martes, septiembre 13, 2011

Jaime Urcelay, presidente de profesionales por la ética.



Inevitablemente, el inicio de curso invita a una reflexión sobre nuestro sistema educativo y la apremiante necesidad de una reforma de calado que, sin despreciar lo coyuntural, acometa con valentía los gravísimos problemas del fracaso escolar o del déficit de calidad y afronte, sin más concesiones al caduco estatismo, el desafío de la libertad educativa a todos los niveles.
Sobre esta necesidad insistía recientemente el Presidente de Profesionales por la Ética, Jaime Urcelay, en el artículo “Entre el fracaso escolar y la ideología”, publicado en Libertad Digital. En él hace un breve balance de las inútiles y regresivas legislaturas socialistas que ahora se cierran, cuya principal apuesta en el terreno educativo -la LOE de 2006- “va a pasar a la historia por haber provocado una de las más encendidas polémicas que recuerda la reciente democracia española: la de la imposición de las adoctrinadoras asignaturas de Educación para la Ciudadanía, cuyo propósito expreso es formar la mentalidad y las conductas de los jóvenes españoles de acuerdo con los dogmas relativistas de una nueva moral pública custodiada por el Estado. http://www.profesionalesetica.org/. Con mi admiración a Mariano Bailly.

3 comentarios:

  1. y por degradar los propios contenidos de la enseñanza, y desvalorizar el esfuerzo y la disciplina entre otras fazañas rubalcabas
    saludos, Sinret

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  2. La politización de las leyes educativas es inevitable.

    Cualquier grupo político en el poder, en la medida que se lo permitieran, intentaría aprovechar el sistema educativo para inculcar a los chavales sus propios valores y su propia forma de entender la sociedad. La prueba está en que desde hace siglos en España los diferentes gobiernos, en democracias, en dictaduras, en repúblicas y en monarquías, siempre han metido mano a las leyes relacionadas con la enseñanza para arrimar de una forma u otra el ascua a su sardina, principalmente en lo tocante a la religión y a la influencia de la Iglesia Católica. No seamos inocentones: ¿qué político sería tan incauto de no intervenir en las aulas en favor de su mensaje, sabiendo que por ellas pasan todos, absolutamente todos los ciudadanos españoles a una edad en que se tragan lo que les echen?

    “Adoctrinar” no es que sea una tentación, sino casi un deber moral para quien tiene principios y valores que considera muy positivos no sólo para él, sino para el cuerpo social en su conjunto. Si tiene la oportunidad, el poder y los medios necesarios, intentará difundir al máximo lo que considera bueno… y cierto. Hagámonos los católicos una pregunta honestamente: si de nosotros dependiera, ¿no intentaríamos explicar en colegios públicos y privados que el aborto y la eutanasia son un crimen, que es aberrante que unos pocos tengan tanto mientras muchos más mueren de hambre, que la sexualidad no puede entenderse como un juego o una mera fuente de placer y que las uniones homosexuales son una irregularidad moral? ¡Pues claro que lo haríamos! Eso sí, entonces los izquierdistas, muy en su papel, nos acusarían de adoctrinar y nosotros lo negaríamos diciendo que sólo estamos enseñando a los críos a vivir de forma consciente y responsable.

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  3. Siento discrepar de Al Neri, y de Antonio Gramsci (que decía lo mismo).
    No es verdad que TODO sea política.
    Según esa forma de ver las cosas, ¿también Cristo hacía política?
    No creo, no creo...

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