domingo, septiembre 30, 2018

La petición del Papa para este mes de octubre.


https://opusdei.org/es-es/document/fernando-ocariz-mensaje-oracion-papa-francisco/


Mons. Ocáriz pide secundar generosamente la petición del Papa para este mes de octubre

El prelado anima a que todos los miembros de la Obra, los cooperadores y quienes participan en las labores apostólicas, se sumen a la petición de rezar el rosario para pedir a la Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia.
CARTAS PASTORALES Y MENSAJES
Opus Dei - Mons. Ocáriz pide secundar generosamente la petición del Papa para este mes de octubre
El Papa Francisco ha invitado a todos los católicos a recitar diariamente el Rosario durante el mes de octubre, acabándolo con la invocación "Sub Tuum Praesidium", y con la oración a San Miguel Arcángel (cfr. Comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 29.09.2018).
Son oraciones que nos ayudarán a difundir la paz de Cristo y a rezar de modo especial por el don de la unidad en la Iglesia y en el mundo. No podemos ignorar, como decía san Pablo a los de Éfeso, que “no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los Principados, las Potestades, las Dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires” (Ef 6, 12).
Pido y animo a todos los miembros de la Obra, a los cooperadores y a quienes participan en las labores apostólicas a secundar generosamente este deseo del Papa, y a extender esta invitación a muchos otros amigos, para rogar a nuestra Madre, Santa María, y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia.
30 de septiembre de 2018
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domingo, septiembre 23, 2018

Qué es el apostolado en 2018.



¿Qué significa el apostolado? ¿quiénes son los apóstoles hoy?

La palabra griega “apostoloi” significa enviado. Hace referencia a la llamada que hace Jesucristo a los apóstoles para que continúen con su propia misión: anunciar el reino de Dios por todo el mundo.
PREGUNTAS SOBRE LA FE CRISTIANA
Opus Dei - ¿Qué significa el apostolado? ¿quiénes son los apóstoles hoy?
Sumario


Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Juan 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Juan 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hechos de los Apóstoles 9,20). ¿A qué esperamos nosotros? Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 120.
1. ¿Qué es el apostolado?
La palabra griega apostoloi significa enviado. Hace referencia a la llamada que hace Jesucristo a los apóstoles para que continúen con su propia misión: anunciar el reino de Dios por todo el mundo. "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Juan 20, 21); "embajadores de Cristo" (2 Corintios 5, 20), "servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Corintios 4, 1).
Todos los cristianos, por la naturaleza de la vocación cristiana, están llamados a propagar el Reino de Cristo por toda la tierra. Catecismo de la Iglesia Católica, 858-859; 863
Textos de san Josemaría para meditar
Apóstol es el cristiano que se siente injertado en Cristo, identificado con Cristo, por el Bautismo; habilitado para luchar por Cristo, por la Confirmación; llamado a servir a Dios con su acción en el mundo, por el sacerdocio común de los fieles, que confiere una cierta participación en el sacerdocio de Cristo, que —siendo esencialmente distinta de aquella que constituye el sacerdocio ministerial— capacita para tomar parte en el culto de la Iglesia, y para ayudar a los hombres en su camino hacia Dios, con el testimonio de la palabra y del ejemplo, con la oración y con la expiación.
Cada uno de nosotros ha de ser ipse Christus. El es el único mediador entre Dios y los hombres; y nosotros nos unimos a El para ofrecer, con El, todas las cosas al Padre. Nuestra vocación de hijos de Dios, en medio del mundo, nos exige que no busquemos solamente nuestra santidad personal, sino que vayamos por los senderos de la tierra, para convertirlos en trochas que, a través de los obstáculos, lleven las almas al Señor; que tomemos parte como ciudadanos corrientes en todas las actividades temporales, para ser levadura que ha de informar la masa entera. Es Cristo que pasa, 120
Si te decides —sin rarezas, sin abandonar el mundo, en medio de tus ocupaciones habituales— a entrar por estos caminos de contemplación, enseguida te sentirás amigo del Maestro, con el divino encargo de abrir los senderos divinos de la tierra a la humanidad entera. Sí, con esa labor tuya contribuirás a que se extienda el reinado de Cristo en todos los continentes. Y se sucederán, una tras otra, las horas de trabajo ofrecidas por las lejanas naciones que nacen a la fe, por los pueblos de oriente impedidos bárbaramente de profesar con libertad sus creencias, por los países de antigua tradición cristiana donde parece que se ha oscurecido la luz del Evangelio y las almas se debaten en las sombras de la ignorancia... Entonces, ¡qué valor adquiere esa hora de trabajo!, ese continuar con el mismo empeño un rato más, unos minutos más, hasta rematar la tarea. Conviertes, de un modo práctico y sencillo, la contemplación en apostolado, como una necesidad imperiosa del corazón, que late al unísono con el dulcísimo y misericordioso Corazón de Jesús, Señor Nuestro. Amigos de Dios, 67
2. ¿Por qué hacer apostolado?
Todos los fieles, pastores y laicos, están encargados por Dios del apostolado en virtud del Bautismo y de la Confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra.
En los laicos la evangelización adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo: «Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los no creyentes como a los fieles. Catecismo de la Iglesia Católica, 900; 905
Textos de san Josemaría para meditar
¿No gritaríais de buena gana a la juventud que bulle alrededor vuestro: ¡locos!, dejad esas cosas mundanas que achican el corazón... y muchas veces lo envilecen..., dejad eso y venid con nosotros tras el Amor? Camino, 790
Nuestra Santa Madre la Iglesia, en magnífica extensión de amor, va esparciendo la semilla del Evangelio por todo el mundo. Desde Roma a la periferia. —Al colaborar tú en esa expansión, por el orbe entero, lleva la periferia al Papa, para que la tierra toda sea un solo rebaño y un solo Pastor: ¡un solo apostolado! Forja, 638
Con la maravillosa normalidad de lo divino, el alma contemplativa se desborda en afán apostólico: me ardía el corazón dentro del pecho, se encendía el fuego en mi meditación. ¿Qué fuego es ése sino el mismo del que habla Cristo: fuego he venido a traer a la tierra y qué he de querer sino que arda?. Fuego de apostolado que se robustece en la oración: no hay medio mejor que éste para desarrollar, a lo largo y a lo ancho del mundo, esa batalla pacífica en la que cada cristiano está llamado a participar: cumplir lo que resta que padecer a Cristo.
No me cansaré de repetir, por tanto, que el mundo es santificable; que a los cristianos nos toca especialmente esa tarea, purificándolo de las ocasiones de pecado con que los hombres lo afeamos, y ofreciéndolo al Señor como hostia espiritual, presentada y dignificada con la gracia de Dios y con nuestro esfuerzo. En rigor, no se puede decir que haya nobles realidades exclusivamente profanas, una vez que el Verbo se ha dignado asumir una naturaleza humana íntegra y consagrar la tierra con su presencia y con el trabajo de sus manos. La gran misión que recibimos, en el Bautismo, es la corredención. Nos urge la caridad de Cristo, para tomar sobre nuestros hombros una parte de esa tarea divina de rescatar las almas. Es Cristo que pasa, 120
El apostolado cristiano —y me refiero ahora en concreto al de un cristiano corriente, al del hombre o la mujer que vive siendo uno más entre sus iguales— es una gran catequesis, en la que, a través del trato personal, de una amistad leal y auténtica, se despierta en los demás el hambre de Dios y se les ayuda a descubrir horizontes nuevos: con naturalidad, con sencillez he dicho, con el ejemplo de una fe bien vivida, con la palabra amable pero llena de la fuerza de la verdad divina.
Sed audaces. Contáis con la ayuda de María,Regina apostolorum. Y Nuestra Señora, sin dejar de comportarse como Madre, sabe colocar a sus hijos delante de sus precisas responsabilidades. María, a quienes se acercan a Ella y contemplan su vida, les hace siempre el inmenso favor de llevarlos a la Cruz, de ponerlos frente a frente al ejemplo del Hijo de Dios. Y en ese enfrentamiento, donde se decide la vida cristiana, María intercede para que nuestra conducta culmine con una reconciliación del hermano menor —tú y yo— con el Hijo primogénito del Padre. Es Cristo que pasa, 149
3. ¿Por qué el apostolado es dar luz?
“Vosotros sois la luz del mundo y sal de la tierra” (Mateo 5, 11-16). La luz del Evangelio es “una luz que atrae”. Al ver las buenas obras del cristiano, el prójimo está llevado a dar gloria a Dios. a descubrir y alabar el inefable amor de Dios. El apostolado es dar testimonio de la luz.
Implica un diálogo personal, donde las personas expresan y comparten sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón. Sólo después de esta conversación es posible presentarle la Palabra, sea con la lectura de algún versículo o de un modo narrativo, pero siempre recordando el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad. Es el anuncio que se comparte con una actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender, con la conciencia de que ese mensaje es tan rico y tan profundo que siempre nos supera. A veces se expresa de manera más directa, otras veces a través de un testimonio personal, de un relato, de un gesto o de la forma que el mismo Espíritu Santo pueda suscitar en una circunstancia concreta. Si parece prudente y se dan las condiciones, es bueno que este encuentro fraterno y misionero termine con una breve oración que se conecte con las inquietudes que la persona ha manifestado. Así, percibirá mejor que ha sido escuchada e interpretada, que su situación queda en la presencia de Dios, y reconocerá que la Palabra de Dios realmente le habla a su propia existencia.
El mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos para manifestar ante los hombres la fuerza de verdad y de irradiación del Evangelio. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios. Evangelium Gaudium, 100;128.
Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia, es evidente que la fecundidad del apostolado depende de su unión vital con Cristo. La caridad, conseguida sobre todo en la Eucaristía, "siempre es como el alma de todo apostolado". Catecismo de la Iglesia Católica, 864; 2044
Textos de san Josemaría para meditar
¡Sé alma de Eucaristía! Si el centro de tus pensamientos y esperanzas está en el Sagrario, hijo, ¡qué abundantes los frutos de santidad y de apostolado! Forja, 835
¿Y qué otros consejos os sugiero? Pues los procedimientos que han utilizado siempre los cristianos que pretendían de verdad seguir a Cristo, los mismos que emplearon aquellos primeros que percibieron el alentar de Jesús: el trato asiduo con el Señor en la Eucaristía, la invocación filial a la Santísima Virgen, la humildad, la templanza, la mortificación de los sentidos —que no conviene mirar lo que no es lícito desear, advertía San Gregorio Magno- y la penitencia. Amigos de Dios, 186
Llenar de luz el mundo, ser sal y luz: así ha descrito el Señor la misión de sus discípulos. Llevar hasta los últimos confines de la tierra la buena nueva del amor de Dios. A eso debemos dedicar nuestras vidas, de una manera o de otra, todos los cristianos.
Es necesario, pues, despertar a quienes hayan podido caer en ese mal sueño: recordarles que la vida no es cosa de juego, sino tesoro divino, que hay que hacer fructificar. Es necesario también enseñar el camino, a quienes tienen buena voluntad y buenos deseos, pero no saben cómo llevarlos a la práctica. Cristo nos urge. Cada uno de vosotros ha de ser no sólo apóstol, sino apóstol de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que también ellos den a conocer a Jesucristo. Es Cristo que pasa, 147

martes, septiembre 18, 2018

Luz para ver, fuerza para querer..




Luz para ver, fuerza para querer

Mons. Fernando Ocáriz escribe en el periódico ABC un artículo con motivo del próximo sínodo de obispos, que tratará sobre «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional».
ARTÍCULOS
Opus Dei - Luz para ver, fuerza para querer
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Con estas palabras, Cristo cambia la vida de Simón y, desde entonces, el pescador de Galilea sabe para qué vive. Como él, cada persona se enfrenta antes o después a esta pregunta: ¿cuál es mi misión en la vida?
Durante los próximos días, el sínodo de obispos reflexionará en Roma sobre «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». Además de pedir al Espíritu Santo que ilumine a los padres sinodales, aprovechemos esta ocasión para meditar sobre el propio camino, porque todos tenemos una vocación divina, todos somos llamados por Dios a la unión con Él.
La fe es una luz poderosa, capaz de alumbrar el propio futuro e inspirar los deseos de plenitud. En un momento de la vida en que quizá las seguridades de la infancia se tambalean y también la luz de la fe puede debilitarse, es necesario recordar nuestra verdad más profunda: que somos hijos de Dios y hemos sido creados por amor. Él realiza la llamada más radical: nos llama a cada uno y a cada una a ser plenamente felices a su lado. El Creador no nos arroja a la vida y se olvida de nosotros: quien crea, ama y llama. Por eso, el discernimiento del propio camino debe estar iluminado por la fe en el amor de Dios por nosotros, por cada uno.
«No temas», dice Jesús a Pedro. «No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces», escribía el Papa en su carta a los jóvenes para anunciar este sínodo. La búsqueda personal puede generar un cierto desasosiego, porque experimentamos el vértigo de la libertad. ¿Seré feliz? ¿Tendré fuerzas? ¿Valdrá la pena comprometerse? Tampoco aquí Dios nos deja solos. Él nos inspirará si sabemos escucharle. Se lo pedimos cada vez que rezamos la oración más hermosa: «Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo»: hágase tu voluntad en mí, en ti, en cada uno de nosotros.
Pensando en tantos jóvenes que desean secundar los planes de Dios, pidamos que reciban no sólo luz para ver su camino, sino también fuerza para querer unirse a la voluntad divina. Ayudará pensar que cuando Él pide algo, en realidad está ofreciendo un don. No somos nosotros quienes le hacemos un favor: es Dios quien ilumina nuestra vida, llenándola de sentido.
Ojalá que jóvenes y adultos comprendamos que la santidad no sólo no es un obstáculo a los propios sueños, sino que es su culminación. Todos los deseos, todos los proyectos, todos los amores pueden formar parte de los planes de Dios. Como recuerda san Josemaría, «la caridad bien vivida es ya la santidad».
La vida cristiana no nos lleva a identificarnos con una idea, sino con una persona: con Jesucristo. Para que la fe ilumine nuestros pasos, además de preguntarnos: ¿quién es Jesucristo para mí?, pensemos: ¿quién soy yo para Jesucristo? Descubriremos así los dones que el Señor nos ha dado, que están directamente relacionados con la propia misión. Así madurará más y más en nosotros una actitud interior de apertura a las necesidades de los demás, sabremos ponernos al servicio de todos y veremos con más claridad cuál es el lugar que Dios nos ha confiado en este mundo.
En una sociedad que con frecuencia piensa demasiado en el bienestar, la fe nos ayuda a alzar la mirada y descubrir la verdadera dimensión de la propia existencia. Si somos portadores del Evangelio, nuestro paso por esta tierra será fecundo. Sin duda, la sociedad entera se beneficiará de una generación de jóvenes que se pregunte, desde la fe en el amor de Dios por nosotros: ¿cuál es mi misión en esta vida? ¿Qué huella dejaré tras de mí?
Monseñor Fernando Ocáriz es Prelado del Opus Dei

martes, septiembre 11, 2018

Lo del Valle de los caídos no es tan sencillo.




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La inviolabilidad del Valle de los Caídos
Sábado, 01/Sep/2018 Luis Felipe Utrera-Molina ABC
Ante la creciente confusión derivada de noticias falsas, medias verdades, declaraciones ligeras y manipulaciones, es hora ya de realizar algunas consideraciones estrictamente jurídicas sobre la decisión política del Gobierno de exhumar el cuerpo de Francisco Franco Bahamonde. En primer lugar, la Basílica –iglesia abacial del Valle de los Caídos– es un lugar de culto, por lo que se le aplica el artículo 1.5 del Acuerdo España – Santa Sede sobre asuntos jurídicos de 1979 que garantiza su inviolabilidad con arreglo a las Leyes.
El Acuerdo concordatario citado es un tratado internacional, tal y como ha afirmado la doctrina del Tribunal Constitucional y en virtud de los artículos 95.1 y 96.1 de la Constitución, sus normas, incorporadas al ordenamiento jurídico español, no pueden ser modificadas unilateralmente por leyes internas, estatales o autonómicas. Así, la inviolabilidad debe entenderse como una inmunidad frente al poder estatal (legislativo, por lo ya expresado; ejecutivo y judicial). Sigo en este punto, el Diccionario Jurídico Espasa, 2ª edición, Madrid, 2001, de cuya voz «inmunidad eclesiástica» es autor José María Sánchez, catedrático de Derecho eclesiástico del Estado. El término «inviolable», codificado por el Derecho internacional (artículo 22 de la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas, de 18 de abril de 1961, en vigor desde el 24 de abril de 1964), según la costumbre y la praxis internacionales, implica que los agentes del Estado receptor no pueden penetrar en los locales de una misión diplomática sin consentimiento del jefe de dicha misión y que tales locales, su mobiliario y demás bienes situados en ellos, no podrán ser objeto de ningún registro, requisa, embargo o medida de ejecución.
La voluntad de las altas partes contratantes, Iglesia y Estado, tiene un contenido objetivable, que es el que corresponde a la inviolabilidad tal y como la entienden Derecho, costumbre y praxis internacionales. En el caso de la Iglesia, su voluntad no pudo ser otra que la de respetar el canon 1160 del Código de Derecho Canónico de 1917, vigente al tiempo de celebración del Acuerdo, que disponía para los lugares sagrados la exención de la jurisdicción civil. Y eran lugares sagrados (can. 1154 del mismo Código), y lo son, los destinados al culto divino o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o bendición prescrita por los libros litúrgicos (can. 1205 del Código de Derecho Canónico vigente de 1983).
El Código de Derecho Canónico vigente dice, de modo aún más amplio, que la autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes y funciones en los lugares sagrados (can. 1213). Y el artículo XXII. 3 del Concordato de 1953, antecedente del vigente artículo 1.5 del Acuerdo concordatario de 1979, disponía expresamente que los agentes del Estado no podían penetrar en los lugares sagrados sin autorización de la autoridad eclesiástica.
Lo anterior indica que el inciso del artículo 1.5 del Acuerdo concordatario de 1979, según el cual la inviolabilidad de los lugares de culto está garantizada «con arreglo a las Leyes», no puede ni debe permitir que una norma estatal con fuerza de ley, como pueda serlo, entre otras, un decreto-ley, modifique lo que la inviolabilidad significa como inmunidad frente al poder estatal, negándola total o parcialmente.
La Abadía del Valle de los Caídos es un monasterio autónomo por ser una casa religiosa de monjes bajo el régimen y el cuidado del superior propio, sin que sus constituciones determinen otra cosa (can. 613 §1 del Código de Derecho Canónico vigente). En efecto, la condición jurídica de los benedictinos (monjes que habitan la Abadía y para quienes se instituyó), que no constituyen una orden religiosa, tiene por consecuencia que la Abadía esté bajo el régimen y cuidado de su superior propio, y no de otra autoridad eclesiástica superior (el obispo diocesano, según el Canon 615) que únicamente disfruta de una facultad de vigilancia para velar por el cumplimiento por el prior administrador de las normas canónicas y de las concordatarias. Por consiguiente, la única autoridad que tiene potestad canónica y consiguiente potestad reconocida por el Acuerdo concordatario de 1979 y el Derecho español para autorizar la entrada de cualesquiera agentes del Estado, gubernativos o judiciales, en la Basílica del Valle de los Caídos es el superior mayor de la Abadía, hoy el prior administrador.
Evidentemente, en último caso, la potestad sobre la exhumación podría ser avocada por el Papa, de conformidad con el canon 332 § 1 del Código de Derecho Canónico vigente. Mas cabe preguntarse qué sentido eclesial tendría esa avocación, exclusivamente para hacer canónicamente legítima una decisión política sin precedentes como la exhumación del cadáver de Franco en contra de la voluntad expresa de sus familiares directos y con ánimo claramente vejatorio del difunto, varón bautizado y caballero de la Orden Suprema de Cristo, cuando la Iglesia, desde el Concilio Vaticano II, ha abandonado toda pretensión de intervención en materia temporal, para limitarse a emitir un juicio moral para salvaguardar y promover los bienes del orden sobrenatural.
Luis Felipe Utrera-Molina, ab

Hay más opiniones, por supuesto, pero ésta parece con fundamento.

lunes, septiembre 10, 2018

Sínodo y jóvenes.


https://opusdei.org/es-es/article/sinodo-de-los-jovenes-vocacion-discernimiento-fe-nicolas-alvarez-de-las-asturias/


«La mayoría de los jóvenes no se plantea que Dios tiene un designio sobre ellos»

Nicolás Álvarez de las Asturias (Madrid, 1972) es sacerdote diocesano de Madrid y Catedrático de la Universidad de San Dámaso. Desde su experiencia como profesor de seminario y sacerdote en una parroquia con una pastoral juvenil muy activa explica las principales claves de esta nueva iniciativa de la Iglesia.
EN PRIMERA PERSONA
Opus Dei - «La mayoría de los jóvenes no se plantea que Dios tiene un designio sobre ellos»Nicolás Álvarez de las Asturias (Madrid, 1972) es sacerdote diocesano de Madrid y Catedrático de la Universidad de San Dámaso.
“10 preguntas sobre el Sínodo” es una serie de entrevistas realizadas a diferentes personas, a raíz del encuentro convocado por el Papa Francisco. En octubre, Obispos de todo el mundo de reunirán en Roma para profundizar en la relación de los jóvenes con la fe, la cuestión del descubrimiento de la propia vocación y el discernimiento como elemento propio del cristiano para acertar con las decisiones importantes.

1. ¿Por qué el Papa ha convocado este Sínodo de Obispos?
Para que los Obispos le ayuden a reflexionar sobre una cuestión en la que considera que hay que incidir más: los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Se trata de un encuentro ordinario, de los que se celebran cada dos años. Desde los tiempos de Juan Pablo II, han desfilado por los Sínodos temas como la familia, los laicos, los sacerdotes, la predicación de la Palabra de Dios o la celebración de la Eucaristía. Que la Iglesia apuesta por los jóvenes está clarísimo, solo hay que ver las Jornadas Mundiales de la Juventud. Son la generación del futuro y, al menos en Europa, la impresión general es que la Iglesia es cada vez más para personas mayores.
2. Francisco lo ha enfocado como un momento para que los mayores y la Jerarquía de la Iglesia escuchen a la juventud, ¿cuáles son las etapas para conseguirlo?
El primer cuestionario se lanzó en mayo del año pasado y, desde entonces, se han hecho otros en la Santa Sede y algunas Conferencias Episcopales. Además, distintas diócesis han ido poniendo en marcha iniciativas para reunir a los jóvenes, que hablen de los temas que se plantean y presenten sus propias conclusiones en Roma. Por ejemplo, en nuestra diócesis de Madrid, el Cardenal Osoro convocó un parlamento para jóvenes. Con todo eso se elaboró un documento de trabajo, el “instrumentum laboris”, con el que los Padres Sinodales llegarán al Sínodo.
3. Y cuándo llegue el momento, ¿cómo será el proceso de trabajo?
Durante los 20 días que dura la asamblea habrá una ponencia inicial y luego los obispos y los restantes participantes expondrán sus ideas tanto en las sesiones plenarias como en las reuniones por grupos. Al final, se entregan al Papa unas conclusiones, con las que puede elaborar un documento o utilizarlas como estime más oportuno. Pero, como todo en la Iglesia, lo más importante para que las conclusiones finales calen en el mundo es el trabajo personal de cada católico que tenga la ilusión de ofrecer su fe y de confrontarse con personas no creyentes.
4. ¿Tiene la Iglesia crisis de vocaciones?
Depende de los lugares. En Europa sí porque, proporcionalmente, hay menos vocaciones que antes. Y entendiendo “crisis de vocaciones” en sentido amplio: tanto por el número de jóvenes cristianos que viven su matrimonio con sentido vocacional, como por aquellos que descubren que Dios les puede llamar por otro camino.
5. ¿Por qué cree que pasa esto?
Probablemente tenga que ver, en parte, con el ambiente. La cultura dominante presenta el compromiso definitivo como algo extraño, sobre todo si es un compromiso con Dios. También influye que cada vez más jóvenes se han apartado de la fe o, sencillamente, viven con otros valores. Y además, la formación de los cristianos —tanto la recibida en la familia como la que les va haciendo madurar en su fe— es más difícil que antes.
6. ¿Puede calar la vocación en esos jóvenes que quizá han vivido alejados de Dios durante mucho tiempo?
Todas las personas tenemos vocación, solo hay que ser capaz de preguntarse sobre la propia vida y tener trato con Dios. Provenir de situaciones difíciles, bien por la familia o bien porque uno tenga un pasado más complicado, evidentemente condiciona, pero nunca determina. En el camino de discernimiento, esas personas tendrán que recorrer una serie de etapas que a lo mejor otras no: sanar el propio corazón, fortalecer la personalidad… pero no es una dificultad insalvable.
7. ¿Es real que los jóvenes hoy tienen miedo de enfrentarse a la pregunta qué quiere Dios de mí?
Unos sí y otros no. Depende mucho de si se han encontrado realmente con Jesucristo o no, como dice el Papa. Pero el problema es que la mayoría ni se plantea que Dios tiene un designio sobre ellos. Entre otros motivos, porque tampoco se plantean comprometerse con nada ni con nadie. Sin necesidad de un razonamiento vocacional, lo que hay es una concepción de la vida muy cambiante y todo lo que se refiere a una decisión definitiva, sencillamente, asusta.
8. Hay mucha gente —también cristiana— que piensa que invitar a los jóvenes a plantearse su vocación es una manera de presión, ¿usted qué cree?, ¿la vocación se descubre solo o acompañado?
La vocación la tiene que ver cada uno. Para eso, probablemente, necesites la ayuda de alguien que te enseñe a escuchar la voz de Dios. Una vez que escuchas su voz, la “presión” ya la mete el Señor.
9. ¿Cómo hay que hablar de la vocación hoy?
En términos de diálogo con Dios. La vocación se entiende como un camino en el que Dios y el hombre colaboran, escriben una historia juntos, basada en la preocupación por los demás.
10. ¿Qué papel juega el entorno —los amigos, la familia— en el discernimiento vocacional?
Pueden jugar papeles diversos. El Papa Francisco repite mucho que el cristianismo se transmite por atracción y ese es un primer papel que pueden jugar; si hay personas que han descubierto un camino vocacional y lo viven con alegría, sin duda despertarán inquietudes en sus amigos. Igual que en la familia. Si los padres viven con conciencia vocacional su propio matrimonio y educan cristianamente a los hijos, les abrirán a la pregunta de qué hacer con su vida.
Ambos pueden ayudar también en términos de consejo, donde el papel de unos y otros es distinto. Normalmente los consejos de los padres se mueven en términos de prudencia, de serenidad, y hacen bien en plantearlo así. En cambio, los amigos suelen entender que forma parte de su amistad apoyar hasta el final la decisión del amigo.