Estás en un blog espumoso, intimista, paradójico; de lo humano y de lo divino. No soy mejor que tú...
Me propongo hablar a la cara y que me hables a la cara, sin caretas, sin retorno, a quemarropa... blog del Profesor Tirapu
El ex presidente francés, Nicolás Sarkozy. ERIC FEFERBERG AFP
Los párrafos que copio a continuación, sin alterar una coma, pertenecen a un personaje especialmente respetado en la política y la cultura europeas:
"Hoy hemos derrotado la frivolidad y la hipocresía de muchos intelectuales progresistas. De esos que el pensamiento único es el del que todo lo sabe y que condena la política mientras la practica. Desde hoy no permitiremos mercantilizar un mundo en el que no quede lugar para la cultura: desde 1968 no se podía hablar de moral. Nos impusieron el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes. Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente. Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado, que no había nada sagrado, nada admirable. El eslogan era vivir sin obligaciones y gozar sin trabas. Quisieron terminar con la escuela de excelencia y de civismo. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. Esa izquierda está en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Le ha tomado el gusto al poder. Dejaron sin capacidad a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud. Los vándalos son buenos y la policía es mala. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente el inocente. Defienden los servicios públicos, pero jamás usan transporte colectivo. Aman mucho la escuela pública, pero mandan a sus hijos a colegios privados. Firman peticiones cuando se expulsa a algún invasor, pero no aceptan que se instalen en su casa. Son esos que han renunciado al mérito y al esfuerzo y que atizan el odio a la familia, a la sociedad y la república. Hoy debemos volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones antes que los derechos".
El autor de esta ráfaga de pensamiento certero es Nicolas Sarkozy, un político liberal que ha ocupado cargos de máximo relieve y que siempre ha destacado por su moderación, su ecuanimidad, su espíritu constructivo, la claridad de ideas y la sagacidad en el análisis del desarrollo de la sociedad europea.
En la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, Mons. Ocáriz nos invita a que pidamos al Señor un corazón manso y humilde, que sea descanso y consuelo para muchas almas.
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Hoy, con toda la Iglesia, contemplamos especialmente el Sagrado Corazón de Jesús. Esta fecha es una ocasión para dejarnos sorprender nuevamente por la maravilla de que Dios haya querido acercarse a los hombres hasta llegar a ser uno de nosotros, con un corazón en tantos sentidos como el nuestro. Por eso, viene a mi mente aquella consoladora invitación que nos dirige el Señor: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas» (Mt 11,29).
Jesús desea para nosotros, en medio de las idas y venidas cotidianas, una auténtica paz, serenidad y descanso. Y nos muestra el camino: identificarnos cada vez más con Él, con la humildad y mansedumbre de su corazón. Como escribe san Josemaría: «También a nosotros el Señor puede insinuarnos y nos insinúa continuamente: exemplum dedi vobis, os he dado ejemplo de humildad. Me he convertido en siervo, para que vosotros sepáis, con el corazón manso y humilde, servir a todos los hombres» (Amigos de Dios, n. 103).
Pidamos al Señor, en nuestra oración, que nos dé un corazón como el suyo. Esto redundará en el «descanso de nuestra alma» y de las personas que están junto a nosotros. También podemos agradecer tantas realidades de servicio que hemos visto en estos últimos meses, muchas veces junto a cada uno de nosotros.
En la solemnidad que hoy celebramos, quizá recordemos más frecuentemente aquella jaculatoria que repetía san Josemaría: Cor Iesu sacratissimum et misericors, dona nobis pacem. A su misericordia acudimos para rezar por la paz en las almas, en la Iglesia, en el mundo, y para seguir pidiendo por el final de la pandemia, que aún comporta sufrimiento en muchos sitios. Y nos acogemos a la mediación materna de Santa María, Madre de misericordia y Reina de la paz.