sábado, febrero 22, 2025

AMAD, PERO¿A QUIEN ME ODIA? BENDECID ¿A QUIEN ME MALDICE? IMPOSIBLE. LO ...

Catedra de San Pedro.

 


sic.

 

22 de febrero de 2025
“Con Él estoy en el tiempo de la adversidad”
Aunque todo se hunda y se acabe, aunque los acontecimientos sucedan al revés de lo previsto, con tremenda adversidad, nada se gana turbándose. Además, recuerda la oración confiada del profeta: "el Señor es nuestro Juez, el Señor es nuestro Legislador, el Señor es nuestro Rey; Él es quien nos ha de salvar". –Rézala devotamente, a diario, para acomodar tu conducta a los designios de la Providencia, que nos gobierna para nuestro bien. (Surco, 855)

Y cuando nos acecha -violenta- la tentación del desánimo, de los contrastes, de la lucha, de la tribulación, de una nueva noche en el alma, nos pone el salmista en los labios y en la inteligencia aquellas palabras: con Él estoy en el tiempo de la adversidad. ¿Qué vale, Jesús, ante tu Cruz, la mía; ante tus heridas mis rasguños? ¿Qué vale, ante tu Amor inmenso, puro e infinito, esta pobrecita pesadumbre que has cargado Tú sobre mis espaldas? Y los corazones vuestros, y el mío, se llenan de una santa avidez, confesándole -con obras- que morimos de Amor.

Nace una sed de Dios, un ansia de comprender sus lágrimas; de ver su sonrisa, su rostro... Considero que el mejor modo de expresarlo es volver a repetir, con la Escritura: como el ciervo desea las fuentes de las aguas, así te anhela mi alma, ¡oh Dios mío! Y el alma avanza metida en Dios, endiosada: se ha hecho el cristiano viajero sediento, que abre su boca a las aguas de la fuente.

Con esta entrega, el celo apostólico se enciende, aumenta cada día -pegando esta ansia a los otros-, porque el bien es difusivo. No es posible que nuestra pobre naturaleza, tan cerca de Dios, no arda en hambres de sembrar en el mundo entero la alegría y la paz, de regar todo con las aguas redentoras que brotan del Costado abierto de Cristo, de empezar y acabar todas las tareas por Amor.

Os hablaba antes de dolores, de sufrimientos, de lágrimas. Y no me contradigo si afirmo que, para un discípulo que busque amorosamente al Maestro, es muy distinto el sabor de las tristezas, de las penas, de las aflicciones: desaparecen en cuanto se acepta de veras la Voluntad de Dios, en cuanto se cumplen con gusto sus designios, como hijos fieles, aunque los nervios den la impresión de romperse y el suplicio parezca insoportable. (Amigos de Dios, nn. 310-311)

viernes, febrero 21, 2025

El camino del cielo.

 

Opinión

El camino del cielo

 

 

Daniel Tirapu


La luz de las velas.

 

 

 

 

 

Soy un quejica, interior y exterior. Me quejo al Señor, iba a decir que como Santa Teresa, pero no es adecuada la comparación con la Santa. De todos modos parte de la nueva evangelización es dirigir la mirada Dios, contar con El, que es creador y Padre y Madre. Todos esperamos, en el fondo, también el ateo cuando cae el avión que haya algo mejor, más justo, más alegre, más paz pero el camino del cielo es exigente.

Incompatible con comilonas, drogas, poder, riquezas. Voy buscando cancioncillas y posadas para seguir el camino, parecen legítimas. Una vela a Dios, otra al diablo. No se puede. Nos gustaría ser místicos, sin sacrificio, sin esfuerzo, quedando bien con todos (la droga, la revolución, la anarquía, el placer pretenden este sustitutivo y el relativismo la comodidad de la "sinceridad de estar de acuerdo con nosotros mismos".

Año jubilar, año de la verdad, que nos hará libres y no al revés. No basta tener madera de santo, ser buenecillos; hay que negarse, tomar la cruz, la de cada uno. Militia es vita hominis super terram, duro combate, pero con Dios será victoria siempre. Tú sabes más Señor, me conoces y me amas más que yo a mí. Dios sabe más. Y María está en nuestro camino, nunca solos. Señor, quiero lo que quieras, como quieras, cuando quieras... ¿de verdad?. Ayúdame y ten misericordia de mí y de todos. Bienaventurado el que busca, que no será defraudado.

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

 

sic.

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21 de febrero de 2025
“Amamos apasionadamente este mundo”
El mundo nos espera. ¡Sí!, amamos apasionadamente este mundo porque Dios así nos lo ha enseñado: «sic Deus dilexit mundum...» –así Dios amó al mundo; y porque es el lugar de nuestro campo de batalla –una hermosísima guerra de caridad–, para que todos alcancemos la paz que Cristo ha venido a instaurar. (Surco, 290)

Lo he enseñado constantemente con palabras de la Escritura Santa: el mundo no es malo, porque ha salido de las manos de Dios, porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno (Cfr. Gen 1, 7 y ss.). Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo, con nuestros pecados y nuestras infidelidades. No lo dudéis, hijos míos: cualquier modo de evasión de las honestas realidades diarias es para vosotros, hombres y mujeres del mundo, cosa opuesta a la voluntad de Dios.

Por el contrario, debéis comprender ahora –con una nueva claridad– que Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.

Yo solía decir a aquellos universitarios y a aquellos obreros que venían junto a mí por los años treinta, que tenían que saber materializar la vida espiritual. Quería apartarlos así de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas. (Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, n. 114)

 

jueves, febrero 20, 2025

sic.

 

20 de febrero de 2025
“Hemos de acudir al buen pastor”
Tú -piensas- tienes mucha personalidad: tus estudios -tus trabajos de investigación, tus publicaciones-, tu posición social -tus apellidos-, tus actuaciones políticas -los cargos que ocupas-, tu patrimonio..., tu edad, ¡ya no eres un niño!... Precisamente por todo eso necesitas más que otros un Director para tu alma. (Camino, 63)

La santidad de la Esposa de Cristo se ha demostrado siempre ‑como se demuestra también hoy‑ por la abundancia de buenos pastores. Pero la fe cristiana, que nos enseña a ser sencillos, no nos induce a ser ingenuos. Hay mercenarios que callan, y hay mercenarios que hablan palabras que no son de Cristo. Por eso, si el Señor permite que nos quedemos a oscuras, incluso en cosas pequeñas; si sentimos que nuestra fe no es firme, acudamos al buen pastor, al que entra por la puerta ejercitando su derecho, al que, dando su vida por los demás, quiere ser, en la palabra y en la conducta, un alma enamorada: un pecador quizá también, pero que confía siempre en el perdón y en la misericordia de Cristo.

Si vuestra conciencia os reprueba por alguna falta ‑aunque no os parezca grave‑, si dudáis, acudid al Sacramento de la Penitencia. Id al sacerdote que os atiende, al que sabe exigir de vosotros fe recia, finura de alma, verdadera fortaleza cristiana. En la Iglesia existe la más plena libertad para confesarse con cualquier sacerdote, que tenga las legítimas licencias; pero un cristiano de vida clara acudirá ‑¡libremente!‑ a aquel que conoce como buen pastor, que puede ayudarle a levantar la vista, para volver a ver en lo alto la estrella del Señor. (Es Cristo que pasa, 34)

miércoles, febrero 19, 2025

Roy Orbison - Oh, Pretty Woman (from Black & White Night)

sic.

 

19 de febrero de 2025
“¡Señor, que no sé rezar!”
Si de veras deseas ser alma penitente –penitente y alegre–, debes defender, por encima de todo, tus tiempos diarios de oración –de oración íntima, generosa, prolongada– y has de procurar que esos tiempos no sean a salto de mata, sino a hora fija, siempre que te resulte posible. No cedas en estos detalles. Sé esclavo de este culto cotidiano a Dios, y te aseguro que te sentirás constantemente alegre. (Surco, 994)

Cuando veo cómo algunos plantean la vida de piedad, el trato de un cristiano con su Señor, y me presentan esa imagen desagradable, teórica, formularia, plagada de cantilenas sin alma, que más favorecen el anonimato que la conversación personal, de tú a Tú, con Nuestro Padre Dios -la auténtica oración vocal jamás supone anonimato-, me acuerdo de aquel consejo del Señor: en la oración no afectéis hablar mucho, como hacen los gentiles, que se imaginan haber de ser oídos a fuerza de palabras. No queráis, pues, imitarles, que bien sabe vuestro Padre lo que habéis menester, antes de pedírselo. Y comenta un Padre de la Iglesia: pienso que Cristo nos manda que evitemos las largas oraciones; pero larga, no en cuanto al tiempo, sino por la multitud inacabable de palabras... El Señor mismo nos puso el ejemplo de la viuda que, a fuerza de súplicas, venció la resistencia del juez inicuo; y el otro de aquel inoportuno que llegó a deshora en la noche y, por su tozudez más que por la amistad, logró que se levantara de la cama el amigo (cfr. Lc XI, 5-8; XVIII, 1-8). Con esos dos ejemplos, nos manda que pidamos constantemente, pero no componiendo oraciones interminables, sino contándole con sencillez nuestras necesidades.

De todos modos, si al iniciar vuestra meditación no lográis concentrar vuestra atención para conversar con Dios, os encontráis secos y la cabeza parece que no es capaz de expresar ni una idea, o vuestros afectos permanecen insensibles, os aconsejo lo que yo he procurado practicar siempre en esas circunstancias: poneos en presencia de vuestro Padre, y manifestadle al menos: ¡Señor, que no sé rezar, que no se me ocurre nada para contarte!... Y estad seguros de que en ese mismo instante habéis comenzado a hacer oración. (Amigos de Dios, 145)

martes, febrero 18, 2025

sic-

18 de febrero de 2025
“Yo confío en Ti, sé que eres mi Padre”
Jesús ora en el huerto: Pater mi (Mt XXVI,39), Abba, Pater! (Mc XIV,36). Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la Voluntad del Padre...

Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento? Constituirá una señal cierta de mi filiación, porque me trata como a su Divino Hijo. Y, entonces, como Él, podré gemir y llorar a solas en mi Getsemaní, pero, postrado en tierra, reconociendo mi nada, subirá hasta el Señor un grito salido de lo íntimo de mi alma: Pater mi, Abba, Pater... fiat! (Via Crucis, 1ª Estación, n. 1)

Por motivos que no son del caso -pero que bien conoce Jesús, que nos preside desde el Sagrario-, la vida mía me ha conducido a saberme especialmente hijo de Dios, y he saboreado la alegría de meterme en el corazón de mi Padre, para rectificar, para purificarme, para servirle, para comprender y disculpar a todos, a base del amor suyo y de la humillación mía.

Por eso, ahora deseo insistir en la necesidad de que vosotros y yo nos rehagamos, nos despertemos de ese sueño de debilidad que tan fácilmente nos amodorra, y volvamos a percibir, de una manera más honda y a la vez más inmediata, nuestra condición de hijos de Dios.

El ejemplo de Jesús, todo el paso de Cristo por aquellos lugares de oriente, nos ayudan a penetrarnos de esa verdad. Si admitimos el testimonio de los hombres -leemos en la Epístola-, de mayor autoridad es el testimonio de Dios. Y, ¿en qué consiste el testimonio de Dios? De nuevo habla San Juan: mirad qué amor hacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos... Carísimos, nosotros somos ya ahora hijos de Dios.

A lo largo de los años, he procurado apoyarme sin desmayos en esta gozosa realidad. Mi oración, ante cualquier circunstancia, ha sido la misma, con tonos diferentes. Le he dicho: Señor, Tú me has puesto aquí; Tú me has confiado eso o aquello, y yo confío en Ti. Sé que eres mi Padre, y he visto siempre que los pequeños están absolutamente seguros de sus padres. Mi experiencia sacerdotal me ha confirmado que este abandono en las manos de Dios empuja a las almas a adquirir una fuerte, honda y serena piedad, que impulsa a trabajar constantemente con rectitud de intención. (Amigos de Dios, 143)

 

lunes, febrero 17, 2025

sic.

 

17 de febrero de 2025
“¡Que el Señor nos quiere contentos!”
Acostúmbrate a hablar cordialmente de todo y de todos; en particular, de cuantos trabajan en el servicio de Dios. Y cuando no sea posible, ¡calla!: también los comentarios bruscos o desenfadados pueden rayar en la murmuración o en la difamación. (Surco, 902)

Vuelve de nuevo la mirada sobre tu vida, y pide perdón por ese detalle y por aquel otro que saltan enseguida a los ojos de tu conciencia; por el mal uso que haces de la lengua; por esos pensamientos que giran continuamente alrededor de ti mismo; por ese juicio crítico consentido que te preocupa tontamente, causándote una perenne inquietud y zozobra... ¡Que podéis ser muy felices! ¡Que el Señor nos quiere contentos, borrachos de alegría, marchando por los mismos caminos de ventura que Él recorrió! Sólo nos sentimos desgraciados cuando nos empeñamos en descaminarnos, y nos metemos por esa senda del egoísmo y de la sensualidad; y mucho peor aún si embocamos la de los hipócritas.

El cristiano ha de manifestarse auténtico, veraz, sincero en todas sus obras. Su conducta debe transparentar un espíritu: el de Cristo. Si alguno tiene en este mundo la obligación de mostrarse consecuente, es el cristiano, porque ha recibido en depósito, para hacer fructificar ese don, la verdad que libera, que salva. Padre, me preguntaréis, y ¿cómo lograré esa sinceridad de vida? Jesucristo ha entregado a su Iglesia todos los medios necesarios: nos ha enseñado a rezar, a tratar con su Padre Celestial; nos ha enviado su Espíritu, el Gran Desconocido, que actúa en nuestra alma; y nos ha dejado esos signos visibles de la gracia que son los Sacramentos. Úsalos. Intensifica tu vida de piedad. Haz oración todos los días. Y no apartes nunca tus hombros de la carga gustosa de la Cruz del Señor.

Ha sido Jesús quien te ha invitado a seguirle como buen discípulo, con el fin de que realices tu travesía por la tierra sembrando la paz y el gozo que el mundo no puede dar. Para eso -insisto-, hemos de andar sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte, sin rehuir a toda costa el dolor, que para un cristiano es siempre medio de purificación y ocasión de amar de veras a sus hermanos, aprovechando las mil circunstancias de la vida ordinaria. (Amigos de Dios, 141)

domingo, febrero 16, 2025

Tres cosas que no conoces del Opus Dei

El denario.

 

 

Opinión

El denario

 

 

Daniel Tirapu


El Evangelio.

 

 

 

 

 

En la palabra de Dios está toda la sabiduría y seguramente todas las historias de la literatura: fidelidad, traición, impaciencia, amores locos y cuerdos, las grandes preguntas de cada uno y de la historia. Por eso, textos escritos hace dos mil años están llenos de actualidad, que a cada uno toca descubrir, digerir, sedimentar.

La parábola de los trabajadores y el denario me ha parecido siempre contradictoria. Al comienzo del día el padre de familia contrata con unos trabajadores por un denario. Al mediodía con otros, por la tarde con otros y casi cuando anochece con otros, siempre por un denario.

Parece lógica la queja de los que trabajan desde la mañana respecto a los que sólo trabajaron un par de horas. No parece justo. Es la queja que he oído muchas veces, "toda la vida fue un vividor y al final de sus días se arrepintió y se salva"; en una mentalidad moderna incluso parece obsceno.

En el fondo es no aceptar la bondad de Dios que perdona y no darse cuenta de que trabajar por Dios desde joven es un privilegio, no una carga. Esos supuestos vividores, adúlteros, famosetes no tienen unas vidas tan maravillosas. Es la queja del hermano mayor que estaba con su padre y coge un enfado profundo por la fiesta del hijo pródigo, que empezó en la seda y acabó entre bellotas.

Un amigo me comentaba, las Iglesias están llenas de viejos; sí, es lógico; la debilidad, las fuerzas, los proyectos son muy diferentes a partir de los sesenta o de los cincuenta. No seamos envidiosos. Un ladrón le robó el cielo a Jesús en un instante en la cruz. Y trabajar por Dios y para Dios desde joven es una gracia, un don, una oferta que no se debe rechazar.

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

sic.

 

16 de febrero de 2025
“Una vez bautizados, todos somos iguales”
Afirmas que vas comprendiendo poco a poco lo que quiere decir “alma sacerdotal”... No te enfades si te respondo que los hechos demuestran que lo entiendes sólo en teoría. Cada jornada te pasa lo mismo: al anochecer, en el examen, todo son deseos y propósitos; por la mañana y por la tarde, en el trabajo, todo son pegas y excusas. ¿Así vives el “sacerdocio santo, para ofrecer víctimas espirituales, agradables a Dios por Jesucristo”? (Surco, 499)

En la Iglesia hay igualdad: una vez bautizados, todos somos iguales, porque somos hijos del mismo Dios, Nuestro Padre. En cuanto cristianos, no media diferencia alguna entre el Papa y el último que se incorpora a la Iglesia. Pero esa igualdad radical no entraña la posibilidad de cambiar la constitución de la Iglesia, en aquello que ha sido establecido por Cristo. Por expresa voluntad divina tenemos una diversidad de funciones, que comporta también una capacitación diversa, un 'carácter' indeleble conferido por el Sacramento del Orden para los ministros sagrados. En el vértice de esa ordenación está el sucesor de Pedro y, con él y bajo él, todos los obispos: con su triple misión de santificar, de gobernar y de enseñar.

Permitidme esta insistencia machacona, las verdades de fe y de moral no se determinan por mayoría de votos: componen el depósito –“depositum fidei”- entregado por Cristo a todos los fieles y confiado, en su exposición y enseñanza autorizada, al Magisterio de la Iglesia.

Sería un error pensar que, como los hombres han adquirido quizá más conciencia de los lazos de solidaridad que los unen mutuamente, se deba modificar la constitución de la Iglesia, para ponerla de acuerdo con los tiempos. Los tiempos no son de los hombres, sean o no eclesiásticos; los tiempos son de Dios, que es el Señor de la historia. Y la Iglesia puede dar la salvación a las almas, sólo si permanece fiel a Cristo en su constitución, en sus dogmas, en su moral. (Amar a la Iglesia; Palabra, 1986, pp. 58-59)

sábado, febrero 15, 2025

LA FRANCESA JOSEPHINE SE CONVIERTE POR LAS “ABSURDAS BIENAVENTURANZAS”: ...

sic.

 

15 de febrero de 2025
“Sembradores de paz y de alegría”
¿Te ríes porque te digo que tienes “vocación matrimonial”? –Pues la tienes: así, vocación. Encomiéndate a San Rafael, para que te conduzca castamente hasta el fin del camino, como a Tobías. (Camino, 27)

Es muy importante que el sentido vocacional del matrimonio no falte nunca tanto en la catequesis y en la predicación, como en la conciencia de aquellos a quienes Dios quiera en ese camino, ya que están real y verdaderamente llamados a incorporarse en los designios divinos para la salvación de todos los hombres.

Por eso, quizá no puede proponerse a los esposos cristianos mejor modelo que el de las familias de los tiempos apostólicos: el centurión Cornelio, que fue dócil a la voluntad de Dios y en cuya casa se consumó la apertura de la Iglesia a los gentiles; Aquila y Priscila, que difundieron el cristianismo en Corinto y en Éfeso y que colaboraron en el apostolado de San Pablo; Tabita, que con su caridad asistió a los necesitados de Joppe. Y tantos otros hogares de judíos y de gentiles, de griegos y de romanos, en los que prendió la predicación de los primeros discípulos del Señor.

Familias que vivieron de Cristo y que dieron a conocer a Cristo. Pequeñas comunidades cristianas, que fueron como centros de irradiación del mensaje evangélico. Hogares iguales a los otros hogares de aquellos tiempos, pero animados de un espíritu nuevo, que contagiaba a quienes los conocían y los trataban. Eso fueron los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: sembradores de paz y de alegría, de la paz y de la alegría que Jesús nos ha traído. (Es Cristo que pasa, 30)