sábado, septiembre 28, 2024

Sic.

La llamada del Señor –la vocación– se presenta siempre así: “si alguno quiere venir detrás de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Sí: la vocación exige renuncia, sacrificio. Pero ¡qué gustoso resulta el sacrificio –“gaudium cum pace”, alegría y paz–, si la renuncia es completa! (Surco, 8)


 

Pero nos queda un consuelo. Pensad que igual de entregado se encuentra en la Eucaristía. Dios pone el cuerpo de su Hijo en manos del sacerdote, y el sacerdote lo pone en nuestras manos. Podemos profanarlo, o llenarlo de cariño. Procuremos que nuestras comuniones y nuestras visitas al sagrario sean desagravio por tantas injurias. Si le hemos ofendido, también podemos consolarlo.

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