Nadie, entre quienes conocieron a Jesús de Nazaret, quedó indiferente. Unos lo amaron desesperadamente, otros lo odiaron y lo asesinaron. Pero, en todos, la persona de Jesús suscitó interrogantes:
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¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?
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Os invito mucho a hablar de Cristo a quienes no lo conocen. Pero no seáis pesados.
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Hay una diferencia entre el apóstol y el «pesado con escapulario». El pesado responde inútilmente a preguntas que la gente no se hace. Y nadie quiere una respuesta a una pregunta que no se ha formulado. Es como cuando me llaman por teléfono para ofrecerme los servicios de una empresa que no necesito. Déjenme en paz, no sean pesados. Si necesito algo de ustedes, ya les llamaré yo.
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| El apóstol, sin embargo, no comienza por dar respuestas, sino por suscitar interrogantes. Vive de tal modo que los hombres se preguntan de dónde vienen su alegría, su humildad, su capacidad para perdonar… Entonces se acercan a él, y él les da la respuesta: Cristo. Así sí. |
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