Jennifer Roback Morse, doctora en Economía y colaboradora en diversos
medios, fundó el Ruth Institute para ayudar a los jóvenes a crear un clima
social e intelectual favorable al matrimonio. Confía en que sean ellos quienes
lideren el cambio hacia una sociedad pro familia, del mismo modo que los jóvenes
de finales de 1960 llevaron a cabo su particular revuelta
contracultural.
Cuando estalló la primavera hippie y el ideal de moda era liberar a la sociedad de las “cavernas del orden”, intelectuales como Sartre, Marcuse o Foucault podían permitirse el lujo de predicar ideas antifamiliares a la llamada Generación del Baby Boom (nacidos después de 1946). Pero hoy, resulta más difícil decretar un estado de felicidad permanente bajo esos mismos presupuestos.
Algunos baby boomers desencantados reconocen ahora que detrás de ese experimento social había muchos riesgos. Que todos esos cambios en los comportamientos tenían consecuencias: también para los miembros de otras generaciones. Y que había algo de elitismo irresponsable en quien propone un programa de ingeniería social a una generación sin reparar en sus víctimas colaterales.
Jennifer Roback Morse ofrece uno de esos testimonios en una carta abierta a los jóvenes de la llamada Generación del Milenio, la primera que alcanzó la mayoría edad en el nuevo milenio. Publicada en MercatorNet, la carta se abre con un dramático recuento de costes sociales con el que la autora quiere mostrar que los cambios legislativos adoptados en un determinado momento histórico acaban repercutiendo en quienes vienen después.
“Mi generación, la del Baby Boom, ha convertido el matrimonio en lo que veis ahora. Pero la culpa no es enteramente nuestra. Nosotros no inventamos la píldora anticonceptiva. Ni el divorcio sin causa. Ni la sentencia Roe v Wade. Nosotros solo fuimos la primera generación que padeció todas estas cosas”.
(...) “Muchos de nosotros nos dejamos llevar por la corriente; construimos nuestras vidas sobre la anticoncepción, el divorcio y el aborto. Pensamos que sería increíblemente divertido separar el sexo y la procreación del matrimonio; o la estabilidad y la fidelidad del matrimonio”.
“Y ahí están los resultados: más infelicidad y pobreza entre los niños; más soledad y desesperación entre los adultos; más intervencionismo por parte de los tribunales en la vida privada de las familias; y la brecha entre ricos y pobres cada día más grande, ahora por culpa de un nuevo factor: la desigualdad matrimonial”.
Formar “líderes emergentes”
Desde que puso en marcha el Ruth Institute, con sede en California, Roback Morse ha tenido la oportunidad de conversar con cientos de jóvenes. Además, su experiencia docente le ha dado pie para conocerlos bien: enseñó Economía durante 15 años, primero en la Universidad de Yale y después en la George Mason University.
Sabe que en muchos jóvenes de hoy late tanto la aspiración a casarse como el miedo al compromiso y al divorcio. Con todo, no duda en proponerles un reto audaz: “Si la cultura del matrimonio ha de ser restaurada, sois vosotros, la generación de los jóvenes del milenio, a quienes corresponde llevarlo a cabo”.
El programa Emerging Leaders, del Ruth Institute, nació precisamente para ayudar a los jóvenes a crear un clima social y cultural favorable al matrimonio. Los impulsores de la iniciativa no se contentan con que los participantes reciban formación. Pretenden, además, que los propios jóvenes difundan lo que han aprendido.
Para eso, les entrenan en el arte del activismo cultural. Allí aprenden a soltarse en las redes sociales, a redactar notas de prensa, a mantener un blog, a organizar un libro-fórum, un debate o una tertulia... El instituto ofrece ayudas económicas a todos los que quieren crear un grupo de voluntarios para promover el matrimonio. También les ofrecen un manual de actividades con numerosas ideas y recursos.
Comprometerse con el matrimonio
El compromiso público de apoyar la institución del matrimonio en la vida social, dice Roback Morse, ha de ir precedido del convencimiento de que cada uno ha de cuidar su compromiso matrimonial.
Por eso, a los jóvenes que todavía no están casados, les anima a repetir desde el noviazgo las siguientes palabras: “Quiero y deseo casarme. Y cuando me case, pretendo permanecer casado el resto de mi vida. Me comprometo a hacer todo lo que pueda por el bien común de mi matrimonio y de mi familia”.
Para Roback Morse, estas palabras expresan la esencia del nuevo movimiento a favor del matrimonio que ha de surgir en EE.UU. y en otros países. Nuevo porque se nutre del compromiso personal y rejuvenecido –el de los jóvenes del milenio– con el amor conyugal
Cuando estalló la primavera hippie y el ideal de moda era liberar a la sociedad de las “cavernas del orden”, intelectuales como Sartre, Marcuse o Foucault podían permitirse el lujo de predicar ideas antifamiliares a la llamada Generación del Baby Boom (nacidos después de 1946). Pero hoy, resulta más difícil decretar un estado de felicidad permanente bajo esos mismos presupuestos.
Algunos baby boomers desencantados reconocen ahora que detrás de ese experimento social había muchos riesgos. Que todos esos cambios en los comportamientos tenían consecuencias: también para los miembros de otras generaciones. Y que había algo de elitismo irresponsable en quien propone un programa de ingeniería social a una generación sin reparar en sus víctimas colaterales.
Jennifer Roback Morse ofrece uno de esos testimonios en una carta abierta a los jóvenes de la llamada Generación del Milenio, la primera que alcanzó la mayoría edad en el nuevo milenio. Publicada en MercatorNet, la carta se abre con un dramático recuento de costes sociales con el que la autora quiere mostrar que los cambios legislativos adoptados en un determinado momento histórico acaban repercutiendo en quienes vienen después.
“Mi generación, la del Baby Boom, ha convertido el matrimonio en lo que veis ahora. Pero la culpa no es enteramente nuestra. Nosotros no inventamos la píldora anticonceptiva. Ni el divorcio sin causa. Ni la sentencia Roe v Wade. Nosotros solo fuimos la primera generación que padeció todas estas cosas”.
(...) “Muchos de nosotros nos dejamos llevar por la corriente; construimos nuestras vidas sobre la anticoncepción, el divorcio y el aborto. Pensamos que sería increíblemente divertido separar el sexo y la procreación del matrimonio; o la estabilidad y la fidelidad del matrimonio”.
“Y ahí están los resultados: más infelicidad y pobreza entre los niños; más soledad y desesperación entre los adultos; más intervencionismo por parte de los tribunales en la vida privada de las familias; y la brecha entre ricos y pobres cada día más grande, ahora por culpa de un nuevo factor: la desigualdad matrimonial”.
Formar “líderes emergentes”
Desde que puso en marcha el Ruth Institute, con sede en California, Roback Morse ha tenido la oportunidad de conversar con cientos de jóvenes. Además, su experiencia docente le ha dado pie para conocerlos bien: enseñó Economía durante 15 años, primero en la Universidad de Yale y después en la George Mason University.
Sabe que en muchos jóvenes de hoy late tanto la aspiración a casarse como el miedo al compromiso y al divorcio. Con todo, no duda en proponerles un reto audaz: “Si la cultura del matrimonio ha de ser restaurada, sois vosotros, la generación de los jóvenes del milenio, a quienes corresponde llevarlo a cabo”.
El programa Emerging Leaders, del Ruth Institute, nació precisamente para ayudar a los jóvenes a crear un clima social y cultural favorable al matrimonio. Los impulsores de la iniciativa no se contentan con que los participantes reciban formación. Pretenden, además, que los propios jóvenes difundan lo que han aprendido.
Para eso, les entrenan en el arte del activismo cultural. Allí aprenden a soltarse en las redes sociales, a redactar notas de prensa, a mantener un blog, a organizar un libro-fórum, un debate o una tertulia... El instituto ofrece ayudas económicas a todos los que quieren crear un grupo de voluntarios para promover el matrimonio. También les ofrecen un manual de actividades con numerosas ideas y recursos.
Comprometerse con el matrimonio
El compromiso público de apoyar la institución del matrimonio en la vida social, dice Roback Morse, ha de ir precedido del convencimiento de que cada uno ha de cuidar su compromiso matrimonial.
Por eso, a los jóvenes que todavía no están casados, les anima a repetir desde el noviazgo las siguientes palabras: “Quiero y deseo casarme. Y cuando me case, pretendo permanecer casado el resto de mi vida. Me comprometo a hacer todo lo que pueda por el bien común de mi matrimonio y de mi familia”.
Para Roback Morse, estas palabras expresan la esencia del nuevo movimiento a favor del matrimonio que ha de surgir en EE.UU. y en otros países. Nuevo porque se nutre del compromiso personal y rejuvenecido –el de los jóvenes del milenio– con el amor conyugal
1 comentario:
Tu post de hoy es buenisimo amigo. Y me veo tan identificada en esa generación que vive con un modo de vida ya diseñado por otros. No obstante tengo que decir que realmente en estas locuras humana, Dios no se queda al margen, viendo como sus hijos son engañados. puedo decir que yo he sido una privilegiada. Quizá porque estaba tan metida en mi vida y en mi ideal de libertad, en sentirme una mujer autosuficiente y feliz. Que Dios tuvo misericordia y me abrió los ojos. Yo era contraria al matrimonio, a pertenecer a alguien, a tener hijos y tener que depender de otros, era contraria a todo lo que me implicara responsabilidades. Porque tenia la vida que cualquier mujer de mi generación queria. Trabajo, dinero, salud, exito con los hombres... Hoy soy todo aquello que no queria ni con oro. Sí, soy madre de familia, soy de marido, como él es mio también. Vivo para mis hijos y para ser una maruja de mi casa, ahora que estoy sin trabajo. Y sí doy gracias a Dios por haberme dado cuenta de esto con treinta años y no con cincuenta. Nunca es tarde, pero ojalá lo hubiese descubierto antes. Casarme, tener hijos, y vivir por y para mi familia es el modelo de vida ideal que jamás hubiese imaginado que me daria la felicidad. Pero así es, soy una mujer gracias a Dios muy feliz.
Un abrazo.
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