10% que se guardan. La entrega debe ser total.

Jesús hace milagros con niños así.

Trabajo.

 


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27 de julio de 2024
“El trabajo es la vocación inicial del hombre”
El trabajo es la vocación inicial del hombre, es una bendición de Dios, y se equivocan lamentablemente quienes lo consideran un castigo. (Surco, 482)

Desde el comienzo de su creación, el hombre –no me lo invento yo– ha tenido que trabajar. Basta abrir la Sagrada Biblia por las primeras páginas, y allí se lee que –antes de que entrara el pecado en la humanidad y, como consecuencia de esa ofensa, la muerte y las penalidades y miserias– Dios formó a Adán con el barro de la tierra, y creó para él y para su descendencia este mundo tan hermoso, ut operaretur et custodiret illum, con el fin de que lo trabajara y lo custodiase.

Hemos de convencernos, por lo tanto, de que el trabajo es una estupenda realidad, que se nos impone como una ley inexorable a la que todos, de una manera o de otra, estamos sometidos, aunque algunos pretendan eximirse. Aprendedlo bien: esta obligación no ha surgido como una secuela del pecado original, ni se reduce a un hallazgo de los tiempos modernos. Se trata de un medio necesario que Dios nos confía aquí en la tierra, dilatando nuestros días y haciéndonos partícipes de su poder creador, para que nos ganemos el sustento y simultáneamente recojamos frutos para la vida eternael hombre nace para trabajar, como las aves para volar.

Me diréis que han pasado muchos siglos y muy pocos piensan de este modo; que la mayoría, si acaso, se afana por motivos bien diversos: unos, por dinero; otros, por mantener una familia; otros, por conseguir una cierta posición social, por desarrollar sus capacidades, por satisfacer sus desordenadas pasiones, por contribuir al progreso social. Y, en general, se enfrentan con sus ocupaciones como con una necesidad de la que no pueden evadirse.

Frente a esa visión chata, egoísta, rastrera, tú y yo hemos de recordarnos y de recordar a los demás que somos hijos de Dios, a los que, como a aquellos personajes de la parábola evangélica, nuestro Padre nos ha dirigido idéntica invitación: hijo, ve a trabajar a mi viña.

Os aseguro que, si nos empeñamos diariamente en considerar así nuestras obligaciones personales, como un requerimiento divino, aprenderemos a terminar la tarea con la mayor perfección humana y sobrenatural de que seamos capaces. (Amigos de Dios, n. 57)

Breve homilía.

 


Un decreto misterioso

Es un decreto misterioso: Dejadlos crecer juntos hasta la siega. En virtud de esta divina disposición, Dios permite que convivan, en el mundo, el trigo y la cizaña, el bien y el mal, la pureza y la inmundicia.

Más aún, dentro de nosotros, en virtud de ese decreto, se mezclan también trigo y cizaña. Padre, no sé si esta obra buena la hago por Dios o porque me siento bien. Por las dos cosas, hijo, por las dos cosas.

Trigo y cizaña se mezclan en nuestras obras, y diez minutos después de salir de Misa ya hemos pecado. Se mezclan, también, en nuestros pensamientos, que, tras elevarse a las alturas del cielo, se encuentran hozando en las miserias terrenas. En nuestros sentimientos conviven el amor a Dios con el rencor y la envidia… Tratamos, cada día, de purificarnos, de vivir del trigo y soportar pacientemente la cizaña sin permitir que invada nuestra voluntad, pero… ¿llegaremos a vencer totalmente al pecado antes de morir?

Hay un lugar, en lo más profundo del alma en gracia, donde todo es trigo. Allí se ha realizado ya la limpieza final, y sólo Cristo reina. Pero pocos alcanzan a entrar en ese lugar. Bienaventurados ellos.

Mundo y Dios.

 


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26 de julio de 2024
“El mundo, lugar de encuentro con Dios”
Necesitas formación, porque has de tener un hondo sentido de responsabilidad, que promueva y anime la actuación de los católicos en la vida pública, con el respeto debido a la libertad de cada uno, y recordando a todos que han de ser coherentes con su fe. (Forja, 712)

Un hombre sabedor de que el mundo –y no sólo el templo– es el lugar de su encuentro con Cristo, ama ese mundo, procura adquirir una buena preparación intelectual y profesional, va formando –con plena libertad– sus propios criterios sobre los problemas del medio en que se desenvuelve; y toma, en consecuencia, sus propias decisiones que, por ser decisiones de un cristiano, proceden además de una reflexión personal, que intenta humildemente captar la voluntad de Dios en esos detalles pequeños y grandes de la vida.

Pero a ese cristiano jamás se le ocurre creer o decir que él baja del templo al mundo para representar a la Iglesia, y que sus soluciones son las soluciones católicas a aquellos problemas. ¡Esto no puede ser, hijos míos! Esto sería clericalismo, catolicismo oficial o como queráis llamarlo. En cualquier caso, es hacer violencia a la naturaleza de las cosas. Tenéis que difundir por todas partes una verdadera mentalidad laical, que ha de llevar a tres conclusiones: a ser lo suficientemente honrados, para pechar con la propia responsabilidad personal; a ser lo suficientemente cristianos, para respetar a los hermanos en la fe, que proponen –en materias opinables– soluciones diversas a la que cada uno de nosotros sostiene; y a ser lo suficientemente católicos, para no servirse de nuestra Madre la Iglesia, mezclándola en banderías humanas (...).

Interpretad, pues, mis palabras, como lo que son: una llamada a que ejerzáis –¡a diario!, no sólo en situaciones de emergencia– vuestros derechos; y a que cumpláis noblemente vuestras obligaciones como ciudadanos –en la vida política, en la vida económica, en la vida universitaria, en la vida profesional–, asumiendo con valentía todas las consecuencias de vuestras decisiones libres, cargando con la independencia personal que os corresponde. Y esta cristiana mentalidad laical os permitirá huir de toda intolerancia, de todo fanatismo –lo diré de un modo positivo–, os hará convivir en paz con todos vuestros conciudadanos, y fomentar también la convivencia en los diversos órdenes de la vida social. (Conversaciones, 117-118)