jueves, agosto 01, 2024

Breve homilía.

 


La red

Se me clava el verso como una flecha cada vez que lo leo: Fui joven, ya soy viejo (Sal 36, 25). Porque prácticamente sucede en el momento que tardas en decirlo. El paso del tiempo es implacable y vertiginoso.

El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla.

Como arrastra la red a los peces, así nos arrastra el tiempo a la orilla. Nadie está a salvo de su empuje. La muerte nos iguala a todos, y aunque algunos sueñen con burlarla, nadie tiene control sobre ella.

Pero podemos llegar a la orilla vivos, y entonces viviremos; o muertos, y entonces seremos desechados. Sobre eso sí hay algo que podemos hacer: vivir de fe, vivir en gracia, asentar la vida en la oración, en el amor a Cristo –el Viviente–, y en los sacramentos. Perseverar, buscar lo que no pasa, abrazarnos fuertemente a la Cruz… Dejar que el pobre cuerpo pague sus sábados, mientras el alma renace y rejuvenece cada día.

Y, con todo, algunos siguen empeñados en no envejecer, mientras dejan que se les muera el alma.

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