–¿Tú rezas? –¿Yo? ¿Que si rezo? ¡Vaya si rezo! Paso todo el día rezando. Rezo mientras conduzco, rezo mientras trabajo, rezo mientras hago la compra… –Vamos, que no rezas.
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¿Imaginas que quisieras entablar una relación de amor con un ser querido a base de hablar con él por teléfono mientras conduces, mientras haces la compra…? Al final, esa persona te acabaría diciendo: «Deja el móvil, por favor, y vamos a quedar los dos en un lugar tranquilo para hablar a solas».
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Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. Tienes que reservar para Dios momentos en los que apagues la luz, bajes el ruido y escuches al oído palabras de Amor. Si no disfrutas a diario de media hora tranquila dedicada a la oración mental, puede que hables con Dios, pero no rezas. Te falta intimidad con el Señor. Y te pierdes lo mejor de la vida. No sólo eso: le estás privando a Jesús, que tanto te quiere, de esos momentos a solas contigo.
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No es tan difícil. Un capítulo de una serie dura 50 minutos. ¿No puedes pasar 30 a solas con tu Señor?
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