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Sin comentarios. Bendito ateo.
Querido hijo: Me pides un justificante que te exima de cursar
religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la
mayor parte de los condiscípulos y temo que también un poco para parecer digno
hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante,
querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás. No es porque desee que seas
clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que
profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad
suficiente para juzgar, serás completamente libre pero, tengo empeño decidido en
que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio
serio de la religión. Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído
tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones
buenas para arrastrar a algunos pero que están en pugna con el más elemental
buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente
de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras
tú, por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos
sin exponerte a soltar un disparate? Dejemos a un lado la política y las
discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que
debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender
historia y la civilización de los griegos y de los romanos y ¿qué comprenderías
de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer
la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el
arte ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos
modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas
que ellas contienen? En las letras ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet,
Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon
exclusivamente de cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo,
en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus
más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho, de filosofía o de moral
¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más
extendida, la moral más sabia y más universal? –éste es el pensamiento de Juan
Jacobo Rousseau-. Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la
religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso;
Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la
fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas. ¿Querrás tú
condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay
que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones
de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del
mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer
conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas
inteligencia preclaras. Ya que hablo de educación: ¿para ser un joven bien
educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo
siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha
frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta. No fijándome sino
en la cortesía en el simple ‘savoir vivre”, hay que convenir en la necesidad de
conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no
estamos obligados a imitarlas, debemos por lo menos comprenderlas para poder
guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas.
Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones
religiosas. Querido hijo: convéncete de lo que digo: muchos tienen interés en
que los demás desconozcan la religión, pero todo el mundo desea conocerla. En
cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana
palabrería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común. Muchos
anti-católicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido
educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente
libres de no ser cristianos los que tienen la facultad de serlo, pues, en caso
contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la
libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá
esta carta, pero precisa hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su
hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación. Recibe, querido
hijo, el abrazo de TU PADRE.
1 comentario:
Una carta de una pieza,nunca la escribirían los progres de pacotilla que se están cargando,a fueza de tozudez zopenca,dos mil años de historia.Un abrazo de Janusa
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