Mañana de martes pesaroso, tomo el tren que es demasiado lento todavía. Sueño, ganas de dormir. Veo una cara conocida de un antiguo alumno que me saluda, me alegro. Me dice que despúes de acabar la carrera se hizo sacerdote y me alegra el día y el trimestre y la vida. Regalos de la providencia.
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