https://blogs.aceprensa.com/elsonar/diaconisas-en-la-sociedad-moderna/ Aréchaga, siempre en la diana...
La contestación del Papa a una pregunta sobre la posibilidad de que las mujeres sean diaconisas ha vuelto a poner en marcha un proceso ya repetido en este pontificado. Ante una propuesta, el Papa deja abierta la posibilidad de estudiar un cambio en un terreno que conecta con la sensibilidad actual. Los titulares periodísticos transforman el estudio en decisión y dan por hecho que el Papa quiere el cambio. Los reportajes del día siguiente van más allá y vaticinan que es el primer paso para el sacerdocio femenino. La Oficina de Prensa del Vaticano tiene que achicar agua y Lombardi aclara que “el Papa no ha dicho que pretende introducir la ordenación diaconal de las mujeres”. Los que creen que el Papa Francisco comparte sus ideas para el cambio en la Iglesia, aseguran que el reformismo del Papa es frenado por los conservadores que ponen palos entre las ruedas.
Un poco más de calma y memoria ayudaría a situar la cuestión en su contexto. El Papa ha dicho en una respuesta informal que puede ser bueno que una comisión de estudio clarifique si en la Iglesia actual es posible que haya mujeres que realicen las tareas que en la Iglesia primitiva estaban a cargo de las que en algunos documentos se mencionan como diaconisas.
Sin prejuzgar lo que pueda decir tal comisión, no está de más recordar que ya el conservador Ratzinger, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no tuvo inconveniente en encargar a la Comisión Teológica Internacional un estudio sobre la evolución del diaconado, en el que entre otras cosas se trataba del ministerio de las diaconisas.
Sin pretender dar una conclusión definitiva, el estudio afirmaba que las “antiguas diaconisas” no eran asimilables a los diáconos de hoy, y que el diaconado actual forma parte del sacramento del Orden, que solo pueden recibirlo válidamente los varones.
Como el Papa ha reafirmado en más de una ocasión que la Iglesia no admite el sacerdocio femenino, los titulares de estos días decían que las diaconisas podrían celebrar bautismos y matrimonios, sacramentos para los que no se requiere ser sacerdote. Pero ¿realmente la Iglesia necesita diaconisas para estas tareas? No da la impresión de que haya niños que no puedan ser bautizados por falta de sacerdotes ni matrimonios que aguarden impacientes a encontrar a un cura para que los case. De todos modos, en caso de necesidad cualquier fiel puede bautizar y, donde no haya sacerdotes ni diáconos, el obispo puede delegar a laicos para que asistan a los matrimonios (Código de Derecho Canónico, c. 1112).
Así que la idea de las diaconisas no parece exigida por necesidades de la Iglesia, sino más bien por el deseo de realzar el papel de la mujer en la Iglesia. Pero aquí también habría que distinguir entre revalorizar y clericalizar. Por una parte, no hay que olvidar que la idea de las diaconisas se suscita en una reunión del Papa con las superioras religiosas, y quien hace la pregunta lo plantea como una extensión de las tareas que ya realizan las religiosas. Pero la inmensa mayoría de las mujeres en la Iglesia son laicas, que tienen otras ocupaciones y situaciones de vida. Hoy día, más que mujeres que bauticen, necesitamos madres dispuestas a tener los hijos que han de ser bautizados. Y más que diaconisas que casen, se echan en falta mujeres y hombres bien preparados para casarse.
Nada es más ajeno al pensamiento de Francisco que la idea de que el único modo de hacer algo importante en la Iglesia es ser clérigo. Ya en otra ocasión, a propósito del nombramiento de mujeres cardenales, explicó: “Las mujeres en la Iglesia deben ser valoradas, no clericalizadas”.
Revalorizar el papel de la mujer en la Iglesia no exige darle más espacio en el altar, sino valorar más y contar con su opinión en importantes espacios que ya ocupan y que en muchos casos dirigen. Dentro de la Iglesia, a menudo son mujeres la que se ocupan de transmitir la fe a los niños, las que organizan las actividades caritativas, las que hacen posible que marche una parroquia, las que mantienen vivas las devociones populares y tantas otras cosas en las que la aportación de la mujer es insustituible. Esto ocurría ya en las comunidades de los primeros cristianos, como lo reflejan losHechos de los Apóstoles y las cartas de San Pablo.
Pero, sobre todo, si algo necesita la Iglesia en este momento es el testimonio y la acción de la mujer católica para esa “Iglesia en salida” que predica el Papa Francisco. Hace falta su influencia en la enseñanza, en el mundo de la moda, en la comunicación, en el arte, en la política, en la humanización de las prácticas empresariales, en la conciliación entre trabajo y familia, en las relaciones entre hombre y mujer, y en tantos otros ámbitos donde la mujer puede llevar esa visión más elevada que aporta la fe y la sensibilidad femenina.
Este servicio (“diaconía”) en medio del mundo es la mejor aportación de la mayoría de las mujeres en la Iglesia de hoy.
Jaimón y yo diríamos que tan importante como el del mismo Papa o cualquier sacerdote.
ResponderEliminarCuantos sacerdotes contestarían que su madre y sus enseñanzas fueron fundamentales para decir que sí a Dios?
Y nuestra Madre? no fue ella la que tenía a todos reunidos, no eran ellos los que la buscaron en el momento de la desolación¿
Sí!!! yo amo a las mujeres, se nota ¿n0?
Jyy+