sábado, junio 12, 2010

Un buen día.



Me recoge a las 7.05 Rafael Palomino para ir a Misa a los jesuitas de 7.30. Rumbo a Pamplona; Palomino escucha tres horas de historias mías acerca del escalafón, las escuelas, las grandezas y miserias de colegas. Es paciente, debería pagarle como terapeuta. Aula Magna de la Universidad de Navarra 12.30: María Blanco, catedrática , hace la semblanza de Fornés. Eduardo Molano, brillante en la descripción de un Fornés con el que ha compartido 50 años. Navarro Valls, ocurrente y cautivador; Pablo Sánchez Ostiz, al que dí clases, decano de la Facultad de Derecho, Jorge Miras y el Magnífico Rector Montoro. Más de 150 personas entre colegas, discípulos, amigos, autoridades: De la Hera, Ferrer, Elena Olmos, Javier Escrivá, Eduardo Baura y Valentín Gómez Iglesias (de Roma), Francisca Pérez Madrid, Irene Briones, Zoila Combalía, Jusdado, Cañamares, Faustino Cordón, Alejandro Glez Varas, Julio Muerza, Eugenio Simón Acosta,Juan Andrés Muñoz (difícil ver tanto catedrático por metro cuadrado), nuevas generaciones de profesores brillantes de la Universidad de Navarra. Brindis, anécdotas, lágrimas. Vuelta en coche con tormentas. Para mí estar en mi alma mater, mi Universidad de Navarra es un oasis en la vida. Y ví al profe Ponz, a Yoni Yarza, Paco Errasti, Rafael Domingo, Pepote Miranda, el Rector Peñuela, Angel Luis González. La Universidad de Navarra, fundada por San Josemaría Escrivá, cambiante en lo externo, en las personas, pero con un espíritu inconfundible, mi hogar, mi roca, mi refugio.

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