En cuanto se intenta en España remodelar el
presupuesto o la gestión de servicios del Estado de bienestar, los sindicatos y
funcionarios interesados dan el toque de alarma al grito de ¡privatización! Todo
lo que signifique recorte del gasto o apertura a la competencia es visto como
un atentado contra lo público, un comienzo de privatización encubierta, una
traición a la ciudadanía. Lo público es, por definición, lo abierto a todos sin
barreras, mientras que lo privado es la apropiación individual de los recursos.
Según esta filosofía, parece que lo decisivo no es tanto la calidad del servicio
recibido, como quién paga al que te lo presta.
La gente, por lo general, es mucho menos
dogmática, y prefiere poder elegir entre lo público y lo privado. Esto no solo
facilita la libertad de elegir, sino también estimula la competencia, que hasta
el momento ha sido el mejor medio para intentar satisfacer al cliente.
Cabría esperar que los defensores a ultranza de
lo estatal –y a veces del monopolio– fueran especialmente cuidadosos con los
recursos públicos que manejan. Sin embargo, ahora que, con motivo de los
recortes presupuestarios, se están examinando con detalle las cuentas públicas,
basta rascar un poco para descubrir distintos modos de “privatizaciones”
encubiertas y toleradas de los recursos.
A veces son sueldos desmesurados del personal
directivo, por lo general personas que jamás obtendrían esas rentas en el sector
privado. Así encontramos directivos de empresas públicas deficitarias que ganan
más que el presidente del gobierno, alcaldes de ayuntamientos medianos que no
pagan a sus proveedores pero se retribuyen como si fueran estrellas del
espectáculo político, o consejeros de cajas de ahorros que han conducido a su
entidad al fracaso y que se premian con jubilaciones de oro.
La exageración en las retribuciones suele ir de
la mano de la opacidad. Solo cuando no ha habido más remedio que recortar, nos
hemos enterado de las situaciones privilegiadas que se han mantenido durante
años. Sin ir más lejos, cuando la Junta de Extremadura ha revelado los sueldos
de los empleados públicos que cobran más de 100.000 euros anuales, resulta que
los primeros puestos están ocupados por médicos, con nóminas de incluso más de
150.000 euros. Lo que no está nada mal para una Comunidad Autónoma con un
déficit público del 4,6% de su PIB en 2011, y donde la izquierda clama contra
los recortes en Sanidad.
Andalucía, otra Comunidad con un déficit público
del 3,2%, ha decidido, entre otras medidas de ajuste, reducir en un 50% la flota
de vehículos de altos cargos, y eliminar la partida de protocolo para personal
directivo de empresas públicas, salvo la del presidente y los consejeros
(entonces, ¿cuántos tenían derecho antes a estas atenciones?).
Pero no pensemos que el despilfarro se reduce a
manías de grandeza de los altos cargos públicos. Cada uno a su nivel, distintos
grupos han conseguido transformar en “derechos adquiridos” situaciones
excepcionales, que no admiten parangón en el sector privado. Por ejemplo, los
trabajadores del sector público en Andalucía ya “solo” van a tener seis días
libres para asuntos propios, en lugar de los ocho que tenían antes (en Cataluña
podían llegar hasta diez días), cuando en el sector privado lo normal es dos o
tres; y también perderán las gratificaciones por jubilación y los complementos y
pluses en las pagas extras.
En la enseñanza, donde también los sindicatos
mantienen un pulso contra los recortes, resulta que, en cualquier colegio
público, los profesores tienen menos horas de clase y más sueldo que los de los
colegios privados concertados.
Estas ventajas comparativas son sin duda el
resultado de la acción sindical, que siempre ha contado con más afiliados en el
sector público y menos resistencia por parte del empleador estatal. Pero esas
ventajas son a costa de los recursos públicos, financiados por todos los
ciudadanos.
En el sector público, se identifica fácilmente la
pérdida de ventajas laborales con un menoscabo del servicio. En realidad, hay
mucha privatización encubierta, en forma de rentas, privilegios y derechos
adquiridos, que trasvasan recursos públicos a bolsillos particulares.(http://blogs.aceprensa.com/elsonar/) Excelente blog de Ignacio Aréchaga, hombre sabio, mucho y de los que además de sabios son humildes y trabajan para los demás, gracias Ignacio.
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