lunes, marzo 31, 2025

"The Polish Theologie Karol Wojtyla"

sic.

 

31 de marzo de 2025
“El Señor busca mi pobre corazón”
¡Cuántos años comulgando a diario! —Otro sería santo –me has dicho–, y yo ¡siempre igual! Hijo –te he respondido–, sigue con la diaria Comunión, y piensa: ¿qué sería yo, si no hubiera comulgado? (Camino, 534)

Recordad ‑saboreando, en la intimidad del alma, la infinita bondad divina‑ que, por las palabras de la Consagración, Cristo se va a hacer realmente presente en la Hostia, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Adoradle con reverencia y con devoción; renovad en su presencia el ofrecimiento sincero de vuestro amor; decidle sin miedo que le queréis; agradecedle esta prueba diaria de misericordia tan llena de ternura, y fomentad el deseo de acercaros a comulgar con confianza. Yo me pasmo ante este misterio de Amor; el Señor busca mi pobre corazón como trono, para no abandonarme si yo no me aparto de Él.

Reconfortados por la presencia de Cristo, alimentados de su Cuerpo, seremos fieles durante esta vida terrena, y luego, en el cielo, junto a Jesús y a su Madre, nos llamaremos vencedores. ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? Demos gracias a Dios que nos ha traído la victoria, por la virtud de nuestro Señor Jesucristo(Es Cristo que pasa, 161)

domingo, marzo 30, 2025

El padre del hijo pródigo

sic.

 

30 de marzo de 2025
“Tantos años luchando...”
Han venido nubarrones de falta de ganas, de pérdida de ilusión. Han caído chubascos de tristeza, con la clara sensación de encontrarte atado. Y, como colofón, te acecharon decaimientos, que nacen de una realidad más o menos objetiva: tantos años luchando..., y aún estás tan atrás, tan lejos.

Todo esto es necesario, y Dios cuenta con eso: para alcanzar el “gaudium cum pace” –la paz y la alegría verdaderas, hemos de añadir, al convencimiento de nuestra filiación divina, que nos llena de optimismo, el reconocimiento de la propia personal debilidad. (Surco, 78)

Aun en los momentos en los que percibamos más profundamente nuestra limitación, podemos y debemos mirar a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, sabiéndonos partícipes de la vida divina. No existe jamás razón suficiente para volver la cara atrás: el Señor está a nuestro lado. Hemos de ser fieles, leales, hacer frente a nuestras obligaciones, encontrando en Jesús el amor y el estímulo para comprender las equivocaciones de los demás y superar nuestros propios errores. Así todos esos decaimientos ‑los tuyos, los míos, los de todos los hombres‑, serán también soporte para el reino de Cristo.

Reconozcamos nuestras enfermedades, pero confesemos el poder de Dios. El optimismo, la alegría, el convencimiento firme de que el Señor quiere servirse de nosotros, han de informar la vida cristiana. Si nos sentimos parte de esta Iglesia Santa, si nos consideramos sostenidos por la roca firme de Pedro y por la acción del Espíritu Santo, nos decidiremos a cumplir el pequeño deber de cada instante: sembrar cada día un poco. Y la cosecha desbordará los graneros. (Es Cristo que pasa, 160)

sábado, marzo 29, 2025

¡EL CORAZÓN DE DIOS EN CARNE VIVA!: YA PUEDES SER MALO, QUE SI TE DEJAS....

sic.

 

29 de marzo de 2025
“No te turbe conocerte como eres”
No necesito milagros: me sobra con los que hay en la Escritura. –En cambio, me hace falta tu cumplimiento del deber, tu correspondencia a la gracia. (Camino, 362)

Repitamos, con la palabra y con las obras: Señor, confío en Ti, me basta tu providencia ordinaria, tu ayuda de cada día. No tenemos por qué pedir a Dios grandes milagros. Hemos de suplicar, en cambio, que aumente nuestra fe, que ilumine nuestra inteligencia, que fortalezca nuestra voluntad. Jesús permanece siempre junto a nosotros, y se comporta siempre como quien es.

Desde el comienzo de mi predicación, os he prevenido contra un falso endiosamiento. No te turbe conocerte como eres: así, de barro. No te preocupe. Porque tú y yo somos hijos de Dios ‑y éste es endiosamiento bueno‑, escogidos por llamada divina desde toda la eternidad: nos eligió el Padre, por Jesucristo, antes de la creación del mundo para que seamos santos en su presencia. Nosotros que somos especialmente de Dios, instrumentos suyos a pesar de nuestra pobre miseria personal, seremos eficaces si no perdemos el conocimiento de nuestra flaqueza. Las tentaciones nos dan la dimensión de nuestra propia debilidad.

Si sentís decaimiento, al experimentar ‑quizá de un modo particularmente vivo‑ la propia mezquindad, es el momento de abandonarse por completo, con docilidad en las manos de Dios. Cuentan que un día salió al encuentro de Alejandro Magno un pordiosero, pidiendo una limosna. Alejandro se detuvo y mandó que le hicieran señor de cinco ciudades. El pobre, confuso y aturdido, exclamó: ¡yo no pedía tanto! Y Alejandro repuso: tú has pedido como quien eres; yo te doy como quien soy. (Es Cristo que pasa, 160)

viernes, marzo 28, 2025

sic.

 

La viuda de Naín

 

 

Daniel Tirapu


La viuda de Naín.

 

 

 

 

 

Dos cortejos. Uno que llega, Jesús, sus discípulos y un gentío. San Lucas podía haber sido guionista de cine. Otro que lleva el féretro de un joven acompañado de su madre, viuda, y el gentío local. Vida y muerte, Jesús, una viuda, un muerto y gentío siempre. "No llores", la mujer no dijo nada, no pidió nada; nada le pidió Jesús. Le miró, se acercó y se le conmovieron las entrañas. Realiza el milagro y entrega el muchacho a su madre.

El gentío de un lado y otro está aterrorizado, conmovido, temeroso. Exclaman, este es un gran profeta (maestro) y nos ha traído a Dios, (es Dios y hombre) entre nosotros.

En los milagros Jesús pide Fe, ¿crees?, en la medida que creas se hará. En este no pide nada, se conmueve, se "compadece" y obra el milagro. Bendito seas y ten compasión de todos nosotros, aunque nuestra Fe sea poca. (de la homilía del ex-párroco de la Sagrada Familia de San Sebastián).

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

sic.

 


sic.

 

28 de marzo de 2025
"Frecuenta el trato del Espíritu Santo"
Frecuenta el trato del Espíritu Santo -el Gran Desconocido- que es quien te ha de santificar. No olvides que eres templo de Dios. -El Paráclito está en el centro de tu alma: óyele y atiende dócilmente sus inspiraciones (Camino, 57).

La fuerza y el poder de Dios iluminan la faz de la tierra. El Espíritu Santo continúa asistiendo a la Iglesia de Cristo, para que sea –siempre y en todo– signo levantado ante las naciones, que anuncia a la humanidad la benevolencia y el amor de Dios (Cfr. Is XI, 12.). Por grandes que sean nuestras limitaciones, los hombres podemos mirar con confianza a los cielos y sentirnos llenos de alegría: Dios nos ama y nos libra de nuestros pecados. La presencia y la acción del Espíritu Santo en la Iglesia son la prenda y la anticipación de la felicidad eterna, de esa alegría y de esa paz que Dios nos depara (...).

Pero esta fe nuestra en el Espíritu Santo ha de ser plena y completa: no es una creencia vaga en su presencia en el mundo, es una aceptación agradecida de los signos y realidades a los que, de una manera especial, ha querido vincular su fuerza. Cuando venga el Espíritu de verdad –anunció Jesús–, me glorificará porque recibirá de lo mío, y os lo anunciará (Ioh XVI, 14.). El Espíritu Santo es el Espíritu enviado por Cristo, para obrar en nosotros la santificación que Él nos mereció en la tierra.

No puede haber por eso fe en el Espíritu Santo, si no hay fe en Cristo, en la doctrina de Cristo, en los sacramentos de Cristo, en la Iglesia de Cristo. No es coherente con la fe cristiana, no cree verdaderamente en el Espíritu Santo quien no ama a la Iglesia, quien no tiene confianza en ella, quien se complace sólo en señalar las deficiencias y las limitaciones de los que la representan, quien la juzga desde fuera y es incapaz de sentirse hijo suyo. (Es Cristo que pasa, 128 - 130).

jueves, marzo 27, 2025

Cien años de la ordenación sacerdotal de San Josemaría.

 


8º Curso de Cuidadores de personas mayores

sic.

 

27 de marzo de 2025
“Dios ama al que da con alegría”
¡Sufres! –Pues, mira: “Él” no tiene el Corazón más pequeño que el nuestro. –¿Sufres? Conviene. (Camino, 230)

Te advierto que las grandes penitencias son compatibles también con las caídas aparatosas, provocadas por la soberbia. En cambio, con ese deseo continuo de agradar a Dios en las pequeñas batallas personales -como sonreír cuando no se tienen ganas: yo os aseguro, además, que en ocasiones resulta más costosa una sonrisa que una hora de cilicio-, es difícil dar pábulo al orgullo, a la ridícula ingenuidad de considerarnos héroes notables: nos veremos como un niño que apenas alcanza a ofrecer a su padre naderías, pero que son recibidas con inmenso gozo.

Luego, ¿un cristiano ha de ser siempre mortificado? Sí, pero por amor. (…) Quizá hasta estos momentos no nos habíamos sentido urgidos a seguir tan de cerca los pasos de Cristo. Quizá no nos habíamos percatado de que podemos unir a su sacrificio reparador nuestras pequeñas renuncias: por nuestros pecados, por los pecados de los hombres en todas las épocas, por esa labor malvada de Lucifer que continúa oponiendo a Dios su non serviam! ¿Cómo nos atreveremos a clamar sin hipocresía: Señor, me duelen las ofensas que hieren tu Corazón amabilísimo, si no nos decidimos a privarnos de una nimiedad o a ofrecer un sacrificio minúsculo en alabanza de su Amor? La penitencia -verdadero desagravio- nos lanza por el camino de la entrega, de la caridad. Entrega para reparar, y caridad para ayudar a los demás, como Cristo nos ha ayudado a nosotros.

De ahora en adelante, tened prisa en amar. El amor nos impedirá la queja, la protesta. Porque con frecuencia soportamos la contrariedad, sí; pero nos lamentamos; y entonces, además de desperdiciar la gracia de Dios, le cortamos las manos para futuros requerimientos. Hilarem enim datorem diligit Deus. Dios ama al que da con alegría, con la espontaneidad que nace de un corazón enamorado, sin los aspavientos de quien se entrega como si prestara un favor. (Amigos de Dios, nn. 139-140)

miércoles, marzo 26, 2025

sic.

 

26 de marzo de 2025
“Una Madre que nunca nos abandonará”
No estás solo. –Ni tú ni yo podemos encontrarnos solos. Y menos, si vamos a Jesús por María, pues es una Madre que nunca nos abandonará. (Forja, 249)

Es la hora de que acudas a tu Madre bendita del Cielo, para que te acoja en sus brazos y te consiga de su Hijo una mirada de misericordia. Y procura enseguida sacar propósitos concretos: corta de una vez, aunque duela, ese detalle que estorba, y que Dios y tú conocéis bien. La soberbia, la sensualidad, la falta de sentido sobrenatural se aliarán para susurrarte: ¿eso? ¡Pero si se trata de una circunstancia tonta, insignificante! Tú responde, sin dialogar más con la tentación: ¡me entregaré también en esa exigencia divina! Y no te faltará razón: el amor se demuestra de modo especial en pequeñeces. Ordinariamente, los sacrificios que nos pide el Señor, los más arduos, son minúsculos, pero tan continuos y valiosos como el latir del corazón.

¿Cuántas madres has conocido tú como protagonistas de un acto heroico, extraordinario? Pocas, muy pocas. Y, sin embargo, madres heroicas, verdaderamente heroicas, que no aparecen como figuras de nada espectacular, que nunca serán noticia -como se dice-, tú y yo conocemos muchas: viven negándose a toda hora, recortando con alegría sus propios gustos y aficiones, su tiempo, sus posibilidades de afirmación o de éxito, para alfombrar de felicidad los días de sus hijos. (Amigos de Dios, nn 134-135)

martes, marzo 25, 2025

La Anunciación Defensa de la vida

sic.

 

25 de marzo de 2025
La anunciación del Señor
Cómo enamora la escena de la Anunciación. –María –¡cuántas veces lo hemos meditado!– está recogida en oración..., pone sus cinco sentidos y todas sus potencias al habla con Dios. En la oración conoce la Voluntad divina; y con la oración la hace vida de su vida: ¡no olvides el ejemplo de la Virgen! (Surco 481)

No olvides, amigo mío, que somos niños. La Señora del dulce nombre, María, está recogida en oración.

Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino... –Yo ahora no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena:

El Arcángel dice su embajada... ¿Quomodo fiet istud, quoniam virum non cognosco? –¿De qué modo se hará esto si no conozco varón? (Luc., I, 34.)

La voz de nuestra Madre agolpa en mi memoria, por contraste, todas las impurezas de los hombres..., las mías también.

Y ¡cómo odio entonces esas bajas miserias de la tierra!... ¡Qué propósitos!

Fiat mihi secundum verbum tuum –Hágase en mí según tu palabra. (Luc., I, 38.) Al encanto de estas palabras virginales, el Verbo se hizo carne.

Va a terminar la primera decena... Aún tengo tiempo de decir a mi Dios, antes que mortal alguno: Jesús, te amo. (Santo Rosario. Iº misterio gozoso).

lunes, marzo 24, 2025

sic.

 

24 de marzo de 2025
“Amar significa recomenzar cada día a servir”
Estos días –me comentabas– han transcurrido más felices que nunca. –Y te contesté sin vacilar: porque "has vivido" un poco más entregado que de ordinario. (Surco, 7)

Recordad la parábola de los talentos. Aquel Siervo que recibió uno, podía -como sus compañeros- emplearlo bien, ocuparse de que rindiera, aplicando la cualidades que poseía. ¿Y qué delibera? Le preocupa el miedo a perderlo. Bien. Pero, ¿después? ¡Lo entierra! Y aquello no da fruto.

No olvidemos este caso de temor enfermizo a aprovechar honradamente la capacidad de trabajo, la inteligencia, la voluntad, todo el hombre. ¡Lo entierro -parece afirmar ese desgraciado-, pero mi libertad queda a salvo! No. La libertad se ha inclinado hacia algo muy concreto, hacia la sequedad más pobre y árida. Ha tomado partido, porque no tenía más remedio que elegir: pero ha elegido mal.

Nada más falso que oponer la libertad a la entrega, porque la entrega viene como consecuencia de la libertad. Mirad, cuando una madre se sacrifica por amor a sus hijos, ha elegido; y, según la medida de ese amor, así se manifestará su libertad. Si ese amor es grande, la libertad aparecerá fecunda, y el bien de los hijos proviene de esa bendita libertad, que supone entrega, y proviene de esa bendita entrega, que es precisamente libertad.

Pero, me preguntaréis, cuando alcanzamos lo que amamos con toda el alma ya no seguiremos buscando: ¿ha desaparecido la libertad? Os aseguro que entonces es más operativa que nunca, porque el amor no se contenta con un cumplimiento rutinario, ni se compagina con el hastío o con la apatía. Amar significa recomenzar cada día a servir, con obras de cariño.

Insisto, querría grabarlo a fuego en cada uno: la libertad y la entrega no se contradicen; se sostienen mutuamente. La libertad sólo puede entregarse por amor; otra clase de desprendimiento no la concibo. No es un juego de palabras, más o menos acertado. En la entrega voluntaria, en cada instante de esa dedicación, la libertad renueva el amor, y renovarse es ser continuamente joven, generoso, capaz de grandes ideales y de grandes sacrificios. (Amigos de Dios, 30-31)

domingo, marzo 23, 2025

EL HOMBRE COPIA DE DIOS. HOMBRE:“TRABAJA, PARA ESO TE PAGO”; COMO CRISTI...

sic.

23 de marzo de 2025
“Acude prontamente a la confesión”
Si alguna vez caes, hijo, acude prontamente a la Confesión y a la dirección espiritual: ¡enseña la herida!, para que te curen a fondo, para que te quiten todas las posibilidades de infección, aunque te duela como en una operación quirúrgica. (Forja, 192)

Voy a resumirte tu historia clínica: aquí caigo y allá me levanto...: esto último es lo importante. –Pues sigue con esa íntima pelea, aunque vayas a paso de tortuga. ¡Adelante! –Bien sabes, hijo, hasta dónde puedes llegar, si no luchas: el abismo llama a otros abismos. (Surco, 173)

Has entendido en qué consiste la sinceridad cuando me escribes: "estoy tratando de acostumbrarme a llamar a las cosas por su nombre y, sobre todo, a no buscar apelativos para lo que no existe". (Surco, 332) «Abyssus, abyssum invocat...» –un abismo llama a otro abismo, te he recordado ya. Es la descripción exacta del modo de comportarse de los mentirosos, de los hipócritas, de los renegados, de los traidores: como están a disgusto con su propio modo de conducirse, ocultan a los demás sus trapacerías, para ir de mal en peor, creando un despeñadero entre ellos y el prójimo. (Surco, 338)

La sinceridad es indispensable para adelantar en la unión con Dios. –Si dentro de ti, hijo mío, hay un "sapo", ¡suéltalo! Di primero, como te aconsejo siempre, lo que no querrías que se supiera. Una vez que se ha soltado el "sapo" en la Confesión, ¡qué bien se está! (Forja, 193)

A la hora del examen ve prevenido contra el demonio mudo. (Camino, 236)

 

sábado, marzo 22, 2025

El hijo pródigo

sic.

 

22 de marzo de 2025
"Para ti, estudiar es una obligación grave"
Oras, te mortificas, trabajas en mil cosas de apostolado..., pero no estudias. -No sirves entonces si no cambias. El estudio, la formación profesional que sea, es obligación grave entre nosotros. (Camino, 334)

Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración. (Camino, 335)

Si has de servir a Dios con tu inteligencia, para ti estudiar es una obligación grave. (Camino, 336)

Frecuentas los Sacramentos, haces oración, eres casto... y no estudias... -No me digas que eres bueno: eres solamente bondadoso. (Camino, 337)

viernes, marzo 21, 2025

sic.

 

María

 

 

Daniel Tirapu


Virgen María.

 

 

 

 

 

Qué pronto se pasa el tiempo. Mes de mayo, mes de la Virgen, flores, esperanza nuestra, madre, maestra, reina, causa de nuestra alegría, refugio de los pecadores, puerta del cielo, salud de los enfermos físicos y síquicos.

Muchos acusan a los católicos de Mariolatría; falso, falso. A Newman, Santo Newman, le horripilaban ciertas manifestaciones del mundo católico de su época, pero amaba a la Madre de Dios y comprobaba que el anglicanismo dejando de un lado a María, habían perdido a Cristo Dios y hombre, y los católicos con sus cánticos pueriles o sus manifestaciones desbordantes de amor a María, habían conservado a Cristo Dios y hombre.

La devoción especialísima a la Virgen es de hiperdulía. Y la Madre siempre lleva al hijo y el hijo a la madre. Dicen que Miguel Ángel pintó a Adán con una lágrima, porque no tuvo madre.

De María nunca hablaremos demasiado, más que tú sólo Dios. Sólo Dios Padre y la Virgen, mujer y criatura, pueden decir "Este es mi hijo", "haced lo que El os diga".

La Virgen tiene mucha mano en la tierra, en el cielo, en el purgatorio (tema apasionante, que me ha puesto las pilas) y por eso nos manda mensajes, porque sabe lo que se está cociendo de verdad. No soy muy amigo de revelaciones privadas, me basta con la Revelación; pero sorprende Lourdes, Fátima, Medjugorje: mensajes de esperanza, de rezar el rosario o la coronita de la Misericordia, abrazarnos al amor de Dios, rezar por los difuntos, llamadas serenas a la penitencia, a cambiar de vida, de un mundo que ansía a Dios y lo busca por todas partes, pero a la vez le rechaza después de haber muerto por nosotros y salvarnos.

Nos pide un poquito de colaboración. Esta vida es transitoria, "una mala noche en una mala posada", decía Santa Teresa, que hay que vivirla con plenitud y sin miedo. Un sacerdote, cuando le comenté que había conocido el Opus Dei, él había oído muchas cosas, me preguntó, ahí quieren a la Virgen. Sí, decididamente sí. Se quedó muy tranquilo.

A Jesús se va y se vuelve por María, decía Josemaría Escrivá. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Prepáranos un camino seguro y gracias Madre nuestra, siempre.

 

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

sic.

 

21 de marzo de 2025
“Seamos siempre salvajemente sinceros”
Si el demonio mudo –del que nos habla el Evangelio– se mete en el alma, lo echa todo a perder. En cambio, si se le arroja inmediatamente, todo sale bien, se camina feliz, todo marcha. –Propósito firme: “sinceridad salvaje” en la dirección espiritual, con delicada educación..., y que esa sinceridad sea inmediata. (Forja, 127)

Vuelvo a afirmar que todos tenemos miserias. Pero las miserias nuestras no nos deberán mover nunca a desentendernos del Amor de Dios, sino a acogernos a ese Amor, a meternos dentro de esa bondad divina, como los guerreros antiguos se metían dentro de su armadura: aquel ecce ego, quia vocasti me -cuenta conmigo, porque me has llamado-, es nuestra defensa. No hemos de alejarnos de Dios, porque descubramos nuestras fragilidades; hemos de atacar las miserias, precisamente porque Dios confía en nosotros.

¿Cómo lograremos superar esas mezquindades? Insisto, por su importancia capital: con humildad, y con sinceridad en la dirección espiritual y en el Sacramento de la Penitencia. Id a los que orientan vuestra almas con el corazón abierto; no lo cerréis, porque si se mete el demonio mudo, es difícil de sacar.

Perdonad mi machaconería, pero juzgo imprescindible que se grabe a fuego en vuestras inteligencias, que la humildad y -su consecuencia inmediata- la sinceridad enlazan los otros medios, y se muestran como algo que fundamenta la eficacia para la victoria. Si el demonio mudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder; en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todo sale bien, somos felices, la vida marcha rectamente: seamos siempre salvajemente sinceros, pero con prudente educación.

Quiero que esto quede claro; a mí no me preocupan tanto el corazón y la carne, como la soberbia. Humildes. Cuando penséis que tenéis toda la razón, no tenéis razón ninguna. Id a la dirección espiritual con el alma abierta: no la cerréis, porqué -repito- se mete el demonio mudo, que es difícil de sacar.

Acordaos de aquel pobre endemoniado, que no consiguieron liberar los discípulos; sólo el Señor obtuvo su libertad, con oración y ayuno. En aquella ocasión obró el Maestro tres milagros: el primero, que oyera: porque cuando nos domina el demonio mudo, se niega el alma a oír; el segundo, que hablara; y el tercero, que se fuera el diablo. (Amigos de Dios, nn. 187-188)

jueves, marzo 20, 2025

sic.

 

20 de marzo de 2025
"¡Amemos la dirección espiritual!"
Abriste sinceramente el corazón a tu Director, hablando en la presencia de Dios..., y fue estupendo comprobar cómo tú solo ibas encontrando respuesta adecuada a tus intentos de evasión. ¡Amemos la dirección espiritual! (Surco, 152)

Conocéis de sobra las obligaciones de vuestro camino de cristianos, que os conducirán sin pausa y con calma a la santidad; estáis también precavidos contra las dificultades, prácticamente contra todas, porque se vislumbran ya desde los principios del camino. Ahora os insisto en que os dejéis ayudar, guiar, por un director de almas, al que confiéis todas vuestras ilusiones santas y los problemas cotidianos que afecten a la vida interior, los descalabros que sufráis y las victorias.

En esa dirección espiritual mostraos siempre muy sinceros: no os concedáis nada sin decirlo, abrid por completo vuestra alma, sin miedos ni vergüenzas. Mirad que, si no, ese camino tan llano y carretero se enreda, y lo que al principio no era nada, acaba convirtiéndose en un nudo que ahoga. (...)

¿Os acordáis del cuento del gitano que se fue a confesar? No pasa de ser un cuento, un chascarrillo, porque de la confesión no se habla jamás, aparte de que yo estimo mucho a los gitanos. ¡Pobrecillo! Estaba arrepentido de veras: padre cura, yo me acuso de haber robado un ronzal... –poca cosa, ¿verdad?–; y detrás había una mula...; y detrás otro ronzal...; y otra mula... Y así, hasta veinte. Hijos míos, lo mismo ocurre en nuestro comportamiento: en cuanto concedemos el ronzal, viene después lo demás, viene a continuación una reata de malas inclinaciones, de miserias que envilecen y avergüenzan; y otro tanto sucede en la convivencia: se comienza con un pequeño desaire, y se acaba viviendo de espaldas, en medio de la indiferencia más heladora. (Amigos de Dios, 15)

miércoles, marzo 19, 2025

A SAN JOSÉ: "NO ME ACUERDO HASTA HOY DE HABERLE SUPLICADO NADA QUE NO ME...

sic.

19 de marzo de 2025
“Tratad a José y encontraréis a Jesús”
Quiere mucho a San José, quiérele con toda tu alma, porque es la persona que, con Jesús, más ha amado a Santa María y el que más ha tratado a Dios: el que más le ha amado, después de nuestra Madre. –Se merece tu cariño, y te conviene tratarle, porque es Maestro de vida interior, y puede mucho ante el Señor y ante la Madre de Dios. (Forja, 554)

José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de Él con abnegación alegre. ¿No será ésta una buena razón para que consideremos a este varón justo, a este Santo Patriarca en quien culmina la fe de la Antigua Alianza, como Maestro de vida interior? La vida interior no es otra cosa que el trato asiduo e íntimo con Cristo, para identificarnos con Él. Y José sabrá decirnos muchas cosas sobre Jesús. Por eso, no dejéis nunca su devoción, ite ad Ioseph, como ha dicho la tradición cristiana con una frase tomada del Antiguo Testamento.

Maestro de vida interior, trabajador empeñado en su tarea, servidor fiel de Dios en relación continua con Jesús: éste es José. Ite ad Ioseph. Con San José, el cristiano aprende lo que es ser de Dios y estar plenamente entre los hombres, santificando el mundo. Tratad a José y encontraréis a Jesús. Tratad a José y encontraréis a María, que llenó siempre de paz el amable taller de Nazaret.

La Iglesia entera reconoce en San José a su protector y patrono. A lo largo de los siglos se ha hablado de él, subrayando diversos aspectos de su vida, continuamente fiel a la misión que Dios le había confiado. Por eso, desde hace muchos años, me gusta invocarle con un título entrañable: Nuestro Padre y Señor.

San José es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre. (Es Cristo que pasa, nn. 56)

martes, marzo 18, 2025

sic

 

18 de marzo de 2025
“¡Dios y audacia!”
No seáis almas de vía estrecha, hombres o mujeres menores de edad, cortos de vista, incapaces de abarcar nuestro horizonte sobrenatural cristiano de hijos de Dios. ¡Dios y audacia! (Surco, 96)

A lo largo de los años, se presentarán -quizá antes de lo que pensamos- situaciones particularmente costosas, que exigirán mucho espíritu de sacrificio y un mayor olvido de sí mismo. Fomenta entonces la virtud de la esperanza y, con audacia, haz tuyo el grito del Apóstol: en verdad, yo estoy persuadido de que los sufrimientos de la vida presente no son de comparar con aquella gloria venidera que se ha de manifestar en nosotros; medita con seguridad y con paz: ¡qué será el Amor infinito de Dios vertido sobre esta pobre criatura!

Ha llegado la hora, en medio de tus ocupaciones ordinarias, de ejercitar la fe, de despertar la esperanza, de avivar el amor; es decir, de activar las tres virtudes teologales, que nos impulsan a desterrar enseguida, sin disimulos, sin tapujos, sin rodeos, los equívocos en nuestra conducta profesional y en nuestra vida interior. (Amigos de Dios, 71)

lunes, marzo 17, 2025

La Transfiguración del Señor

1 Qué espera Dios de mi

sic.

 

17 de marzo de 2025
“Sabiéndome pescador de hombres... no pesco”
El Señor quiere de ti un apostolado concreto, como el de la pesca de aquellos ciento cincuenta y tres peces grandes –y no otros–, cogidos a la derecha de la barca. Y me preguntas: ¿cómo es que sabiéndome pescador de hombres, viviendo en contacto con muchos compañeros, y pudiendo distinguir hacia quiénes ha de ir dirigido mi apostolado específico, no pesco?...

¿Me falta Amor? ¿Me falta vida interior? Escucha la respuesta de labios de Pedro, en aquella otra pesca milagrosa: “Maestro, toda la noche hemos estado fatigándonos, y nada hemos cogido; no obstante, sobre tu palabra, echaré la red”. En nombre de Jesucristo, empieza de nuevo. –Fortificado: ¡fuera esa flojera! (Surco, 377)

El apostolado, esa ansia que come las entrañas del cristiano corriente, no es algo diverso de la tarea de todos los días: se confunde con ese mismo trabajo, convertido en ocasión de un encuentro personal con Cristo. En esa labor, al esforzarnos codo con codo en los mismos afanes con nuestros compañeros, con nuestros amigos, con nuestros parientes, podremos ayudarles a llegar a Cristo, que nos espera en la orilla del lago. Antes de ser apóstol, pescador. Después de apóstol, pescador. La misma profesión que antes, después. (…)

Pasa al lado de sus Apóstoles, junto a esas almas que se han entregado a Él: y ellos no se dan cuenta. (…) Echad la red a la derecha y encontraréis. Echaron la red, y ya no podían sacarla por la multitud de peces que había. Ahora entienden. Vuelve a la cabeza de aquellos discípulos lo que, en tantas ocasiones, han escuchado de los labios del Maestro: pescadores de hombres, apóstoles. Y comprenden que todo es posible, porque Él es quien dirige la pesca. (…)

Los demás discípulos vinieron en la barca, tirando de la red llena de peces, pues no estaban lejos de tierra, sino como a unos doscientos codos. Enseguida ponen la pesca a los pies del Señor, porque es suya. Para que aprendamos que las almas son de Dios, que nadie en esta tierra puede atribuirse esa propiedad, que el apostolado de la Iglesia -su anuncio y su realidad de salvación- no se basa en el prestigio de unas personas, sino en la gracia divina. (Amigos de Dios, nn. 264-267)

domingo, marzo 16, 2025

sic.

 

16 de marzo de 2025
“Es preciso que seas hombre de vida interior”
Es preciso que seas “hombre de Dios”, hombre de vida interior, hombre de oración y de sacrificio. –Tu apostolado debe ser una superabundancia de tu vida “para adentro”. (Camino, 961)

Vida interior. Santidad en las tareas ordinarias, santidad en las cosas pequeñas, santidad en la labor profesional, en los afanes de cada día...; santidad, para santificar a los demás. Soñaba en cierta ocasión un conocido mío -¡nunca le acabo de conocer bien!- que volaba en un avión a mucha altura, pero no dentro, en la cabina; iba montado sobre las alas. ¡Pobre desgraciado: cómo padecía y se angustiaba! Parecía que Nuestro Señor le daba a entender que así van –inseguras, con zozobras– por las alturas de Dios las almas apostólicas que carecen de vida interior o la descuidan: con el peligro constante de venirse abajo, sufriendo, inciertas.

Y pienso, efectivamente, que corren un serio peligro de descaminarse aquellos que se lanzan a la acción –¡al activismo!–, y prescinden de la oración, del sacrificio y de los medios indispensables para conseguir una sólida piedad: la frecuencia de Sacramentos, la meditación, el examen de conciencia, la lectura espiritual, el trato asiduo con la Virgen Santísima y con los Ángeles custodios... Todo esto contribuye además, con eficacia insustituible, a que sea tan amable la jornada del cristiano, porque de su riqueza interior fluyen la dulcedumbre y la felicidad de Dios, como la miel de panal.

En la personal intimidad, en la conducta externa; en el trato con los demás, en el trabajo, cada uno ha de procurar mantenerse en continua presencia de Dios, con una conversación -un diálogo- que no se manifiesta hacia fuera. Mejor dicho, no se expresa de ordinario con ruido de palabras, pero sí se ha de notar por el empeño y por la amorosa diligencia que pondremos en acabar bien las tareas, tanto las importantes como las menudas. (Amigos de Dios, 18-19)

sábado, marzo 15, 2025

¿SABES POR QUÉ DICES QUE NO TIENES FE? TE CUESTA NO HACER PECADOS GRAVES...

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15 de marzo de 2025
“El espíritu de mortificación”
El espíritu de mortificación, más que como una manifestación de Amor, brota como una de sus consecuencias. Si fallas en esas pequeñas pruebas, reconócelo, flaquea tu amor al Amor. (Surco, 981)

Penitencia, para los padres y, en general, para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.

El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea Él quien añada los rasgos y colores que más le plazcan! (Amigos de Dios, 138)

viernes, marzo 14, 2025

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Pasteur y un poco de ciencia

 

 

Daniel Tirapu


Louis Pasteur.

 

 

 

 

 

Un joven universitario se sentó en el tren frente a un señor de edad, que devotamente pasaba las cuentas del rosario. El muchacho, con la arrogancia de los pocos años y la pedantería de la ignorancia, le dice: “Parece mentira que todavía cree usted en esas antiguallas…”. “Así es. ¿Tú no?”, le respondió el anciano. “¡Yo! –dice el estudiante lanzando una estrepitosa carcajada–. Créame: tire ese rosario por la ventanilla y aprenda lo que dice la ciencia”. “¿La ciencia? –pregunta el anciano con sorpresa–. No lo entiendo así. ¿Tal vez tú podrías explicármelo?”. “Deme su dirección –replica el muchacho, haciéndose el importante y en tono protector–, que le puedo mandar algunos libros que le podrán ilustrar”.

El anciano saca de su cartera una tarjeta de visita y se la alarga al estudiante, que lee asombrado: “Louis Pasteur. Instituto de Investigaciones Científicas de París”. El pobre estudiante se sonrojó y no sabía dónde meterse. Se había ofrecido a instruir en la ciencia al que, descubriendo la vacuna antirrábica, había prestado, precisamente con su ciencia, uno de los mayores servicios a la humanidad. Pasteur, el gran sabio que tanto bien hizo a los hombres, no ocultó nunca su fe ni su devoción a la Virgen. Y es que tenía, como sabio, una gran personalidad y se consideraba consciente y responsable de sus convicciones religiosas.

 

Daniel Tirapu
dtirapu@ujaen.es

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14 de marzo de 2025
“Los frutos sabrosos del alma mortificada”
Estos son los frutos sabrosos del alma mortificada: comprensión y transigencia para las miserias ajenas; intransigencia para las propias. (Camino 198)

Penitencia es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos. Es interrumpir o modificar nuestros programas, cuando las circunstancias –los intereses buenos y justos de los demás, sobre todo– así lo requieran.

La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin importunar con caprichos. (Amigos de Dios, 138)

jueves, marzo 13, 2025

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13 de marzo de 2025
“Penitencia es atender a los que sufren”
Esta es la receta para tu camino de cristiano: oración, penitencia, trabajo sin descanso, con un cumplimiento amoroso del deber. (Forja, 65)

Y por si no se te ocurre ahora cómo responder concretamente a los requerimientos divinos que golpean en tu corazón, óyeme bien.

Penitencia es el cumplimiento exacto del horario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista o la mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos. Penitencia es levantarse a la hora. Y también, no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa.

La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar el tiempo que cada cosa necesita. Eres penitente cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración, a pesar de que estés rendido, desganado o frío. (Amigos de Dios, 138)

miércoles, marzo 12, 2025

sic.

 

12 de marzo de 2025
“Dios está junto a nosotros de continuo”
Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. –Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.

Y está como un Padre amoroso –a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos–, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando. ¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! -Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien! Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos. (Camino, 267)

Descansad en la filiación divina. Dios es un Padre lleno de ternura, de infinito amor. Llámale Padre muchas veces al día, y dile –a solas, en tu corazón– que le quieres, que le adoras: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo. Supone un auténtico programa de vida interior, que hay que canalizar a través de tus relaciones de piedad con Dios –pocas, pero constantes, insisto–, que te permitirán adquirir los sentimientos y las maneras de un buen hijo.

Necesito prevenirte todavía contra el peligro de la rutina –verdadero sepulcro de la piedad–, que se presenta frecuentemente disfrazada con ambiciones de realizar o emprender gestas importantes, mientras se descuida cómodamente la debida ocupación cotidiana. Cuando percibas esas insinuaciones, ponte con sinceridad delante del Señor: piensa si no te habrás hastiado de luchar siempre en lo mismo, porque no buscabas a Dios; mira si ha decaído –por falta de generosidad, de espíritu de sacrificio– la perseverancia fiel en el trabajo.

Entonces, tus normas de piedad, las pequeñas mortificaciones, la actividad apostólica que no recoge un fruto inmediato, aparecen como tremendamente estériles. Estamos vacíos, y quizá empezamos a soñar con nuevos planes, para acallar la voz de nuestro Padre del Cielo, que reclama una total lealtad. Y con una pesadilla de grandezas en el alma, echamos en olvido la realidad más cierta, el camino que sin duda nos conduce derechos hacia la santidad: clara señal de que hemos perdido el punto de mira sobrenatural; el convencimiento de que somos niños pequeños; la persuasión de que nuestro Padre obrará en nosotros maravillas, si recomenzamos con humildad. (Amigos de Dios, n. 150)

martes, marzo 11, 2025

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11 de marzo de 2025
“¿Actuamos como hijos de Dios?”
Un hijo de Dios no tiene ni miedo a la vida, ni miedo a la muerte, porque el fundamento de su vida espiritual es el sentido de la filiación divina: Dios es mi Padre, piensa, y es el Autor de todo bien, es toda la Bondad. Pero, ¿tú y yo actuamos, de verdad, como hijos de Dios? (Forja, 987)

Nuestra condición de hijos de Dios nos llevará –insisto– a tener espíritu contemplativo en medio de todas las actividades humanas –luz, sal y levadura, por la oración, por la mortificación, por la cultura religiosa y profesional–, haciendo realidad este programa: cuanto más dentro del mundo estemos, tanto más hemos de ser de Dios. (Forja, 740)

Cuando se trabaja por Dios, hay que tener “complejo de superioridad”, te he señalado. Pero, me preguntabas, ¿esto no es una manifestación de soberbia? –¡No! Es una consecuencia de la humildad, de una humildad que me hace decir: Señor, Tú eres el que eres. Yo soy la negación. Tú tienes todas las perfecciones: el poder, la fortaleza, el amor, la gloria, la sabiduría, el imperio, la dignidad... Si yo me uno a Ti, como un hijo cuando se pone en los brazos fuertes de su padre o en el regazo maravilloso de su madre, sentiré el calor de tu divinidad, sentiré las luces de tu sabiduría, sentiré correr por mi sangre tu fortaleza. (Forja, 342)

lunes, marzo 10, 2025

Vencer las tentaciones

Carta del Prelado sobre la laegría.

 

Carta del Prelado (10 marzo 2025) | Alegría

En esta carta pastoral, el prelado del Opus Dei nos invita a reflexionar sobre algunos aspectos de la alegría, al hilo de las enseñanzas de san Josemaría.

Portada de la carta del prelado del Opus Dei sobre la alegría.

🎙 Escucha la lectura de la carta del prelado del Opus Dei (10 min.)


Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

1. En esta breve carta –recogiendo la sugerencia que me hizo hace pocas semanas una hermana vuestra–, he pensado reflexionar con vosotros sobre algunos pocos aspectos de la alegría, sobre todo meditando palabras de san Josemaría.

La alegría, en general, es efecto de la posesión y experiencia del bien y, dependiendo del tipo de bien, hay diversas intensidades y permanencias de la alegría. Cuando la alegría no es consecuencia de la experiencia puntual del bien, sino del conjunto de la propia existencia, se la suele considerar felicidad. En todo caso, la alegría y felicidad más profunda es la que tiene su principal raíz en el amor.

Son tiempos difíciles en el mundo y en la Iglesia (y la Obra es una pequeña parte de la Iglesia). En realidad, de un modo u otro, todos los tiempos han tenido sus luces y sus sombras. También por esto es especialmente necesario fomentar una actitud alegre. Siempre y en cualquier circunstancia, podemos y debemos estar contentos, porque así lo quiere el Señor: «Que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa» (Jn 15,11). Lo dijo a los apóstoles y, en ellos, a todos los que vendríamos después; por eso, «la alegría es condición propia de la vida de los hijos de Dios»[1].

Por el contrario, «la tristeza es un vicio causado por el desordenado amor de sí mismo, que a su vez no es un vicio especial, sino la raíz general de ellos»[2]. Puede sorprender esta afirmación de santo Tomás, si pensamos, por ejemplo, en el sufrimiento ante la muerte de una persona amada. En realidad, esa situación no llevaría necesariamente tristeza en ese sentido, sino dolor, que no es lo mismo. De hecho, es experiencia común que no todo dolor ni toda renuncia originan tristeza, especialmente cuando se asumen con amor y por amor. Así, los sacrificios, a veces muy notables, de una madre por sus hijos pueden producir dolor, pero pueden no causar tristeza.

«Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado»[3]. Todos los que hemos visto y escuchado a nuestro Padre, en Villa Tevere, durante los últimos siete u ocho años de su vida, lo veíamos verdaderamente contento, feliz, aunque eran años en que sufrió mucho, tanto físicamente como, sobre todo, por las graves dificultades que atravesaba la vida de la Iglesia en esos años.

La alegría de la fe

2. La alegría natural elevada por la gracia se manifiesta especialmente en la unión a los planes de Dios. A los pastores de Belén, los ángeles les anuncian la «gran alegría» (Lc 2,10) del nacimiento de Jesús; los Magos vuelven a ver la estrella con «una inmensa alegría» (Mt 2,10). En fin, los apóstoles se llenaron de alegría al ver resucitado a Jesús (cfr. Jn 20,20).

La alegría cristiana no es la simple alegría «del animal sano»[4], sino fruto del Espíritu Santo en el alma (cfr. Gal 5,22); tiende de suyo a ser permanente, porque se fundamenta en él, como nos exhorta san Pablo: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4,4).

Esta alegría en el Señor es la alegría de la fe en su amor paterno: «La alegría es consecuencia necesaria de la filiación divina, de sabernos queridos con predilección por nuestro Padre Dios, que nos acoge, nos ayuda y nos perdona. –Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, ¡no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas»[5].

Sin embargo, ante dificultades o sufrimientos, nuestra debilidad personal puede hacer que esta alegría decaiga, especialmente por la posible debilidad de la fe actual en el amor omnipotente de Dios por nosotros. «Un hijo de Dios, un cristiano que vive de fe, puede sufrir y llorar: puede tener motivos para dolerse, pero para estar triste, no»[6]. También por esto, para fomentar –o recuperar– la alegría, conviene actualizar la convicción de fe en el amor de Dios, que nos permite afirmar con san Juan: «Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene» (1Jn 4,16).

La fe tiende a expresarse de un modo u otro –con palabras o sin palabras– en oración y, con la oración, viene la alegría, porque «cuando el cristiano vive de fe –con una fe que no sea mera palabra, sino realidad de oración personal–, la seguridad del amor divino se manifiesta en alegría, en libertad interior»[7].

Alegres en la esperanza (Rm 12,12)

3. La fe en el amor que Dios nos tiene conlleva una gran esperanza. Así podemos también entender la afirmación de la Epístola a los hebreos: «La fe es fundamento de las cosas que se esperan» (Hb 11,1). La esperanza tiene por objeto propiamente un bien futuro y posible. Y el bien que la fe nos hace esperar es, fundamentalmente, la plena felicidad y alegría en la definitiva unión con Dios en la gloria. Como nos dice san Pablo, es «la esperanza en lo que os está reservado en los cielos» (Col 1,5). Esta certeza nos da la seguridad de que no nos faltarán los medios para alcanzar esa meta si libremente los acogemos: para comenzar y recomenzar, todas las veces que sean necesarias.

Y cuando se presenta, en modos diversos, una voluntad de Dios ante la que nos sentimos inadecuados e impotentes, podemos tener incluso «la seguridad de lo imposible»[8], como nuestro Padre al comienzo de la Obra, en momentos de total ausencia de medios y en un ambiente social profundamente contrario a la vida cristiana.

4. Tenemos, podemos tener siempre, «una esperanza que no defrauda», no por una seguridad en nosotros mismos ni en nada de este mundo, sino «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5).

En ocasiones, las dificultades de diverso tipo pueden hacernos pensar, por ejemplo, que el trabajo apostólico no está resultando eficaz, que no vemos los frutos de nuestro esfuerzo y de nuestra oración. Pero sabemos bien –y nos conviene actualizar con frecuencia esta convicción de fe– que nuestro trabajo no es vano en el Señor (cfr. 1Cor 15,58). Como también aseguraba nuestro Padre: «Nada se pierde».

La esperanza y la alegría son dones de Dios, y así los pide san Pablo para todos: «Que el Dios de la esperanza os colme de toda alegría y paz en la fe, para que abundéis en la esperanza con la fuerza del Espíritu Santo» (Rm 15,13).

La alegría del corazón enamorado

5. El amor a Dios y a los demás está unido, con la alegría, a la fe y también a la esperanza. «Quien ama tiene la alegría de la esperanza, de llegar a encontrar el gran amor que es el Señor»[9].

Son diversas las expresiones del amor, que coinciden precisamente en lo esencial: desear el bien de la persona amada (y, en la medida de lo posible, procurarlo) y la alegría consiguiente al conocer ese bien por fin presente.

En el caso del amor al Señor, ¿incluye desear para Dios un bien que no tenga? Sabemos que él, al crearnos libres, ha querido correr el riesgo de nuestra libertad[10]. Podemos no dar a Dios algo que anhela: nuestro amor. De alguna manera, la alegría del amor a Dios no es solo el aspecto del amor consistente en el bien que supone para nosotros, sino además la alegría de poder darle a él nuestro amor.

El amor, como fuente de alegría, se manifiesta de modo especial en la entrega a los demás, procurando ser, a pesar de nuestros defectos, «sembradores de paz y de alegría»[11]. Así, además, nos alegramos al ver la alegría de los demás y, como nuestro Padre, podemos decirles con verdad: «Mi alegría es vuestra alegría»[12].

6. «El amor verdadero exige salir de sí mismo, entregarse. El auténtico amor trae consigo la alegría: una alegría que tiene sus raíces en forma de Cruz»[13].Sobre todo, la Cruz asumida por amor a Dios es fuente de bienaventuranza. Así nos lo enseña el Señor: «Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas de antes de vosotros» (Mt 5,11-12). En realidad, todas las bienaventuranzas describen las raíces de la alegría: «Las bienaventuranzas te llevan a la alegría, siempre; son el camino para alcanzar la alegría»[14].

Muchas son las causas que pueden conducir a perder la alegría; especialmente la experiencia actual de la propia debilidad, la conciencia de los propios pecados. Pero la fe en el amor de Dios y la esperanza segura que a esa fe se acompaña fundamentan, como afirma san Josemaría, «la profunda alegría del arrepentimiento»[15]. También entonces, a pesar de nuestras limitaciones y defectos, con la ayuda del Señor, y nuestro cariño, podemos «hacer amable y fácil el camino a los demás»[16].

A la santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, invocamos como Causa nostrae laetitiae. Que ella nos ayude a estar siempre contentos y a ser sembradores de paz y de alegría en todas las circunstancias de nuestra vida. En especial, se lo pedimos ahora en este año jubilar de la esperanza, muy unidos al sufrimiento del Papa Francisco.

Con todo cariño os bendice

vuestro Padre

Fernando Ocáriz

Roma, 10 de marzo de 2025