Un año de plazo. Mirado en el conjunto de la Historia, es apenas un destello. Y, en el conjunto de la vida de una persona, es una minucia. Pero mirado día a día, hora a hora, minuto a minuto, es un cúmulo de oportunidades.
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Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar.
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Para el viñador, seguramente, fue un año larguísimo. Quizás acudía cada mañana a comprobar si la higuera anunciaba sus frutos, a verter estiércol, a cavar y a aportar agua en los días de sequía. «Venga, a ver si mañana vemos algo», se diría cada vez que terminara su jornada de trabajo.
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Y pienso yo que así me debe estar mirando el Señor desde la Cruz. Él, subido al Leño, le ha arrancado a su Padre un plazo para mí. Y está esperando a que me convierta, a que deje de vivir mirando al mundo y comience a vivir de cara a Él, de cara al Calvario.
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Debería percibir cada mañana esa mirada paciente con que, desde la Cruz, me mira Cristo. Él me está esperando. ¿A qué espero yo? |
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