Tercera Palabra:
"MUJER, AHÍ TIENES A TU
HIJO. HIJO, AHÍ TIENES A TU MADRE" (Jn 19,26)
Está ya próxima tu
muerte, la hora en que tu Madre tenía que estar cerca de ti. Esta es la hora
que une, de nuevo, al Hijo y a la Madre. La hora de la separación y de la
muerte. La hora que arranca a la madre viuda el hijo único.
Una vez más tu mirada
contempla a la tu Madre. No le ahorraste nada: ni la alegría ni la pena, las
dos surgían de tu gracia, las dos provenían de tu amor. Amas a tu Madre porque
te ha asistido y servido en la alegría y en el dolor; así llegó a ser
completamente tu Madre.
Tu Madre, tus hermanos y
tus hermanas son los que cumplen la voluntad del Padre que está en los cielos.
A pesar de tu tormento, tu amor vibra de la ternura terrena que une al hijo y a
la madre. En la suprema agonía de la salvación, te has conmovido por el llanto
de una madre. En ese momento, le has dado un hijo y al hijo una madre. Por esto
la tierra nueva será posible.
Pero ella no estaba sola
con el dolor de madre a cuyo Hijo matan, estaba en nuestro nombre como Madre de
los vivientes. Ofrecía a su Hijo por nosotros. Repetía su "fiat" a la muerte del Señor. Era la
Iglesia junto a la cruz. Al entregar la Madre al discípulo amado, nos la has
entregado a cada uno de nosotros.
Señor Jesús, tu muerte
no habrá sido inútil si me acojo a este materno corazón. Estaré presente cuando
llegue el día de tus bodas eternas, en las que la creación, transfigurada para
siempre, se unirá a ti para siempre.
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