sábado, abril 05, 2014

Cuarta palabra.









 Cuarta Palabra:
"DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?" (Mt 27,36)
 Se acerca la muerte. No es el final de la existencia corporal, la liberación y la paz, sino la muerte que representa el fondo del abismo, la inimaginable profundidad de la angustia y devastación. Se acerca tu muerte. Desnudez, impotencia horrible, desolación desgarradora. Todo cede, huye... No existe más que abandono lacerante. Y en esta noche del espíritu y de los sentidos, en este vacío del corazón donde todo abrasa, tu alma insiste en llorar. La tremenda soledad de un corazón consumido se hace en ti invocación a Dios.
 ¡Seas adorada oración del dolor, del abandono, de la impotencia abismal, del Dios abandonado! Si Tú, Jesús, eres capaz de orar en tal angustia, ¿dónde habrá un abismo tal que desde él no se pueda gritar al Padre? ¿Hay una desesperación que no se pueda hacer oración si busca refugio en tu abandono? ¿Hay un mudo dolor capaz de ignorar que su grito silencioso sea escuchado en las moradas celestiales?
 Recitaste el Salmo 21 para hacer de tu abandono total una plegaria. Tus palabras: "Dios mío, Dios, ¿por qué me has abandonado?". El grito desgarrador que tu Espíritu Santo puso en el corazón del Justo de la Antigua Ley. Tú -si me está permitida la explicación-,  en el paroxismo del sufrimiento, no has querido rezar de modo distinto a como lo hicieron tantas generaciones anteriores a ti. En cierto modo, en aquella Misa solemne que Tú mismo celebraste como sacrificio eterno has rezado con las fórmulas litúrgicas consagradas y así has podido decirlo todo.

 Enséñame a orar con las palabras de la Iglesia de tal manera que se hagan palabras de mi corazón.

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