Estás en un blog espumoso, intimista, paradójico; de lo humano y de lo divino. No soy mejor que tú... Me propongo hablar a la cara y que me hables a la cara, sin caretas, sin retorno, a quemarropa... blog del Profesor Tirapu
miércoles, abril 30, 2014
Frases para quedar bien en una reunión parroquial, o parecida.
http://infocatolica.com/blog/cura.php/1404281202-frases-para-quedar-bien-en-un , es el blog de un cura, con mucho sentido común, Jorge González Guadalix.
A las 12:02 PM, por Jorge
Categorías : Sin categorías
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Una Iglesia nueva para tiempos nuevos. Hora de vivir el presente en el convencimiento de que es momento de insertar el evangelio en el corazón de la sociedad, superando viejas formas de entender la presencia de Dios en el camino siempre nuevo de acoger el don del Espíritu que cada día se derrama en los creyentes.
Lo viejo ha pasado, lo nuevo reverdece. Los hambrientos del mundo claman por un puesto en la mesa de la solidaridad, la justicia y el compartir, donde todos somos hermanos en el mismo Cristo. Hora de superar divisiones, convencionalismos, de acoger el don de Dios que se hace presente en la nube, el sol, la piedra, el agua, la luz, la sonrisa del niño. Dios está ahí, siempre está ahí. Hay que saber descubrirlo en lo más simple.
Momento de superar las normas y demás convencionalismos conscientes de que el Evangelio es libertad, soplo del Espíritu, aire fresco, savia renovada. Hoy la llamada es a ser libres, a elevar el corazón a lo alto, a meter en nuestro corazón de carne el grito de dolor de una humanidad necesitada del rayo de la esperanza.
Quizá ser cristiano hoy sea eso. Abrir el alma, inhalar la divinidad, saberse hermano, mirar al frente, darse las manos, soñar, respirar hondo, sonreír, amar con las entrañas, sentirse parte del universo como criatura agradecida”.
Momento… momentooooooooooooooooo.
Momento… momentooooooooooooooooo.
A estas alturas del post alguno de ustedes estará preguntándose exactamente si esta mañana me he fumado algo raro, me ha dado por esnifar o si en el desayuno me han puesto unas gotas de LSD.
No. Ni muchísimo menos. Simplemente me estoy dedicando a escribir con un estilo que eclesialmente se lleva mucho y que consiste en ir soltando frases grandilocuentes de esas que uno dice caramba qué bien suena, qué bonito, pero de las que no hay manera de sacar fundamento.
No me negarán que me ha quedado bien bonita la frase esa de “abrir el alma, inhalar la divinidad, saberse hermano, mirar al frente, darse las manos, soñar, respirar hondo, sonreír, amar con las entrañas, sentirse parte del universo como criatura agradecida”. Me queda un pequeño problema por resolver, que es cómo concretar eso por ejemplo de sentirse parte del universo como criatura agradecida. Pero ya se sabe que lo de concretar en espacio y tiempo siempre fue una actitud netamente fascista y cavernícola, vamos de tiempos ultra-pasados.
Todo ese batiburrillo de frases que acabo de plasmar aquí, se lo cedo libre de derechos de autor. En la próxima reunión de la parroquia, del movimiento o asociación, cuando se junten con los hermanos de la cofradía o en la próxima reunión comunitaria, pongan los ojos en blanco, ladeen un poco la cabeza y digan, con voz solemne y profunda por supuesto, algo así: “necesitamos elevar el corazón a lo alto, meter en nuestro corazón de carne el grito de dolor de una humanidad necesitada del rayo de la esperanza”.
Vamos, que se quedan flipaos los que escuchen. Además, habrán soltado una frase de esas que a ver quien es el guapo que se atreve a rebatir con lo bonita que les ha salido. Eso sí, tranquilos que no les compromete a nada. Otra cosa es que hubieran soltado algo tan profundamente conservador y superado como que se necesita profundizar en la oración, ir más a misa, confesarse, rezar cada día la liturgia de las horas, adorar al Santísimo y además ofrecer un tanto por ciento elevado de los emolumentos de cada cual para los pobres. Pero es que concretar siempre fue propio de gente espiritualmente poco evolucionada, anclada en el pasado e incapaz de abrirse al profético don del Espíritu.
Qué le vamos a hacer.
martes, abril 29, 2014
lunes, abril 28, 2014
Dos Papas revolucionarios.
Esta vez , el hermano del portavoz, Rafael Navarro Valls, siempre certeros.
El día 28 de abril de 2014, se ha publicado en el
diario El Mundo, un artículo de Rafael Navarro Valls, en el cual el autor
sostiene que ambos pontífices transformaron la Iglesia y que ahora Francisco
sigue la misma estela.
Diez
mil santos y beatos ha proclamado la Iglesia en su larga historia. Nunca a dos
papas juntos. Nunca canonizados por un Papa en activo, con la presencia de un
Papa emérito. Si la primera encíclica del actual Papa Francisco fue, como él
mismo dijo, “escrita a cuatro manos” (las suyas y las de Benedicto XVI), la
imponente ceremonia de ayer fue protagonizada por cuatro papas, a “ocho manos”,
transmitida en tres dimensiones, con una flota de 36 satélites emitiendo al
mundo entero. Se calcula que pudieron verla dos mil millones de personas y
escuchada por radio en 40 idiomas.
Los
reflectores de todo el planeta apuntaron a la plaza de San Pedro, enfocando a
dos papas revolucionarios, aunque muy distintos. Juan XXIII era originario de
un pequeño pueblo italiano (Sotto il Monte); Juan Pablo II nació en Wadowize
(Polonia): el primer Papa extranjero después de 455 años. Juan XXIII fue
elegido en un cónclave de 50 cardenales; el Papa polaco, en otro de 111. La
salida que el Papa Juan hizo a Loreto y Asís, en vísperas del Concilio Vaticano
II, duró menos de un día y levantó entonces el entusiasmo de los fieles: desde
1870 era el primer Papa que salía del Lazio. El Papa Wojtyla viajaría luego a
145 países, además de 150 desplazamientos dentro de Italia. Juan XXIII ocupó el
solio pontificio durante cinco años; Juan Pablo II, durante 27. El Papa
Roncalli fue elegido a los 77 años; Karol Wojtyla a los 58.
Pero
lo que ayer los unía no eran sus diferencias, eran su coincidencias. Ambos
tuvieron defectos, pero lucharon contra ellos, ambos aumentaron con un esfuerzo
tenaz sus virtudes y los dos procuraron enderezar hacia Dios las acciones de
pontificados plenos de realizaciones. Lo que ayer proclamó el Papa Francisco es
que esos dos papas “revolucionarios” en la historia de la Iglesia, lo fueron
más por su santidad que por su actividad. Más por su amor a Dios y al prójimo
que por sus realizaciones. Lo cual no quiere decir que éstas no tuvieran
importancia. Son “revolucionarios” también porque su actividad lo fue.
Hablamos
de coincidencias. Una interesante fue que ambos fueron propuestos ser
canonizados “enseguida”. A la muerte de Juan Pablo II, hubo un amplio
movimiento para proclamarlo “santo súbito”. Antes de iniciarse el cónclave,
muchos cardenales firmaron una petición en ese sentido. Elegido Benedicto XVI,
los propios cardenales se lo sugirieron. El Papa Ratzinger prefirió no saltarse
el proceso de beatificación, pero lo inició antes de pasados cinco años de la
muerte. Su consigna a los encargados fue: “Hacedlo rápido, pero hacedlo bien”.
Menos conocido es que, tras el fallecimiento de Juan XXIII, en el seno del
Concilio Vaticano comenzó a abrirse un movimiento importante para canonizarlo
por aclamación. Se trataba de pedir a Pablo VI que otorgara a la Asamblea
Conciliar el poder de proclamar -naturalmente en unión con el Papa- a Juan
XXIII como “modelo de santidad a la vez nuevo y antiguo, que debe presentarse a
todos como presencia operativa de Dios en el mundo”. Pablo VI -al igual que
años más tarde haría Benedicto XVI- prefirió abrir el proceso de beatificación
inmediatamente, junto al de Pío XII, pero siguiendo el trámite habitual.
Los
dos eran verdaderos ejemplos de serenidad ante las dificultades. Juan XXIII
contaba con buen humor que, después de la elección como Papa, tenía dificultades
para dormir, dándole demasiadas vueltas a las preocupaciones. Una noche
-contaba- su ángel custodio le dijo: “Angelo, creo que no deberías tomártelo
tan en serio”. Desde entonces, Roncalli confesaba que dormía “como un tronco”.
A Juan Pablo II su confianza en la Providencia era proverbial. Tras el grave
atentado de 1981, por ejemplo, rechazó el chaleco antibalas que le aconsejaban
los servicios de seguridad. La misma serenidad que lleva hoy al Papa Francisco
a prescindir de coches blindados.
Ambos
centraban en la oración la clave de su eficacia. En una ocasión, Juan Pablo II
estaba orando. Irrumpió en su oratorio un alto dignatario, reclamando su
atención sobre un tema “muy grave”. Wojtyla lo miró y le contestó que, si era
tan grave la cuestión, lo mejor era que siguiera rezando y más tarde hablarían.
Tal vez por eso, un día preguntó a un grupo de colaboradores que le acompañaban
en una visita a un santuario mariano: “¿Qué es lo más importante para el Papa:
¿Quizás la unidad de los cristianos, la paz en Oriente Medio, la destrucción
del telón de acero..? “. Replicó sonriendo: “Para el Papa, lo más importante es
la oración”. Por su parte Juan XXIII en su entrañable Diario del alma basaría
su empeño en hacerse santo, apoyándose en cuatro puntos: “el espíritu de unión
con Jesús; el recogimiento del corazón; el rezo del santo rosario; la
vigilancia en las propias acciones”. Y su secretario particular, el hoy
cardenal Capovilla, insiste en que la clave para entender a Juan XXIII es que
“era un hombre de profunda oración”.
Otro
punto de coincidencia -de los muchos que hay- era la cercanía afectiva de Juan
XXIII y Juan Pablo II al pueblo hebreo. Dos ejemplos bastarán. Roncalli, siendo
nuncio en Turquía, pasaba dos veces por semana sumas importantes de dinero a un
editor de prensa judío para que los hebreos refugiados en Turquía pudieran
adquirir alimentos. Su convocatoria del Vaticano II hizo posible la declaración
Nostra aetate, que condenó duramente el antisemitismo y afirmó que el
patrimonio común entre católicos y judíos debe llevar a la “mutua comprensión y
respeto”. Edith Zirer, casada hoy y con dos hijos, que vive en Haifa, quiso
estar con el Papa Juan Pablo II en su viaje a Tierra Santa para darle
personalmente las gracias por lo ocurrido 59 años antes. Lo narra así: “Era una
fría mañana de febrero de 1945. La pequeña judía (12 años), el único miembro de
su familia que sobrevivió a la masacre nazi, agotada y cerca de la muerte, fue
ayudada por un sacerdote de 25 años, alto, fuerte, que sin pedirle nada,
simplemente le dio un rayo de esperanza. Mientras me llevaba en brazos - yo no
podía ni andar- con voz tranquila me reveló la muerte de sus padres, de su
hermano, y la necesidad de no dejarse llevar por el dolor y de combatir para
vivir. Me dejó en el propio tren”. Edith sobrevivió y reconstruyó su vida en
Israel. El joven sacerdote era Karol Wojtyla.
PERO
he dicho antes que ambos pontífices fueron “revolucionarios”. Unos
revolucionarios que, efectivamente, pensaban que somos fruto de una revolución:
la revolución monoteísta, seguida del hecho de la irrupción de Dios en la
Historia humana a través de Jesús de Nazaret. Para ambos, arrojar el miedo
fuera de los corazones implicaba redescubrir los verdaderos valores morales y
espirituales perdidos. Por eso Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, Juan
Pablo II difundió su rico contenido por medio mundo, y el Papa Francisco está
luchando por su verdadera aplicación a todos los niveles. Hay que mirar con
profundidad los acontecimientos para percibir lo que Zweig llamaba “las ráfagas
revolucionarias”. En este caso -son palabras de Juan XXIII- se trataba de
“renovar la Iglesia para hacerla más santa y capaz de transmitir el Evangelio
en los nuevos tiempos...buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer diálogo
con el mundo moderno...”.
Esto
lo entendió muy bien el Papa Wojtyla. Joaquín Navarro-Valls, su antiguo
portavoz, lo ha calificado de “activista de la dignidad humana”. Allí donde la
veía agredida lo denunciaba. Para él los grandes escándalos del siglo XX fueron
los genocidios y los crímenes contra la humanidad; el apartheid, la tortura y
el hambre; las agresiones contra las libertades o los derechos
económico-sociales; los ataques contra la familia y el derecho a la vida, o la
discriminación contra las minorías. Lamentaba, en fin, la “corresponsabilidad
de tantos cristianos en graves formas de injusticia y marginación social”.
Cosas parecidas dijo antes Juan XXIII, después Benedicto XVI y ahora las repite
con acentos nuevos Francisco.
A
los cuatro papas hoy “presentes” en la plaza de San Pedro se les “sentía”
unidos en esos objetivos. Y en los cuatro, tanto en las dos imágenes sonrientes
de los tapices, como en la cara del que celebraba la ceremonia y en la del Papa
emérito, se palpaba la alegría. La alegría de quienes se saben -como dijo
Francisco en la ceremonia- amigos de Dios, defensores de la familia y del
Concilio Vaticano II, y protagonistas del “desarrollo de los pueblos y de la
paz”.
domingo, abril 27, 2014
Juan Pablo II, santo, visto por Joaquín Navarro Valls.
JOAQUÍN NAVARRO-VALLS
Actualizado: 26/04/2014 19:22 horas
Hoy el Papa Francisco celebrará la canonización de dos Papas: Juan XXIII y Juan Pablo II. El evento no tiene precedentes. No había sucedido nunca que un pontífice elevara a los altares dos predecesores que habían vivido tan poco tiempo antes de él. Y no obstante que la fama de santidad deAngelo Roncalli fuese ya en vida bien conocida, y si bien todos recordamos el grito "Santo enseguida" de los fieles en la Plaza de S. Pedro en la muerte de Karol Wojtyla, no se puede decir que sea hoy transparente el porqué de los santos y el valor que tiene para la Iglesia de hoy recordarlos tan solemnemente.
Quizás una razón de esta ambigüedad está ligada al horizonte cultural de nuestro tiempo. La moral -se dice- es más un problema de buen sentido que de fe. Se evoca continuamente el llamado relativismo de valores pero, de hecho, el criterio dominante termina por ser más raquítico, traduciéndose en la búsqueda programática del "qué hacer". Todos, en definitiva, se orientan rápidamente hacia objetivos cuantificables persiguiendo realizaciones aparentemente muy concretas y terminando así por valorar a las personas más por los resultados que obtienen que por lo que son en realidad.
Pues bien, esta limitada consideración es exactamente lo opuesto de la actitud que tiene y sobre la que es evaluada la santidad de un hombre o de una mujer. Se es santo, se convierte uno en santo, no por lo que -desde el punto de vista de la eficacia- se sabe hacer mejor o se logra producir. Se es santo por aquello que se ha realmente llegado a ser personalmente al fin de la vida.
No se dejaba condicionar por los éxitos o los fracasos, por las facilidades o las dificultades
Habiendo vivido y trabajado junto a Juan Pablo II durante más de 20 años he aprendido que el interés específico que él tenía fue precisamente este. Él trataba de ser lo que debía ser. Y trabajaba sobre el modo con el que el querer ser coincidía con el deber ser. Este camino para él -como para cualquier otro- no era fácil. Pero no se dejaba condicionar por los éxitos o los fracasos, por las facilidades o dificultades del momento.
Me he preguntado muchas veces, especialmente en las últimas semanas, cuál fue la peculiaridad de la santidad de Juan Pablo II. Es decir, de qué cosa derivaba el modo por el que él, en sus jornadas intensas de trabajo y de dificultades, luchase para ser, no ante sus propia consideración, sino delante de los ojos de Dios, el santo que ahora es proclamado.
La primera cualidad era claramente la oración. A la pregunta sobre cuál era la imagen que manifiesta con más elocuencia su identidad personal, sin duda respondería que es una de aquellas -y son muchos millares entre fotografías o imágenes de televisión- que lo toman rezando en público o en privado. Más que en la lectura de sus libros o acompañándolo en su obstinado viajar, verlo rezar era como asomarse a una infinitud en la que él entraba y que permitía a los otros intuir hacia qué confines se movía su espíritu. Es decir, hacia dónde andaba todo él.
No se trataba para Wojtyla de una parada espiritual, introducida de vez en cuando en el flujo de las enormes responsabilidades que tenía que asumir continuamente. La relación con Dios era en él permanente, estable, constante, omnipresente: una atención sólida, de loco enamorado por el objeto de su amor. Un día que le recomendé un tema particular, me respondió: "Ciertamente, lo hago; un Papa lo que hace fundamentalmente es rezar". Y lo decía él cuya vida fue una imparable actividad.
Hace algunos días, un periodista me ha preguntado: "¿Podría usted confirmarme que Juan Pablo II rezaba entre cuatro y cinco horas cada día?". "No", le he respondido, no le puedo confirmar esto porque en realidad él rezaba todo el día. Y son muchos episodios que podría mencionar a propósito de la incesante atracción que sentía -y que vivía- en su dialogo con Dios.
Utilizaba el tiempo nocturno cuando los viajes y compromisos no le permitían orar
En algunas ocasiones utilizaba el tiempo nocturno cuando los compromisos y los viajes no le permitían recortar momentos suficientes de oración. Una vez, en la montaña, en las breves vacaciones del mes de julio, la pequeña ventana de su habitación se iluminó hacia las tres de la mañana. Dos minutos después se encendió la luz de la pequeña habitación de al lado en donde se había improvisado su capilla. Y las dos luces no se pagaron más en toda aquella noche...
Después de una cena, en su apartamento, antes de despedirme lo acompañé, como de costumbre, a su oratorio. Permanecí detrás de él. Pasaba el tiempo. Más aún todavía...Un momento después se giró rápidamente y mirándome me dijo: "Lo siento, debe perdonarme: me había olvidado que estaba usted aquí". Él estaba allí. Pero era ya, simultáneamente, en otra parte. Hablando con Otro.
Luego, con el progreso de la enfermedad, no sólo no ha limitado este espacio suyo de contemplación sino que tales límites físicos han en todo caso configurado su rezar más fecundo y abnegado, más dialogante y denso, aumentando la intensidad y la esencialidad. La última vez que lo he visto fuera del lecho en donde se consumó su existencia fue en una silla de ruedas empujada por una religiosa. El trayecto era breve: los escasos 10 metros que separaban su habitación de la capilla. Quería estar allí. Y en ningún otro sitio. Quería todavía hablar con Dios, estando al lado de Él. Era cuatro días antes de su muerte.
Hay otro rasgo personal que quizás explica también su santidad. Se trata del trabajo. Juan Pablo II tenía una capacidad de trabajo verdaderamente excepcional. Su método entre las infinitas actividades que tenía, no solamente no preveía pérdidas de tiempo sino que conseguía hacer muchas cosas, una después de la otra, con precisión, sin impaciencia ni disipaciones, no preocupándose del mayor o menos cansancio o del vigor físico del que disponía.
En realidad, vivía simultáneamente dos cosas no en absoluto comunes: no sabía perder un minuto y no tenía nunca prisa. En la realización de una agenda inimaginable por su complejidad, nunca una gesto de ansiedad; nunca una expresión de impaciencia. Siempre he pensado que su laboriosidad era inseparable de la espiritualidad profunda que alimentaba y nutría con la oración asidua.
Por la mañana, de la Secretaría de Estado llegaba una bolsa llena de documentos que él debía leer, valorar personalmente, para después decidir. Después de una jornada siempre densa de audiencias, compromisos, intercambios con personas sobre multitud de problemas de todo el mundo, por la tarde, después de la cena, llegaba una segunda bolsa de documentos más voluminosa todavía de la precedente. Juan Pablo II renunciaba a menudo a horas preciosas de sueño para analizar hasta el final los temas contenidos en aquellos documentos: uno a uno, escrupulosamente, sin perder concentración, Quizás por que detrás de cada documento él veía la persona -en cualquier parte del mundo en donde se encontrase- a la que aquel documento se refería .
Seguir su ritmo empujaba a sus colaboradores a cambiar el sistema normal de trabajo
En aquellos momentos sentía que su responsabilidad no estaba tanto en los grandes encuentros con la multitud de los fieles o en la relaciones con las autoridades del mundo sino en el trabajo de detalle, el trabajo fino que cumplía hasta el último acto. Es claro que seguir su ritmo empujaba a sus colaboradores a cambiar completamente el sistema normal de trabajo. Los temas tenían que ser considerados por encima de esa zona habitual deconfort intelectual que todos nos fabricamos, porque había que confrontar las soluciones con las últimas verdades. Por lo tanto, había que moverse con lucidez y selectividad como hacía él, no retrasando nunca ni anticipando las decisiones a tomar; permaneciendo siempre concentrado en el presente.
Otra característica para mí muy elocuente era, por otra parte, la alegría. Él amaba mucho reír y acompañar con el buen humor incluso la consideración ponderada y atenta de los problemas. Esto lo ha señalado también Benedicto XVI cuando, hablando de sus conversaciones con Juan Pablo II -y se puede imaginar que esas conversaciones entre los dos no eran lo que se podría llamar temas ligeros- cuenta: "Sin embargo, había siempre espacio para el buen humor".
También aquí no se trataba de un gesto superficial o puramente de carácter. Juan Pablo II no tuvo una experiencia simple y su vida había estado atravesada por sufrimientos físicos y humanos, enormes. En él, la alegría era compatible con el dolor, ya que alegría y buen humor no eran sólo un estado del ánimo sino una decisión razonada, estable y profundamente radicada en sus convicciones.
Había en su ánimo la convicción de que la vida humana es un regalo que hay que consumir hasta el final
Había en su ánimo la precisa convicción que la vida humana es un regalo que hay que consumir, que gastar porque estaba dotada, hasta el final, de un significado que va más allá del tiempo pero que se desarrolla en el tiempo venciendo lascontradicciones y oscuridades que se encuentran en el camino. Muchas veces le he oído comentar la escena inicial de la humanidad -Adán y Eva-; aquella primera biografía del ser humano. Y en él quedaba toda la serena y humana alegría creatural de aquellos inefables momentos.
Esto en él no era tema sólo de sus enseñanzas. Era, antes y sobre todo, tema de su vida. Como el día en que recibiendo -ya anciano- a un notable personaje, éste le dijo: "Santo Padre, lo encuentro hoy muy bien, verdaderamente bien". Mirándolo con una expresión desimpática ironía, Juan Pablo II le contestó: "¿Pero piensa usted que no me veo en la televisión la birria que estoy hecho?" Y así me parece de haber entendido entonces que no ha existido nunca -porque no puede existir- un santo con mal humor.
Rezar, trabajar, mantener el buen humor. Se podría identificar todo esto con el estilo de un santo que es muy personal y auténtico -muy humano- sin excepcionalidades inútiles ni oropeles de adorno. De hecho, no es la afectación y el formalismo sino el espíritu cristianoencarnado lo que plasma y configura la libertad y la personalidad individual hasta hacer de un ser humano un Santo verdadero.
Juan Pablo II era así. Y así lo he visto durante muchos años. Con la certidumbre de que el significado último de la vida humana se desvela y aparece en la oración personal. Y solamente después se revela plenamente en la mirada feliz, inteligente y arrebatadora que un Santo sabe regalar a la vida de los demás.
Joaquín Navarro-Valls fue portavoz del Papa Juan Pablo II de 1984 a 2006
Anécdota de Juan XXIII.
Conocías esta anécdota del nuevo santo Juan XXIII:
Cuentan que, en su época de Nuncio, a los postres de la cena de una recepción oficial ofreció una manzana a una señora que iba inapropiadamente vestida –o desvestida, según se mire–. Dicen que lucía un exagerado escote y que Roncalli le dijo: «por favor, acéptela, sólo después de comer la manzana Eva descubrió que iba desnuda»
Buen humor y alegría, a raudales en Juan XXIII y Juan Pablo II, nuevos santos.
viernes, abril 25, 2014
San Juan XXIII y San Juan PabloII, mis recuerdos...
El que le va a dar la mano y le mira soy yo, 1983, tenía yo 25 años.
De Juan XXIII no tengo muchos recuerdos: en la España de comienzos de los sesenta mi tío sacerdote compró una televisión mueble...era normal, Dios mío que bendición, que a los partidos del Real Madrid y a los grandes acontecimientos televisados, viniesen vecinos a ver la tele. Uno de esos acontecimientos, creo recordar fueron la boda de Fabiola y el entierro solemne de Juan XXIII. Su imagen amable y sonriente; decían que sería un papado de transición, que comenzó el Vaticano II. Un Papa bueno, acogedor, lleno de alegría, que cambiaría el rumbo de la Iglesia y de la historia.
Juan Pablo II, si se puede decir es el Papa de mi vida. Veinte años tenía yo cuando fue elegido. Un hombre fuerte, con una voz poderosa, que había trabajado con sus manos, que conocía el nazismo y el marxismo real, un Papa polaco, no italiano desde hace siglos, que tenía la misión de aplicar y concretar todo el Vaticano II. Pedro se puso las sandalias, y desde el no tener miedo a Cristo, recorrió el mundo varias veces, hablando a cada uno: la caída del muro, su atentado, un ecumenismo cercano, la doctrina de Cristo atractiva y firme, un hombre que se reía, con sentido del humor; los códigos de Derecho canónico, el catecismo de la Iglesia Católica, las canonizaciones. Su amor a María,el hombrón que pasó a ser un enfermito entrañable.
Juan Pablo II, te quiere todo el mundo!!! ( algunos no le querían, peor para ellos), totus tuus, amo te, quédate. Cantamos, le seguimos por España y por el mundo y tuve la suerte de saludarle, mirarle, tocarle y escucharle con poca gente en dos o tres ocasiones.
Sólo relataré un recuerdo personal, muy propio de la Pascua además. Juan PabloII, noviembre de 1982, había estado en la Universidad Complutense con el mundo de la cultura español. Estaríamos fuera unos 1.500, y esperábamos que nos dijese algo, aunque no era seguro. Apareció junto al Rector de la Complutense y el Cardenal Tarancón. Unas breves palabras y por lo que sea, empezamos antes de que acabara, a gritar, quédate con nosotros, con nosotros quédate !!!...y el Papa a continuación relataba el encuentro de Jesús resucitado con los de Emaús y como al caer de la tarde, le dijeron lo mismo que acabábamos de gritar.
San Juan XXIII y San Juan Pablo II, rogad por nosotros.
jueves, abril 24, 2014
Prelado del Opus Dei,sobre Juan XXIII y Juan Pablo II, santos y marianos.
http://www.opusdei.es/es-es/article/juan-xxiii-y-juan-pablo-ii-dos-papas-santos-dos-santos-marianos-2/
Juan XXIII y Juan Pablo II
La canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II es un gran acontecimiento eclesial y un signo de esperanza para el mundo, porque allí donde florece la santidad, las crisis no tienen la última palabra.
Cuando hay santidad existe un fundamento sólido sobre el que construir el futuro. En el cristianismo, y de modo particular en los santos, encontramos respuestas a los problemas más profundos del hombre y de la sociedad, que tienen con frecuencia su origen en un alejamiento de Dios.
Es motivo de gratitud a Dios observar que, durante las últimas décadas (en las que se ha hablado tanto de “crisis” económicas, culturales, políticas, sociales, religiosas) la Iglesia haya sido conducida por la santidad, es decir, por personas santas: dos de los tres pontífices ya fallecidos (Juan XXIII y Juan Pablo II) serán canonizados este domingo, y el proceso para la beatificación del tercero de ellos (Pablo VI) se encuentra muy avanzado.
Juan XXIII es, sobre todo, el Papa que convocó el Concilio Vaticano II. Como sucesor de Pedro condujo la Iglesia, con mano firme y paterna, a esa experiencia extraordinaria de fe y de renovación personal y colectiva que ha sido, y es, ese acontecimiento eclesial: se trataba de hablar al corazón del hombre de nuestra época, como subrayó la Constitución Gaudium et Spes. El Papa Roncalli ayudó a colocar la vocación a la santidad en la raíz misma de la condición cristiana. Podemos acudir hoy a su intercesión para rogar al Señor que cale a fondo en la conciencia de toda mujer y de todo hombre cristiano esta verdad proclamada por el Vaticano II: que la santidad está al alcance de los cristianos, y que no es meta para unos pocos privilegiados.
Para la humanidad, Juan XXIII es también el Papa de la paz, porque en un momento histórico delicadísimo no dudó – siguiendo el ejemplo de sus predecesores – en poner los medios oportunos para evitar la guerra, implicando su autoridad moral y religiosa en la elaboración de una doctrina universal, sobre los presupuestos de la paz y sobre la dignidad del ser humano.
Juan Pablo II era un sacerdote enamorado de Dios y de los hombres, creados a imagen de Dios en Cristo. Movido por la caridad, convocó a toda la Iglesia a la “nueva evangelización”, remarcando a su vez el papel que corresponde a los laicos en esta tarea de hacer presente a Dios en la vida de las personas y de los pueblos. Durante los años de su pontificado hemos profundizado con luces nuevas en la bondad y la misericordia de Dios. Sus palabras, sus gestos, sus escritos, su entrega personal —en la salud y en la enfermedad— han sido instrumentos de los que se ha servido el Espíritu Santo, para acercar a muchísimas personas a la fuente de la gracia, y para que millares de jóvenes respondieran afirmativamente a la llamada de Cristo al sacerdocio, a la vida religiosa, al matrimonio y al celibato apostólico laical.
El Papa polaco nos llevó del segundo al tercer milenio, dejando un imponente legado sobre la dignidad de la persona humana, sobre el valor de la vida y de la familia, el servicio a los pobres y a los necesitados, la promoción de los derechos de los trabajadores, el amor humano y la dignidad de la mujer, y sobre tantos otros aspectos que resultan cruciales en la promoción de una existencia digna. Sus escritos y su predicación conforman un conjunto de enseñanzas con enorme potencialidad de futuro. Estoy convencido de que su mensaje social y humano – que surge de una profunda respuesta espiritual a Dios – se agigantará con el paso del tiempo.
La canonización de estos dos grandes pastores sucede a las puertas del mes de mayo, mes de María. Es este un rasgo que acomuna a los dos nuevos santos: su amor tierno y profundo por la Virgen. Juan XXIII recurría frecuentemente a la “maternidad universal” de la Virgen, “la Madre común, cabeza de todos los hombres, hermanos todos en el mismo Cristo primogénito” (12-X-1961). En Juan Pablo II, la conciencia de la cercanía y de la intercesión de nuestra Madre, representaba un polo de atracción permanente en su propio caminar espiritual y humano, e invitaba a los demás a descubrir la “dimensión mariana” de los discípulos de Cristo. La filiación a la Santísima Virgen — decía – es “un don que Cristo mismo hace personalmente a cada hombre” (cfr. Redemptoris Mater, n. 45).
La Virgen Santísima ocupa un puesto relevante en la vida espiritual de cada fiel, pero también en la edificación misma de la Iglesia. Por eso, en el marco de las canonizaciones del domingo, me gusta recordar estas palabras de san Josemaría Escrivá de Balaguer: «Es difícil tener una auténtica devoción a la Virgen, y no sentirse más vinculados a los demás miembros del Cuerpo Místico, más unidos también a su cabeza visible, el Papa. Por eso me gusta repetir: omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!, ¡todos, con Pedro, a Jesús por María!» (Es Cristo que pasa, n. 139). Me da alegría que sea el Papa Francisco, Papa mariano también, quien haya decidido estas dos canonizaciones. Los tres han mostrado que el contenido de la caridad no es meramente humano, sino que se trata de dar a Cristo a los demás, que es lo que llevó a cabo Santa María en servicio de toda la humanidad.
En poco tiempo nos acostumbraremos a referirnos a estos dos pastores como san Juan XXIII y san Juan Pablo II. Al canonizarlos, el Papa Francisco, vicario de Cristo, nos está ayudando a ver que, para Dios, Angelo Roncalli y Karol Wojtyla son, sobre todo, dos personas santas, factor fundamental en la vida de cada hombre, de cada mujer. San Juan XXIII y san Juan Pablo II fueron dos sacerdotes de gran cordialidad, de amor encendido a Dios y a todas las criaturas humanas. Santos de una pieza, unidos por un tierno amor a María, Madre de Dios y Madre nuestra.
+Javier Echevarría
Prelado del Opus Dei
miércoles, abril 23, 2014
martes, abril 22, 2014
lunes, abril 21, 2014
domingo, abril 20, 2014
Feliz Pascua de Resurrección!!!!!!!!! La muerte triturada.
El jueves pasado murió Gabriel García Márquez. Dos días antes moría Antonio Morales, «Junior», famoso cantante español. Dentro unos años nadie recordará estas fechas. Son fechas tristes para un mundo sin fe, en que la salud lo es todo.
Hace dos días acudíamos a la iglesia para situarnos ante la muerte de un hombre. Pero esa muerte, más que un tiránico hecho biológico, era un romance, un sobrecogedor acto de amor. Dios, hecho hombre, moría por nosotros.
Hoy, en todos los templos, se proclama la noticia más maravillosa de la Historia: No está aquí, ha resucitado. Jesucristo ha roto la muerte, y nos ha abierto el camino a la eternidad a través de su Cruz. Estamos llamados a la vida eterna.
Lo peor que podría sucedernos es que nos quedásemos a la puerta escuchando la noticia. ¿Por qué no cruzarla? ¿Por qué esperar a la muerte física para gozar del Cielo? ¿Por qué no morir hoy, romper con nuestra vida anterior, y vivir en adelante y para siempre del Amor de Dios? ¿Acaso tiene sentido que escuchemos hoy tan buena nueva, y mañana nuestros problemas sigan siendo el dinero, la salud o la honra? No, no lo tiene.
¡Feliz Pascua!
http://www.espiritualidaddigital.com/domingo-de-resurreccion-2014/
domingo, abril 13, 2014
Séptima palabra.
Hoy, Domingo de Ramos, entramos en la Semana más importante de la historia de la humanidad: pasión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo. Por la acción de la Sagrada liturgia, para la Iglesia no es un mero recuerdo, sino algo que de un modo misterioso vuelve a pasar. Este blog callará hasta el Domingo de resurrección.
Séptima Palabra:
"PADRE, EN TUS MANOS
ENCOMIENDO MI ESPÍRITU" (Lc 23,46)
¡Oh Jesús, el más
abandonado de los hombres, lacerado por el dolor, es tu fin! Ese final en el
que a un ser humano se le llega a quitar hasta la decisión libre entre el
rechazo y la aceptación. Es la muerte. ¿Quién te arrastra o qué te arrastra?
¿La nada? ¿El destino ciego? No, ¡el Padre! El Dios que une sabiduría y amor.
Así te dejas llevar y te abandonas en las manos ligeras e invisibles que a
nosotros, incrédulos, prendados de nuestro yo, se nos presentan como el ahogo
imprevisto, la crueldad y el destino ciego de la muerte.
Pero Tú lo sabes: son
las manos del Padre. Tus ojos, en los que ya se ha hecho la noche, son capaces
de ver al Padre; se han fijado en la pupila quieta de su amor, y tu boca
pronuncia la última palabra de tu vida: "Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu".
Todo lo devuelves a
quien todo te lo dio. Sin garantías y sin reservas confías todo a las manos de
tu Padre. ¡Qué amargo y pesado don! El peso de tu vida que acarreaste solo: los
hombres, su vulgaridad, tu misión, tu cruz, el fracaso y la muerte. Pero ahora
no has de llevarlo por más tiempo; puedes abandonarlo todo y a ti mismo en las
manos del Padre. ¡Todo! Estas manos sostienen segura y cuidadosamente. Son como
las manos de una madre. Acogen tu alma tan delicadamente como un pajarillo que
se alberga entre las manos. Nada tiene peso. Todo es luz y gracia, todo es
seguridad al amparo del corazón de Dios, donde la pena se puede desahogar en
llanto y donde el Padre seca las lágrimas de las mejillas de su hijo con un
beso.
Jesús,
¿encomendarás un día mi pobre alma y mi pobre cuerpo a las manos de tu Padre?
Depón el peso de mi vida y de mis pecados sobre la balanza de la justicia en
los brazos del Padre. ¿Adónde huiré, donde me esconderé sino en ti, hermano en
la amargura, que has padecido por mis pecados? Hoy me tienes ante ti. Me
arrodillo bajo tu cruz. Beso tus pies que, silenciosos e intrépidos, me siguen
con el paso sangrante por los caminos de la vida. Abrazo tu cruz, Señor del
amor eterno, corazón de los corazones, corazón paciente, traspasado e
infinitamente bueno. Ten piedad de mí. Acógeme en tu amor. Y cuando mi
peregrinar llegue a su fin, cuando el día decline y me envuelvan las sombras de
la muerte, pronuncia entonces tu palabra definitiva: Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu. ¡Oh buen Jesús! Amén.
sábado, abril 12, 2014
Sexta palabra.
Sexta Palabra:
"TODO ESTÁ CUMPLIDO" (Jn 19,30) Está cumplido.
Sí, Señor, es el fin. El fin de tu vida, de tu honor, de las esperanzas
humanas, de tu lucha y de tus fatigas. Todo ha pasado y es el fin. Todo se
vacía y tu vida va desapareciendo. Desaparición e impotencia.... Pero el final
es el cumplimiento, porque acabar con fidelidad y con amor es la apoteosis. Tu
declinar es tu victoria.
¡Oh Señor!, ¿cuándo
entenderé esta ley de tu vida y de la mía? La ley que hace de la muerte, vida;
de la negación de sí mismo, conquista; de la pobreza, riqueza; del dolor,
gracia; del final, plenitud.
Sí, llevaste todo a
plenitud. Se había cumplido la misión que el Padre te encomendara. El cáliz que
no debía pasar había sido apurado. La muerte, aquella espantosa muerte, había
sido sufrida. La salvación del mundo está aquí. La muerte ha sido vencida. El
pecado, arrasado. El dominio de los poderes de las tinieblas es impotente. La
puerta de la vida se ha abierto de par en par. La libertad de los hijos de Dios
ha sido conquistada. ¡Ahora puede soplar el viento impetuoso de la gracia! El
mundo en la oscuridad comienza, lentamente, a arrebolarse con el alba de tu
amor.
Tú que perfeccionas el
universo, perfeccióname en tu Espíritu, ¡oh Verbo del Padre, que cumpliste todo
en la carne y con el martirio! ¿Podré decir en la tarde de mi vida: "Todo
está cumplido, he llevado a su término la misión que me encomendaste"? ¡Oh
Jesús, sea cual sea mi misión que me haya encomendado el Padre -grande o
pequeña, dulce o amarga, en la vida o en la muerte-, concédeme cumplirla como
Tú cumpliste todo! Permíteme llevar a plenitud mi vida.
viernes, abril 11, 2014
El milagro de la vida cotidiana de Juan Pablo II.
Trabajó, codo con codo, durante 22 años con Juan Pablo II. Joaquín Navarro-Valls es una de las personas que mejor conoció al papa polaco. Los recuerdos junto a él son innumerables pero destaca que Juan Pablo II siempre sonreía.
JOAQUÍN NAVARRO-VALLS
Exportavoz del Vaticano
"El buen sentido del humor que tenía, con los chistes que contaba y que nos pedía que contáramos nosotros... Cómo decirlo, es como una dimensión diferente de la santidad. La santidad en las cosas comunes de cada día, en las cosas cotidianas. Cuando me preguntan, '¿usted ha visto algún milagro?'. Digo, 'sí, el milagro más grande que todavía no he visto escrito en un libro: su vida cotidiana'. Cómo trabajaba, cómo aprovechaba el tiempo y cómo hacía chistes con las personas de su alrededor. Tenía un increíble humor”.
Recorrió junto al Papa cinco continentes en 128 viajes y lo acompañó en momentos tan decisivos como la histórica visita a Cuba o el Jubileo del Año 2.000. Horas y horas compartidas por un Papa y un periodista y también por dos amigos. Como entonces, el exportavoz vaticano explica también hoy siente muy cercano a Juan Pablo II.
JOAQUÍN NAVARRO-VALLS
Exportavoz del Vaticano
"Me han dicho: '¿le echa de menos?' Contesté: 'no'. '¿Cómo si usted estaba siempre con él?'. 'No, no le echo de menos'. '¿Me lo puede explicar?'. 'Sí, naturalmente'. 'Dependía del tipo de trabajo pero pasaba dos o tres horas con él. Ahora puedo estar en contacto con él 24 horas a diario. No le echo de menos'”.
No todo el mundo puede decir que ha podido ver cómo su jefe se convierte en santo. En ese día tan señalado, Joaquín Navarro-Valls tiene un mensaje para Juan Pablo II.
JOAQUÍN NAVARRO-VALLS
Exportavoz del Vaticano
"Ya he decidido qué le diré en la ceremonia. Le diré: 'Juan Pablo II, gracias, gracias por la obra maestra que, con la ayuda de Dios, has hecho con tu vida'.
El 27 de abril, día de la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, será una jornada especial para todos los católicos pero, sin duda alguna, lo será más para quienes compartieron su vida con estos futuros santos de la Iglesia católica.
jueves, abril 10, 2014
Deprimido???, tome sus medidas anticomodidad...
Este psicólogo, me parece que dice verdades como templos y es un GENIO...la entrevista es en Diario de Navarra.
El psicólogo Rafael Santandreu.. EFE
El psicólogo Rafael Santandreu, que acaba de publicar 'Las gafas de la felicidad', combate la epidemia de depresión recetando a sus pacientes "dosis de incomodidad", es decir, que se provoquen cada día una situación incómoda: ir a pie al trabajo, dormir la mitad de horas o pasar hambre o frío.
La psicología más moderna recupera así ejercicios mentales propios de la tradición eclesial europea.
Tras el éxito de 'El arte de no amargarse la vida', este psicólogo catalán que ostenta el número uno en ventas de libros de no ficción de los últimos 3 años en España y que dirige la sección de psicología del programa Para todos la 2, de TVE, gana adeptos ahora con un manual para realizar "autoterapia psicológica en casa".
¿En qué consiste su receta de la felicidad?
En cambiar nuestro diálogo interno. Tenemos ansiedad o depresión a causa de nuestra filosofía interna, de lo que nos decimos todos los días. Si cambias esa manera de pensar se produce el milagro: ¡cambian tus emociones!
Pero tal y como está el patio, por mucho diálogo positivo que tengas, es difícil mantenerse feliz.
¡Ya estamos! El patio está perfectamente. Nunca antes ha habido tanta abundancia material. Compare nuestra situación con la de nuestros padres o abuelos. En la posguerra española sí que había carencias. Pero si te dices a ti mismo: "¡la cosa está fatal", así lo vivirás. Mis pacientes aprenden una filosofía anti-queja que les hace prácticamente invulnerables a la depresión o a la ansiedad.
Sin embargo, usted sí advierte de que tenemos una verdadera epidemia de enfermedad emocional. ¿Cómo es de grave?
Ante todo, por favor, evite el uso de la palabra "grave". No hay nada "grave" en esta vida. Hoy estamos vivos y mañana muertos. No olvidemos que es posible que caiga un meteorito esta noche y reviente el planeta: ¡es lo que hay!. Dicho esto, le confirmo que nunca antes ha habido tanta enfermedad emocional. En estos momentos, un 30 % de la gente está fatal. Casi no pueden ni ir a trabajar. Toman todo tipo de psicofármacos: tranquilizantes, pastillas para dormir, antidepresivos.., y esa cifra aumentará con toda seguridad hasta llegar al 50 % dentro de 25 años. ¿Qué le parece?
¡Me parece que tenemos un problema, aunque usted diga que no hay nada "grave"!
Sí, un problema sí hay, aunque ya le digo que es inevitable, irresoluble. Los medios de comunicación ya no hablan de ello: ya no es noticia que la anorexia se haya duplicado en los últimos diez años en España. Como sociedad esta debacle es inevitable, pero individualmente podemos salvarnos: ése es el objetivo de este libro.
¿Por qué como sociedad no podemos curarnos de la enfermedad emocional?
Porque es la misma sociedad con sus valores equivocados la que produce el malestar emocional. La gente no se da cuenta, pero la súper-presión que nos imponemos todos es bestial. Tenemos que ser guapos, inteligentes, cultos, viajados, delgados, ordenados, eficientes, extrovertidos, tener muchos amigos, tener una bonita casa, un trabajo donde realizarte, vacaciones divertidas, hijos, una pareja que me ame y si no cumples una sola de esas cosas: ¡ponte a temblar! Eres un gusano de la peor especie que no debería sacar la cabeza de la tierra.
Usted aboga por una cosa llamada "bastantidad"
Sí. Consiste en decirse a sí mismo: "Ya tengo bastante", una y otra vez. "¿No tengo pareja, pero tengo padre y madre?: ¡ya tengo bastante para ser feliz!". "¿Soy tímido y no tengo estudios?": ¡ya tengo bastante para apreciar la vida!"? La bastantidad está basada en la idea de que los seres humanos necesitamos muy poco para ser felices.
En ese sentido, usted habla de una enfermedad llamada "no-lo-puedo-soportitis". ¿Qué es eso?
Cuando mis pacientes me preguntan: "¿Qué diagnóstico me pone, depresión, ansiedad?" Yo les respondo: "Lo único que tienes es 'no-lo-puedo-soportitis'". A todos les pasa lo mismo. Han cogido el hábito de decirse a sí mismo que su situación es muy mala y que no lo pueden soportar. Pero aprenden que se puede soportar prácticamente todo y ser feliz. En esta vida no hay nada tan importante como para perder la serenidad.
En su opinión, ni siquiera el "respeto" es importante...
Efectivamente. Un poco de "respeto" está bien, pero "mucho respeto" es de locos. Si tú te dices a ti mismo: "necesito que todo el mundo me respete todo el tiempo", te vas a volver majara porque eso no va a pasar y, por otro lado, la mayor parte de las faltas de respeto son chorradas, cosas sin importancia.
Usted da a sus pacientes un ejercicio muy raro: le llama "ricas dosis de incomodidad".
Ya sé que parece raro recomendarle a alguien que cada semana escoja meterse en dos situaciones incómodas como hacer ayuno todo un día o no dormir. Pero a muchos de mis pacientes les va genial: dejan de ser cascarrabias, de deprimirse, de quejarse de todo. Nosotros tenemos endiosado el concepto de "comodidad" y eso es muy malo. Hay que dejar de darle tanta importancia a la comodidad porque si no, nos volvemos hipersensibles: no soportamos el ruido, las colas, los fallos y pequeñas adversidades.
¡Parecen ejercicios de penitencia de monjes benedictinos!
Es que la tradición católica tiene grandes enseñanzas a nivel mental o emocional. Los monjes desarrollaron a lo largo de los siglos unas herramientas de meditación y crecimiento personal muy buenas que no habría que dejar perder, seamos creyentes o no.
La psicología más moderna recupera así ejercicios mentales propios de la tradición eclesial europea.
Tras el éxito de 'El arte de no amargarse la vida', este psicólogo catalán que ostenta el número uno en ventas de libros de no ficción de los últimos 3 años en España y que dirige la sección de psicología del programa Para todos la 2, de TVE, gana adeptos ahora con un manual para realizar "autoterapia psicológica en casa".
¿En qué consiste su receta de la felicidad?
En cambiar nuestro diálogo interno. Tenemos ansiedad o depresión a causa de nuestra filosofía interna, de lo que nos decimos todos los días. Si cambias esa manera de pensar se produce el milagro: ¡cambian tus emociones!
Pero tal y como está el patio, por mucho diálogo positivo que tengas, es difícil mantenerse feliz.
¡Ya estamos! El patio está perfectamente. Nunca antes ha habido tanta abundancia material. Compare nuestra situación con la de nuestros padres o abuelos. En la posguerra española sí que había carencias. Pero si te dices a ti mismo: "¡la cosa está fatal", así lo vivirás. Mis pacientes aprenden una filosofía anti-queja que les hace prácticamente invulnerables a la depresión o a la ansiedad.
Sin embargo, usted sí advierte de que tenemos una verdadera epidemia de enfermedad emocional. ¿Cómo es de grave?
Ante todo, por favor, evite el uso de la palabra "grave". No hay nada "grave" en esta vida. Hoy estamos vivos y mañana muertos. No olvidemos que es posible que caiga un meteorito esta noche y reviente el planeta: ¡es lo que hay!. Dicho esto, le confirmo que nunca antes ha habido tanta enfermedad emocional. En estos momentos, un 30 % de la gente está fatal. Casi no pueden ni ir a trabajar. Toman todo tipo de psicofármacos: tranquilizantes, pastillas para dormir, antidepresivos.., y esa cifra aumentará con toda seguridad hasta llegar al 50 % dentro de 25 años. ¿Qué le parece?
¡Me parece que tenemos un problema, aunque usted diga que no hay nada "grave"!
Sí, un problema sí hay, aunque ya le digo que es inevitable, irresoluble. Los medios de comunicación ya no hablan de ello: ya no es noticia que la anorexia se haya duplicado en los últimos diez años en España. Como sociedad esta debacle es inevitable, pero individualmente podemos salvarnos: ése es el objetivo de este libro.
¿Por qué como sociedad no podemos curarnos de la enfermedad emocional?
Porque es la misma sociedad con sus valores equivocados la que produce el malestar emocional. La gente no se da cuenta, pero la súper-presión que nos imponemos todos es bestial. Tenemos que ser guapos, inteligentes, cultos, viajados, delgados, ordenados, eficientes, extrovertidos, tener muchos amigos, tener una bonita casa, un trabajo donde realizarte, vacaciones divertidas, hijos, una pareja que me ame y si no cumples una sola de esas cosas: ¡ponte a temblar! Eres un gusano de la peor especie que no debería sacar la cabeza de la tierra.
Usted aboga por una cosa llamada "bastantidad"
Sí. Consiste en decirse a sí mismo: "Ya tengo bastante", una y otra vez. "¿No tengo pareja, pero tengo padre y madre?: ¡ya tengo bastante para ser feliz!". "¿Soy tímido y no tengo estudios?": ¡ya tengo bastante para apreciar la vida!"? La bastantidad está basada en la idea de que los seres humanos necesitamos muy poco para ser felices.
En ese sentido, usted habla de una enfermedad llamada "no-lo-puedo-soportitis". ¿Qué es eso?
Cuando mis pacientes me preguntan: "¿Qué diagnóstico me pone, depresión, ansiedad?" Yo les respondo: "Lo único que tienes es 'no-lo-puedo-soportitis'". A todos les pasa lo mismo. Han cogido el hábito de decirse a sí mismo que su situación es muy mala y que no lo pueden soportar. Pero aprenden que se puede soportar prácticamente todo y ser feliz. En esta vida no hay nada tan importante como para perder la serenidad.
En su opinión, ni siquiera el "respeto" es importante...
Efectivamente. Un poco de "respeto" está bien, pero "mucho respeto" es de locos. Si tú te dices a ti mismo: "necesito que todo el mundo me respete todo el tiempo", te vas a volver majara porque eso no va a pasar y, por otro lado, la mayor parte de las faltas de respeto son chorradas, cosas sin importancia.
Usted da a sus pacientes un ejercicio muy raro: le llama "ricas dosis de incomodidad".
Ya sé que parece raro recomendarle a alguien que cada semana escoja meterse en dos situaciones incómodas como hacer ayuno todo un día o no dormir. Pero a muchos de mis pacientes les va genial: dejan de ser cascarrabias, de deprimirse, de quejarse de todo. Nosotros tenemos endiosado el concepto de "comodidad" y eso es muy malo. Hay que dejar de darle tanta importancia a la comodidad porque si no, nos volvemos hipersensibles: no soportamos el ruido, las colas, los fallos y pequeñas adversidades.
¡Parecen ejercicios de penitencia de monjes benedictinos!
Es que la tradición católica tiene grandes enseñanzas a nivel mental o emocional. Los monjes desarrollaron a lo largo de los siglos unas herramientas de meditación y crecimiento personal muy buenas que no habría que dejar perder, seamos creyentes o no.