martes, julio 31, 2012

La levedad y el trastorno del mal.



Gentileza de un anónimo. Un texto de Hanna Arendt, sobre los falsos argumentos que so capa de acabar con el dolor y el sufrimiento, daban los nazis. Eran cultos, oían música clásica, pensaban en cambiar el mundo. Y nos puede pasar a cualquiera...

 «Me impresionó la manifiesta superficialidad del acusado, que hacía imposible vincular la incuestionable maldad de sus actos a ningún nivel más profundo de enraizamiento o motivación. Los actos fueron monstruosos, pero el responsable –al menos el responsable efectivo que estaba siendo juzgado– era totalmente corriente, del montón, ni demoníaco ni monstruoso. No había ningún signo en él de firmes convicciones ideológicas ni de motivaciones especialmente malignas, y la única característica notable que se podía detectar en su comportamiento pasado y en el que manifestó a lo largo del juicio y de los exámenes policiales anteriores al mismo fue algo enteramente negativo: no era estupidez, sino falta de reflexión. En el marco del juicio y del proceso carcelario israelita se supo desenvolver tan bien como lo hiciera durante el régimen nazi, pero en presencia de las situaciones para las que no valía ese tipo de procedimientos rutinarios estaba indefenso, y su estereotipado lenguaje producía en la tribuna, como evidentemente también debió hacerlo en su vida oficial, el efecto de comedia macabra. Los estereotipos, las frases hechas, los códigos de conducta y de expresión estandarizados, cumplen la función socialmente reconocida de protegernos frente a la realidad, esto es, frente a los requerimientos que sobre nuestra atención pensante ejercen todos los hechos y acontecimientos en virtud de su misma existencia. Si tuviéramos que ceder continuamente a estas solicitudes acabaríamos agotados enseguida; Eichmann se distinguía del resto de nosotros únicamente en que ignoró del todo estos requerimientos» (Hannah Arendt, La vida del espíritu, Madrid 1984, p. 14). Las consecuencias terribles de la conducta de aquel hombre se derivaba de su completo abandono a los lugares comunes. «El miembro de la jerarquía nazi más dotado para la resolución de los problemas de conciencia era Himmler. Himmler ideaba slogans, cual el famoso lema de las SS, tomado de un discurso de Hitler dirigido a estas tropas especiales, en 1931, "Mi Honor Es Mi Lealtad" (…) Lo que se grababa en las mentes de aquellos hombres que se habían convertido en asesinos era la simple idea de estar dedicados a una tarea histórica, grandiosa, única ("una gran misión que se realiza una sola vez en dos mil años"), que, en consecuencia, constituía una pesada carga. (…) Las tropas de los Einsatzgruppen procedían de las SS armadas, unidad militar a la que no cabe atribuir más crímenes que los cometidos por cualquier otra unidad del ejército alemán, y cuyos jefes habían sido elegidos por Heydrich, entre los mejores de las SS, todos ellos con título universitario. De ahí que el problema radicara, no tanto en dormir su conciencia, como en eliminar la piedad meramente instintiva que todo hombre normal experimenta ante el espectáculo del sufrimiento físico. El truco utilizado por Himmler -quien, al parecer, padecía muy fuertemente los efectos de aquellas reacciones instintivas- era muy simple y probablemente muy eficaz. Consistía en invertir la dirección de estos instintos, o sea, en dirigirlos hacia el propio sujeto activo. Por esto, los asesinos, en vez de decir "¡Qué horrible es lo que hago a los demás!", decían "¡Qué horribles espectáculos tengo que contemplar en el cumplimiento de mi deber, cuán dura es mi misión!"» (Hannah Arendt, Eichmann in Jerusalem, pp. 105-106)

3 comentarios:

ANTONIO SEBASTIÁN dijo...

Es difícil hacer algún comentario a lo que escribes. Creo que siento repulsión, como ahora y de la misma forma al reflexionar sobre el aborto y/o sobre el asesinato de enfermos o minusválidos. Realmente plantearse el asesinato de un ser humano por cualquier razón es abominable. No sé que argumentos podría justificar el asesinato de un ser humano inocente, libre de toda culpa, por el solo hecho de estar enfermo. DIOS nos ayude a revertir lo que sucede en nuestros días.

Anónimo dijo...

Magnífica entrada.El lema del honor y la lealtad fué letal,en este caso.La lealtad,tal como yo la entiendo y como la suelen aplicar los estados mayores,no es fidelidad perruna y ciega.Hay que exponer "lealmente"al mando ejecutor,de todo lo que se preveé y se ha estudiado detenidamente.Y eso a riesgo de "no caer bién",nada más lejos de la adulación que la lealtad.Muchos han caido en desgracia por ser leales.Janusa

Miriam dijo...

¡Qué fuerte¡
Me impresiona la capacidad que tenemos los seres humanos, en situaciones ordinarias del día a día, de mirarnos el ombligo y concentrarnos en él olvidando todo la belleza o la simple existencia de lo que nos rodea.

Ayer me decía una amiga, toda enfadada, que no piensa cuidar a la suegra cuando esté enferma pq la suegra (de 80 años y cero niñera) no le quiere hacer de canguro por la noche (durante el día, sí).

El siguiente paso, es ese. Cuando el corazón intenta mirar hacia afuera, y le decimos que no , que tienes que mirar el ombligo y nada más