Mariano Fazio, Vicario General del Opus Dei, analiza en esta entrevista con Infovaticana la situación de la Iglesia, del Opus Dei y del mundo.
Quisiera introducir a mi entrevistado. El pasado mes de diciembre, a sus 55 años, fue nombrado Vicario General del Opus Dei. Es conocida su amistad con el Papa Francisco. ¿Cómo es la relación del Papa con la Obra y con usted en particular?
Es cierto que Francisco es el primer Papa que conoce el Opus Dei desde su experiencia como obispo, ya que había muy poco desarrollo de la Obra en Múnich cuando Ratzinger era arzobispo de esa ciudad.
El cardenal Bergoglio conocía de forma muy cercana varias labores apostólicas, en particular seguía muy de cerca las labores con mayor perfil social, como escuelas para gente de escasos recursos. Alguna vez el cardenal nos encargó que nos hiciéramos cargo nosotros de alguna obra, por ejemplo porque había unas religiosas que no podían seguir con el colegio al lado de una de las que en Buenos Aires llamamos “villas miserias”. Y en la primera carta que el Papa me escribió de su puño y letra, me pidió que les mandara un saludo a las chicas de ese colegio, llamado Buen Consejo, que ahora lleva la Obra adelante y que tiene 900 alumnas. A mí en particular me agradeció la ayuda que ofrecíamos en dirección espiritual a los sacerdotes diocesanos. Conocía bien la figura de San Josemaría, y ha manifestado varias veces que le tiene devoción. Y tiene particular cariño a una serie de personas del Opus Dei, que van desde una supernumeraria muy pobre que vive en lo que los argentinos llamamos “conventillo”, hasta gente bien posicionada social y económicamente. Por ello, tiene una visión bastante completa de lo que es la prelatura.
¿Qué les dice entonces a aquellos que acusan al Opus Dei de no gustarle este Papa?
Que se equivocan, y que nadie conseguirá separarnos ni un milímetro de su persona. Es propio de todo buen católico estar en sintonía con cada Papa que va gobernando la Iglesia en los distintos periodos de la historia. Es algo que San Josemaría nos dejó como herencia. A lo largo de todos los años de vida del Opus Dei, siempre hemos buscado esta sintonía, desde Pío XI hasta Francisco.
El prelado, en sus cartas mensuales, se hace continuo eco a la enseñanza del Papa Francisco. Pero no son solo palabras. Le pongo un ejemplo. Secundando la petición del papa, el prelado ha pedido que en todos los colegios, centros públicos o parroquias que estén encomendados al Opus Dei se vea cómo se puede concretar la llamada que hizo Francisco a acoger a los inmigrantes: con actos concretos de acogida, con colectas, con servicios materiales y espirituales. También se han puesto en marcha toda una serie de iniciativas para aprovechar y sacar partido el Año de la Misericordia, tal como el Papa pide a los católicos de todo el mundo. Esa sintonía se ve también en las actividades que se realizan en los centros del Opus Dei: muchas giran en torno a lo que dice el Papa, a sus documentos. Hay, además, algunos temas que nos recuerdan mucho a lo que decía San Josemaría. Por ejemplo, la insistencia de Francisco en el sacramento de la penitencia: es el pontífice que más ha hablado de la confesión en estos últimos años.
Dijo en una entrevista en El Pais que “Rezo por todos los que se han ido y los quiero con toda mi alma”. En aquel momento yo le agradecí que alguien con responsabilidad en la Prelatura tuviera esas bellas palabras hacia tantas almas cuya vocación en la obra “no cuajó”. ¿Ha cambiado el discurso de la obra respecto a quienes se han ido?
Mi experiencia personal es que nunca ha faltado cariño por quienes han dejado la Obra. Pero lógicamente no basta con “tu experiencia”, sino que hay que tener en cuenta las experiencias ajenas, las heridas y dolores objetivos o subjetivos que dejan las relaciones rotas, de las que a veces puedo no haber sido suficientemente consciente. Es indudable que el paso del tiempo y la vida enseñan, y que la sensibilidad mejora, también porque vivimos en medio del mundo, y se mejora con los cambios positivos que se producen en el mundo, con las experiencias vividas por las personas de carne y hueso.
La gente que deja la Obra también está llamada a ser santa, sean cuales sean sus circunstancias. Pero así como hace 30 años, en una familia cristiana de mi país, a un hijo que se divorciaba a veces se le podía decir incluso “esa mujer no entra en mi casa y no quiero saber nada”, hoy en día a nadie se le ocurre hacer eso. No porque el matrimonio deje de ser indisoluble, sino porque ha cambiado la sensibilidad, y el deseo de mantener las puertas abiertas para poder ayudar mejor a todos.
¿Cómo ayuda la Obra a los matrimonios, si los medios de formación que realiza son para hombres y mujeres por separado y no juntos?
Los medios de formación que se imparten a personas casadas, aunque sean por separado, tienden a fomentar la unidad en el matrimonio, la unidad en la familia y la mejora en la educación de los hijos (si el matrimonio tiene hijos) o de las personas que se relacionan con ellos (si no tienen hijos).
Además, bastantes de los apostolados y actividades formativas que llevan adelante las personas de la Obra son para los matrimonios juntos: me refiero, por ejemplo, a los cursos de orientación familiar, a las charlas o conferencias que se ofrecen en tantos centros y parroquias llevadas por la Obra, y a otras actividades de carácter formativo, que les ayudan a mejorar su comunicación, su unidad, la educación familiar, etc.
¿La educación diferenciada por sexos forma parte del carisma fundacional del Opus Dei, o es una preferencia que se ha tomado y que, por lo tanto, podría cambiar en el futuro?
Déjeme aclarar que, de hecho, hay bastantes fieles de la Prelatura que trabajan en la educación pública o privada mixta y, por otro lado, hay iniciativas educativas mixtas (todas las de nivel universitario) que cuentan con la atención pastoral de la Obra.
Al mismo tiempo, hemos optado por limitar la atención pastoral de la prelatura en el nivel de la enseñanza media a las escuelas que han elegido el modelo diferenciado: las necesidades pastorales son muchísimas, y nuestra experiencia es que –a esas edades– hay un aprovechamiento mayor de esa ayuda pastoral en este tipo de colegios. Al optar por esta preferencia, no juzgamos lo más mínimo la educación mixta, que puede tener ventajas para determinado tipo de personas.
En España hemos visto a ilustres miembros de la prelatura tragarse la ley del aborto más feticida de la historia del país o defender posturas cercanas al terrorismo. ¿Hasta dónde llega la libertad política en el Opus Dei? ¿Podría un miembro del Opus Dei, en el congreso de los diputados, pedir la prohibición del propio Opus Dei, amparado en su libertad política?
Los límites de la libertad política de una persona del Opus Dei son los que indica el Magisterio de la Iglesia y la moral y las buenas costumbres; ni más ni menos que los de cualquier otro católico que desee vivir de acuerdo con su fe. Y también son idénticos los deberes.
Con lo cual un miembro del Opus Dei no podría estar en un partido que va contra los principios católicos…
Un miembro del Opus Dei tiene que comportarse como cualquier católico de buena conciencia en política. Podría darse el caso de que todos los partidos políticos de un determinado país no coincidan con el Magisterio de la Iglesia y, de facto, esa es la realidad de numerosos países. Por lo tanto, tendrán que saber moverse de acuerdo a su conciencia y con lo que pueda decir la jerarquía en cada país. En este sentido, hay orientaciones iluminadoras en la Nota doctrinal que la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó en el año 2004, con la firma del cardenal Ratzinger.
Al mismo tiempo, me gustaría que se pusiera más la atención en esos miles de personas del Opus Dei que en España se dedican a la educación en general, a la atención de enfermos, a la formación de gente necesitada, a los servicios sencillos. Son mucho más representativos de la realidad.
Pero en España hay obispos que han dicho una cosa y otros que han dicho casi lo contrario…
Claro. De todas formas, ¿en qué partido político de Occidente uno puede estar con la conciencia tranquila? ¿Es bueno que un católico en uno de esos partidos renuncie? ¿Para qué? ¿Para irse a un monasterio? No sé… En el tema de la participación en la vida pública, los fieles del Opus Dei tienen la misma libertad que todos los católicos y, en el momento en el que la jerarquía diga que no se puede formar parte de este partido o apoyar una determinada plataforma, un católico consecuente se lo tendrá que plantear en serio.
El Opus Dei ha sido cuna de élite intelectual de la Iglesia, tan necesaria hoy… ¿Cómo están preparando la defensa intelectual a la ofensiva de la ideología de género y su invasión en los colegios, ya cierta en España?
Hay una formación que se da en las universidades o en los colegios de identidad cristiana, donde se enseñan los fundamentos antropológicos que demuestran que la persona humana es hombre y mujer, que son complementarios, que esto es un proyecto lleno de verdad, belleza, bien, libertad…Que así es como van a ser felices. Entonces, sin discriminar a nadie, se procura que la gente tenga fundamentos antropológicos amplios. Hay cosas que antes eran obvias, y ahora sin embargo hay que fundamentarlas porque hay toda una opinión pública que lleva a perder las nociones que antes eran de sentido común.
¿Qué autores recomienda para defenderse de las amenazas de la ideología de género? ¿Recomienda a un autor concreto en este sentido?
Los autores que más me han ayudado en este aspecto no hablan tanto de la ideología de género cuanto de la antropología dual. Personalmente, me ha gustado un texto del filósofo Antonio Malo, que llegué a conocer mejor en los años en que fui rector de la Universidad de la Santa Croce. En italiano se titula “Essere persona. Un’antropologia dell’identità”. Pero, claro, son visiones científicas: a unos les gustará más y a otros menos.
¿Pero hay algún autor de cabecera en la Obra en este tema?
La cuestión es que no hay “autores de la Obra”. En el Opus Dei habrá visiones distintas del tema, siempre en el marco de la ética natural. Hay temas de gran relevancia ética en los que algunas de las mejores aportaciones son de personas no cristianas, e incluso no creyentes. Conozco, sí a personas de la Obra que han escrito sobre estos temas, pero son profesionales normales y corrientes, que en sus trabajos científicos no representan a la Obra, ni a la Iglesia, ni a la diócesis a la que pertenecen. Por ponerle un ejemplo, conozco bien a la profesora Brancatisano, que lleva años trabajando esta cuestión desde la perspectiva de la antropología de la diferencia; ahora está publicando un libro que se llama “Essere in relazione”.
Una vez me explicó su visión de continuidad entre Benedicto XVI y Francisco, en lo que a la dictadura del relativismo y cultura del descarte se refiere. Me gustó mucho esa tesis, y creo que al Papa también, ¿cierto?
El Papa habla mucho de la cultura del descarte, que es la otra cara de la medalla del relativismo, sobre el que tanto nos alertó Benedicto XVI. Si no hay verdad objetiva, prevalece el interés del más fuerte, y los débiles –o los valores que no son inmediatamente útiles para mí- son descartados. Todo eso está recogido ahora enLaudato Sí, en un título que llama el “El relativismo práctico”, donde habla de precisamente de eso, pues la causa del degrado ambiental es un problema antropológico y de la falta de verdad.
El Sínodo. Tema de candente actualidad. ¿Qué opina de la denuncia de algunos cardenales que advertían de una conspiración para presionar a la Iglesia a modificar su doctrina sobre el matrimonio y la familia?
Tengo alergia a hablar de luchas internas, conspiraciones, me parece que no llevan a nada y que hacen perder el tiempo y la paz. Lo único que cuenta es que hemos tenido una reunión de tres semanas de toda la Iglesia, de la cual salió un documento donde ha habido un gran consenso y que ahora tendrá la última palabra el Papa. Lo más relevantes es que toda la Iglesia ha estado un año pensando en el tema central de la familia: el Sínodo ha sido una gran afirmación familiar de toda la Iglesia.
¿Cree que en el documento final hay una puerta abierta a que la Iglesia renuncie a su doctrina, por ejemplo sobre el adulterio?
Los puntos 84 y 85, leídos sin una argumentación ideológica, vuelven a insistir en lo que ya habló Juan Pablo II, en la “Familiaris Consortio”. Hay situaciones en las que hay que ver caso por caso, que es lo que pastoralmente conviene hacer. Pero no es una apertura en el sentido de “cambio en la doctrina” sino que es apertura de puertas en el sentido de llegar a todos y saber plantear a cada persona su camino hacia una sincera conversión.
Es positivo que incida en que la norma no admite gradualidad…
Quien quiera leer los datos del 84 y 85 a la luz de la tradición de la Iglesia y a la luz de la “Familiaris Consortio”, que es lo que dice explícitamente el documento final, verá que la Iglesia ha vuelto a insistir en la indisolubilidad del matrimonio y en la santidad del matrimonio. Y luego que hay casos concretos que hay que estudiar de acuerdo a la conciencia recta, con pastores que quieran cumplir con la voluntad de Dios, para que cada uno pueda hacer lo que Dios quiere. Me parece interesante que la gente vea todo el documento, porque se habla de desafíos que tiene la Iglesia por delante respecto a la familia. A mí me sorprendió muy positivamente las veces que se ha subrayado la belleza del proyecto de Dios para la familia, la complementariedad entre el hombre y la mujer. Me pareció especialmente agudo el diagnóstico que se le hace a la cultura contemporánea, los peligros del secularismo, del consumismo, que destruyen la familia. También sobre la importancia de los cursos formativos para que los novios lleguen al matrimonio sabiendo a qué se comprometen; la necesidad de que la familia, como la Iglesia “salga de sí misma” y que sean familias abiertas en el sentido de ayudar a otras familias que están en necesidad. Con lo cual, los puntos 84 y 85 son unos puntos importantes pero el documento es mucho más amplio y me parece un documento de gran respiro.
Fue ordenado sacerdote por el gran Papa Juan Pablo II. ¿Qué recuerdo guarda de él?
Tradicionalmente, el Papa sólo ordenaba a los del seminario romano. Hubo unos años en que había pocos ordenandos de Roma y el Papa pidió a distintas instituciones de la Iglesia que enviaran ordenandos y, por lo tanto, durante unos años gran parte de los sacerdotes del Opus Dei fuimos ordenados por Juan Pablo II.
Yo tengo la gracia de Dios de haber sido ordenado como diácono por el beato Álvaro del Portillo, en la primera ordenación que efectuó después de su ordenación episcopal. Y en la ceremonia de ordenación presbiteral estaban presentes en San Pedro San Juan Pablo II, que era el que ordenaba, el beato Álvaro del Portillo y la beata Teresa de Calcuta.
Juan Pablo II: he vivido veintitantos años en Roma, he vivido cosas muy importantes para mi vida como mi ordenación sacerdotal, la beatificación y canonización de San Josemaría, la muerte de don Álvaro del Portillo… Y sin embargo, el momento que recuerdo con más emoción es la muerte y los funerales de Juan Pablo II. Me sorprendió cómo cientos de miles de personas, que quizá no vivían todo lo que decía Juan Pablo II, se encontraron con una llamada de alerta para sus almas. Italianos, polacos, gente de todos lados, católicos y no católicos, que se volcaron en las calles de Roma, que vinieron a Roma en una multitud nunca vista para agradecer el don que Dios había dado a su Iglesia y al mundo con Juan Pablo II.
Dicen que el Papa le dijo que los sacerdotes del Opus Dei son los que más se preocupan por la santidad de los sacerdotes de la Curia…
El Papa agradece que el Opus Dei organice retiros mensuales para los que quieran asistir de los que trabajan en la Curia, porque ve importante que en la Curia se rece.
¿Cómo ha vivido personalmente los últimos escándalos en el Vaticano, llamados por algunos ‘Vatileaks 2’, y el hecho de que se haya mencionado al Opus Dei en ese contexto?
Ha sido un momento de dolor por las posibles dificultades que estos hechos hayan supuesto al Papa y a la Santa Sede. Y de especial oración por el Santo Padre, y por la reforma de las estructuras vaticanas que está llevando a cabo con la ayuda de tantos buenos colaboradores. Quisiera añadir que me parecen reformas muy necesarias para vivir el espíritu evangélico en el manejo de los bienes materiales; son reformas que empiezan por la conversión de cada uno de nosotros.
Junto a ello, hay un dolor más subjetivo, que es el del hermano que ve a otro hermano sacerdote en esta situación sorprendente. Dejando clara la gravedad de los hechos, y a la espera del resultado del juicio, he procurado reaccionar como supongo que haría un buen hermano: rezando por él y procurando, en lo que esté de mi parte, de que no se sienta abandonado.
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