
¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que os digo? No lo sé… Pero así sucede. Hay gente que reza, que viene a la iglesia y dice “¡Señor, Señor!”. Escuchan el sermón y les parece bonito o desagradable. Si el confesor les dice algo con lo que están de acuerdo, dirán que el confesor es sabio y se obedecerán a sí mismos. Pero si el sacerdote les señala el camino de la Cruz, si les invita a dejar de lado su juicio, su voluntad y su capricho… “¡Ay, padre, siga diciendo cosas bonitas, pero, por favor, no se meta tanto en mi vida, que ya sé yo lo que tengo que hacer!” Así somos.
2 comentarios:
Tiene mucha razón.Asi somos.
pero Dios nos quiere a morir, lo demás sobra...ánimooooooooo
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