A mí me parece la tarea más hermosa de cuantas se pueden realizar sobre la tierra: la de ser santo a escondidas, sin llamar la atención de los hombres, sin «despertar sospechas». Está claro que tampoco se trata de parecer lo contrario: difícilmente será santo alguien que es conocido por su egoísmo o por su impaciencia. Pero sí se puede ser santo y pasar desapercibido, de modo que la santidad la note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.
Hablo de luchas secretas, que sólo Dios ve, y que tienen lugar en el interior del alma; de sacrificios silenciosos; de gozos inefables en la intimidad de la oración… Hablo de una santidad maravillosa.
2 comentarios:
Que bonito!Esa es la santidad que debemos y tenemos qué aspirar.Ojalá Dios nos ayude y así sea
Sí, perdona, puede que no estuviera claro. Solo quería decir que esas luchas silenciosas, algunas personas las comparten públicamente, en un blog, con los demás y que es difícil, me parece un acto de generosidad muy grande.
¡Gracias a ti! Unidos en oración.
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