viernes, septiembre 06, 2024

Sic

 


¡Claro que ayunamos! Además, hoy es viernes, y los viernes acompañamos, con algún ayuno o mortificación, al Señor en la Cruz. Pero, incluso cuando ayunamos, lo hacemos para hacer hambre, para festejar después el domingo y su explosión de alegría por Cristo resucitado.


La Santa Misa nos sitúa de ese modo ante los misterios primordiales de la fe, porque es la donación misma de la Trinidad a la Iglesia. Así se entiende que la Misa sea el centro y la raíz de la vida espiritual del cristiano. Es el fin de todos los sacramentos. En la Misa se encamina hacia su plenitud la vida de la gracia, que fue depositada en nosotros por el Bautismo, y que crece, fortalecida por la Confirmación. Cuando participamos de la Eucaristía, escribe San Cirilo de Jerusalén, experimentamos la espiritualización deificante del Espíritu Santo, que no sólo nos configura con Cristo, como sucede en el Bautismo, sino que nos cristifica por entero, asociándonos a la plenitud de Cristo Jesús.


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