Deglutir la sagrada Hostia no es necesariamente comulgar. Hace falta algo más, la comunión debe llegar al alma. Recibidla con fe; acoged con amor a quien viene a vosotros enamorado. Y, al comulgar así, recibiréis vida eterna. No hablo de una prolongación infinita de la vida temporal, sino de otra vida, la de Dios, que está por encima del tiempo. Al comulgar, el alma es elevada a la eternidad. Disfrutadlo.
La mayor parte de los conflictos, que se plantean en la vida interior de muchas gentes, los fabrica la imaginación: que si han dicho, que si pensarán, que si me consideran... Y esa pobre alma sufre, por su triste fatuidad, con sospechas que no son reales. Su amargura es continua y procura producir desasosiego en los demás: porque no sabe ser humilde, porque no ha aprendido a olvidarse de sí misma para darse, generosamente, al servicio de los otros por amor de Dios. (Amigos de Dios, 101) |
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